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ANÁLISIS E INVESTIGACIÓN pectiva. La propone como introducción a su tratado De Gratia. Para un pensa– miento secularizado será siempre un cru– cigrama sin solución el intento de acor– dar la acción de la gracia divina y de la libertad humana. Pues bien; el teólogo L. Billot hace ver que anterior a este mis– terio sobrenatural se halla, como preám– bulo del mismo, el conciliar el misterio natural de la presciencia divina, necesa– riamente infalible, con la libertad huma– na esencialmente contingente. Sobre tan alto tema, grandes teólogos -los de Sa– lamanca en primer término- se quema– ron las cejas. El dramaturgo Tirso de Molina lo abordó en el que Menéndez Pelayo juzga el mejor drama teológico del mundo: El condenado por desconfia– do. Ante esta teología, natural y divina, nos toca adorar el misterio o ser conde– nados como el monje Pablo -protago– nista del drama citado- por su altiva pretensión. Desde los misterios de la teo– logía natural hasta los del orden central cósmico, sobre los que meditan y hablan los grandes sabios de hoy, según puede leerse en la obra de uno de ellos, W. Hei– senberg, Diálogos sobre la física atómi– ca (tr. de W. Strobl, Madrid, BAC, 1972), nos va envolviendo por doquier el halo del misterio. Con cierto atrevimien– to me he acercado a él. Más al sobrena– tural que al natural, pero siempre con veneración. Lucero interior para mi mente ha sido el excelso lema del pensa– dor E. Przywara: Deus semper majar. Algo siempre nos rebasa en misteriosa lejanía. El haberlo reconocido ha sido fuente de paz y sosiego para mi espíritu. Dada la seriedad con que era estudia– da la Sda. Escritura en mi Colegio de Teología de León, llegué hasta leerme los salmos en hebreo. En una pequeña composición para la revista del colegio, Cultura Franciscana, comenté el salmo segundo. Lo creí venturosa hazaña esco– lar, refrendada por mi profesor biblista, Javier de Valladolid. Más tarde llegué a olvidar la lengua hebrea. Parte en ello tuvo, sin duda, uno de los fallos de mi Universidad Gregoriana, a la que debo tanto, como luego diré. En mi curso uni– versitario no advertí la menor preocupa– ción por mostrar el decisivo influjo del pensamiento bíblico en el pensamiento cristiano. Mi reflexión hacia atrás hace que repare cómo en los círculos eclesia– les romanos había tensa preocupación por presentar el pensamiento de los filó– sofos cristianos -ante todo de Santo Tomás- como plenamente autosufi– ciente por ser obra de la razón. Ni el nombre de filosofía cristiana era acepta– do. Esto explica por qué se silenciara la presencia de la filosofía griega en algu– nos libros bíblicos, como el de la Sabi– duría y el posible influjo del filósofo ju- AUTOPERCEPCIÓN INTELECTUAL Enrique Rivera de Ventosa con monseñor Derisi, A. Caturelli, y W. Strobl en la 111 Senrana Internacional de Filosofía de Salvador. Brasil, 1976 dío Filón en el libro neotestamentario de la Carta a los Hebreos. En mis lecciones universitarias no he seguido en esta oca– sión --compensación de otras muchas– el ejemplo de mi Universidad. He tenido que preparar totalmente por mi cuenta tan importantes lecciones. Este hacerme cargo de las interferencias entre el pen– samiento bíblico y el pensamiento clási– co ha motivado mi retorno al estudio del hebreo. Mi culto al pensamiento cristia– no, tan inserto en el bíblico, me lo exige. Una angustia pennanente me acompa– ñaba en estos mis años de formación. Sólo pudo ser superada por mi hondo sentido vocacional. G. Marañón define a la «vocación» como el más excepcional inventor de deberes que se da en la vida humana. El primer deber que me impuso en aquella circunstancia histórica fue el de fidelidad a la misma. Y quise cum– plirlo. El origen de mi angustia el lector lo adivina recordando lo que sucedió en España por los años 1931-1936, los de mi formación en filosofía y teología: de la república a la guerra. Ahora, vi– viendo en la montaña de la serenidad, pudiera servir de lección exponer aquí aquella mi angustia, reflejo en pequeño de la vida nacional. Primer agente en mi angustia fue la ausencia casi total de formación política. Cultivaban mis centros de formación una cultura religiosa muy sólida; pero estaban drásticamente cerrados a la vida del siglo en sus múltiples aspectos. Has– ta se nos prohibía rigurosamente la lec– tura de la prensa política. La encerrona clerical fue fruto de la reacción antisecularizadora contra el mo– dernismo de principios de siglo, decidida– mente impulsada por el Santo Pío X. La lucha, veinte años más tarde, contra lapo- lítica paganizante de L'Action Frani;;aise, confirma a Pío XI en esta :nisma actitud eclesial formativa. Sólo su sucesor Pío XII en la Mentí Nostrat'., año 1950, se encara con este tan grave problema de formación clerical y mandé. a los rectores de seminarios que no teman tener a sus alumnos al corriente de los acontecimien– tos del día y darles elementos de juicio para juzgar y valorar con equilibrio los hechos y sus causas (n. 41). Esta serena abertura no la conocí en :ni formación, con notable incidencia en mi angustia que otras causas contribuirían a acrecer. Proclamada el 14 de abril la república, ante ella se agudiza mi mentalidad mo– nárquico-conservadora. Me venía de he– rencia a causa de la veneración de mi pa– dre ante el retrato del Rey que presidía su escuela y de la bandera nacional bico– lor que yo gustaba poner en la fachada de la misma los días de fiesta escolar. Esta herencia la hallé enriquecida con mis lecturas de Donoso Cortés, Aparisi y Guijarro, Vázquez de Mella, Sardá y Salvany, etc. Para estos próceres del tra– dicionalismo hispano, asumido del fran– cés, república era lo mismo que revolu– ción. Y ésta era identificada con la sub– versión de los mejores valares. Lo extremoso del caso :"ue que la mis– ma república se empeñé en confirmar esta tan negativa visión hBtórica. No ha– bía pasado un mes de república y los días 11 y 12 de mayo arden :glesias y con– ventos en Madrid y otras capitales de provincia. Ocho meses después, a princi– pios de 1932, llegan a mi convento de Montehano dos coadjmores jesuitas. Han tenido que salir del centro universi– tario de Comillas, porqlJe la Constitu– ción Republicana, aprobada en el ante– rior diciembre, disolvía la Compañía de Jesús. Recuerdo todavía los nombres 122/123 A \JTHROPOS/43

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