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ANÁLISIS E INVESTIGACIÓN AUTOPERCEPCIÓN INTELECTUAL expuesta por Teilhard, ha dejado siem– pre insatisfecha a mi mente por no poner en claro los orígenes de la cosmogéne– sis, y más en concreto, el concepto de creación. Además, al proponer una única fuerza cósmica, desarrollándose en las diversas etapas de Pre-vida, Biosfera, Noosfera hasta la Teosfera, no parece po– derse justificar, ante este monismo bioló– gico, la distinción esencial entre materia y espíritu, poniendo en cuestión el insos– layable problema antropológico de la es– piritualidad e inmortalidad del alma. No son flojas estas objeciones al siste– ma de Teilhard. Sin embargo, he acepta– do plenamente y con entusiasmo la tesis central de que nos hallamos en un mundo que se está haciendo en sus diversos es– tratos. Y más especialmente en el estrato humano. En este estrato, sentenciaba Teilhard, la cosmogénesis se dirige hacia el Punto Omega en Cristo, con el logro de la plena personalización humana o ha– cia el punto negro del nihilismo desper– sonalizante por la masificación de la multitud, sociológicamente manipulada. Esta perspectiva del futuro me ha hecho recordar la obra de Nicolas Ber– diaeff: Una nueva edad media (Barcelo– na, Apolo, 1938 8 ). Es dudosa la validez del título del libro. Pero no su ilumina– do intento de mostrar el tremendo dua– lismo de nuestra hora con el que cierra el libro. Para interpretar con justeza sus palabras hago notar que tenía ante sí la tragedia de su pueblo ruso que oficial– mente se había declarado contra Dios. «El pueblo ruso, escribe Berdiaeff, ha demostrado el resultado-límite de cier– tas ideas. Pueblo apocalíptico, no pue– de realizar un reino humanitario de tér– mino medio; no puede realizar más que lafraternidad en Cristo o la camarade– ría en el Anticristo... El pueblo ruso ha planteado este dilema con una potencia extraordinaria ante el mundo entero.» Grandes temas de reflexión para un pen– sador cristiano consciente de su respon– sabilidad en esta hora. Ante esta cosmogénesis tan sugestiva, se muestra en verdad muy raquítica la vi– sión del cosmos clásico, asimilada en de– masía por la escolástica medieval. Ha sido éste uno de los casos en que el pen– samiento cristiano ha marginado sus raí– ces bíblicas, saturadas de historia y abiertas al futuro, para hacer suyo el in– temporal cosmos griego, mundo que tie– ne su eje mental en las esencias y espe– cies inmutables frente a la historia y a la existencia concreta, siempre muy en se– gundo puesto dentro del pensamiento clásico, especialmente en su última épo– ca, la del neoplatonismo. Y qué asimila– ción sin crítita de este neoplatonismo al copiar, recopiar y comentar al supuesto San Dionisio Areopagita. Muy bien que los monjes de Solesmes anuncien la labo– riosa, «benedictina», edición paralela de sus traducciones: L' une des sources prin– cipales de la pensée théologique des éco– les d' Occident. El historiador de las ideas tiene a su vez que añadir: «Por su carencia total de sentido histórico, una de las fuentes primarias de por qué el pensa– miento cristiano se desentendió de la fuente bíblica de la historia salutis, para optar por la organización sistemática de su saber». Sistema frente a historia. Filo– sofía griega frente al saber sapiencial bí– blico. Cosmos frente a cosmogénesis. En mi trabajo de reflexión sobre el contraste histórico y actual entre cosmos y cosmogénesis ya en 1965 intenté dar un primer esbozo de estas ideas en un estu– dio sobre Juan XXIII: «El Orden Eterno y el Orden Nuevo en la dinámica históri– ca actual según la Pacem in terris» (Estu- Convento-colegio donde Enrique Rivera de Ventosa fue alumno de Filosofía de 1929 a 1932 y posteriormente profesor de 1945 a 1953 34/ANTHROPOS 122/123 dios Franciscanos, 66 [1965] , 73-90). Veía en esta encíclica un espíritu muy distinto al sistemático medieval y más conforme con el pensamiento bíblico. En dicho artículo distinguía entre el «ordo factus» y el «ordo faciendus». Y advertía que tanto el mundo clásico como el mun– do medieval tenían por tema comprender y realizar el «ordo factus», dispuesto por el Hacedor, mientras que el hombre mo– derno se preocupa más bien de crear un orden nuevo frente a todo orden estable– cido. Hace patente este contraste su concep– ción distinta de la libertad. Ortega y Gas– set, que resume en este punto al hombre moderno, describe la vida en cuanto li– bertad, como un gerundio, como un «fa– ciendum». La vida, novela o drama, la tenemos que ir componiendo y ejecutan– do, porque nada se nos da hecho. Todo nos lo tenemos que hacer. Hasta la nor– ma que debe guiar a la humanidad en su despliegue histórico la tiene que ir pro– poniendo el hombre al filo de los días y las horas. Muy otro es el concepto de libertad propuesto por el pensamiento de la Edad Media. San Anselmo, al ponerse en mar– cha la gran escolástica, da esta definición de libertad que hizo suya J. Duns Escoto: «Facultas servandi ordinem propter seipsum». Según la mentalidad que esta definición refleja el hombre tiene ante sí un orden como lo tiene la estrella y el ár– bol que florece en este abril en que escri– bo. Pero mientras la estrella y el árbol cumplen su orden respectivo con serena necesidad, el hombre libre puede acatar– lo con humilde ejecución o puede recha– zarlo con satánica protesta. Es esta una sabiduría eterna que lleva en sí un mar– chamo de validez. Pero hay que recono– cer que es igualmente una concepción manca y antibíblica. Nunca debió olvi– dar el pensamiento cristiano que la pri– mera página bíblica nos habla de que Dios dejó las cosas «a medio hacer». Pi– dió, para completarlas, la colaboración del hombre. Y no sólo para eso tan pri– mario como es la transmisión del don de la vida, sino para que creara nuevas fuentes de beneficios que mutuamente deberían darse y redonarse_ Comple– mento de esta primera página es toda la historia bíblica en la que el hombre apa– rece siempre de camino. Pues bien; ante esta magnífica perspectiva bíblica pien– so que ha sido una idea genial de Teil– hard el haber empalmado con este mun– do bíblico a medio hacer. Y con el inten– to de sacarle de su modorra atávica, pide Teilhard al pensamiento cristiano que colabore a la cosmogénesis en Ciisto, impulsando a la humanidad hacia el Punto Omega. Nueva tentación me viene de comentar

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