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ANÁLISIS E INVESTIGACIÓN años de mi formación intelectual. Con la distinción escolástica bien precisa entre amor de concupiscencia, por el que se busca el bien en beneficio propio, y amor de benevolencia, por el que se de– sea el bien en beneficio del amado, pare– cían resolverse todas las cuestiones refe– rentes al amor, tanto humano como divi– no. La Ethica de V. Cathrein, texto mío escolar por partida doble, en el curso fi– losófico dentro de mi orden y en la Uni– versidad Gregoriana, aduce esta división del amorpara exponer en qué sentido el hombre está obligado a amar a Dios. Igualmente mi texto de teología, J.M. Hervé, Manuale Theologiae Dogmati– cae, III, p. 345 (París, 1929), explicaba la caridad teológica, contraponiendo el amor de benevolencia al amor de concu– piscencia. Se apoyaba en Santo Tomás, quien, sin embargo, prefiere oponer al amor de concupiscencia el amor de amistad (Summa Th ., 1-11, 26, 4). J.M. Hervé aúna ambos amores, el de bene– volencia y amistad, definiendo a la amis– tad: «mutuus benevolentiae amor». No es insustancial esta doctrina so– bre el amor, pero me sabía a poco. Du– rante largos años he buscado cómo lle– nar este mi vacío intelectual en el cono– cimiento de la vida afectiva. Esto me era tanto más acuciante por cuanto en los li– bros místicos el tema del amor en sus di– versas vertientes se me ofrecía como manjar diario. Recuerdo sólo un título: Triunfos del amor de Dios por Fray Juan de los Ángeles. Buscando un Santo Tomás puesto al día, acudí a los dos volúmenes del Card. Mercier, Psychologie . Pero vuelvo a leer lo que ya sabía: que se da un amor desinteresado y otro interesado. Y aña– de Mercier literalmente: «Les scolasti– ques appelaient celuici amor concupis– centiae, celui-la amor benevolentiae vel charitatis, charité» (11, Louvain, 1923, p. 180). Mayor orientación obtuve de la lectura de J. Frobes. Ya en su Psycholo– gia Speculativa (11, Friburgo Br. , 1927, pp. 143-155) dedica unas páginas al análisis de los afectos superiores. Dejan estas páginas entrever la complejidad de la vida afectiva. Para una ampliación re– mite a su Tratado de Psicología Empíri– ca y Experimental (tr. esp., 11, Madrid, 1929, pp. 289-375), donde en largas pá– ginas se estudian la emoción y el senti– miento. En un estilo pesado, propio de este autor, informa sobre las diversas corrientes que en la segunda década de este siglo afrontaban este tema. Por lo que a mí se refiere, la perspectiva com– plicada que a mi vista se presentó, me fue preparando para entrar con alguna orientación en la segunda etapa que fue de embrollo. Debo decir que en mi tra– vesía mental tuve que pasar por esta eta- AUTOPERCEPCIÓN INTELECTUAL pa y superarla. Sólo así llegó a recalar mi espíritu en mejor puerto. Como etapa de embrollo he calificado el segundo estadio de mi pensamiento en torno al amor, allá por la década del cin– cuenta al sesenta. Y en verdad lo fue. Me introdujo de lleno en ella la obra que hizo mucho ruido en los primeros dece– nios de este siglo. Fue escrita por el ma– logrado P. Rousselot, caído el 25 de abril de 1915 en una mala inteligencia de su servicio, con este título incitante: Pour l' histoire de l' amour au moyen áge (Beitriige Baeumker... , Münster, 1908). Me fue esta obra muy incitante al contra– poner el amor físico -griego- al amor extático -cristiano-. Nota primaria del amor físico sería la continuidad, has– ta llegar a la unidad en su mejor momen– to, entre el amor de concupiscencia y el amor de benevolencia o amistad. De tal suerte que el amor comienza siempre por desear el bien para sí mismo para culmi– nar en desear el bien para el amado. Piensa P. Rousselot que esta fue la con– cepción del amor que formuló Santo To– más. En el amor extático, por el contrario, la salida fuera de sí --ex-stasis- elimina de raíz el poder unir esta tendencia con el repliegue, más o menos egoísta, sobre sí mismo. Los místicos del siglo XII, San Bernardo y los victorinos, habrían defen– dido esta concepción que pasó en heren– cia a la escuela franciscana. Muchas objeciones se levantaron con– tra esta interpretación histórica del amor en la Edad Media. El amor físico apare– cía muy saturado del pensamiento griego y el amor extático, impregnado de misti– cismo cristiano, tenía poco en cuenta las exigencias de la naturaleza. Pedro Des– coqs, lnstitutiones Metaphysicae Gene– ralis (1, París, 1925, pp. 389-404) puso muy en relieve el unilateralismo de uno y otro amor. Pero su intento de síntesis tampoco halló acquiescencia Mi embrollo aumenta con la lectura, por las causas sabidas algo retrasadas, del estudio muy pensado de Z. Alszeghy, Grundformen der Liebe. Die Theorie des Gottesliebe bei dem hl. Bonaventura (Roma, 1946). Años más tarde, al juzgar la opinión de este investigador sobre el amor a Dios de San Francisco y San Buenaventura, personal en el primero e impersonal en el segundo, escribía en Estudios Franciscanos, n (1'97'1), 261: «Z. Alszeghy quiso dar un paso más so– bre el esquema bimembre de P. Rousse– lot,: amor-físico/ amor-extático. A la luz de la doctrina de San Buenaventura so– bre la caridad, llega a distinguir cuatro formas fundamentales del amor. Desdo– bla el esquema bimembre físico-extáti– co, y lo combina con otro igualmente bi– membre, personal-impersonal. De esta suerte surgen cuatro formas fundamen– tales: impersonal físico e impersonal ex– tático; personal físico y personal extáti– co. Pero tampoco parece que esta obra pueda darnos la clave para entender el problema del amor». Lo que en 1971 me parecía claramente insuficiente a la luz de la fenomenología, por mí intensa– mente cultivada, en el decenio del sesen– ta al setenta la lectura de dicha obra au– mentó mi embrollo, que me lo hacía sen– sible la p. 211, en la que, a cuatro columnas, se dan las cuatro formas fun– damentales del amor, propuestas por Buenaventura, Dionisio Areop., Abelar– do y Tomás de Aquino. De esta fermentación de ideas vino a quedarme patente el hondo sentido per– sonalista del amor cristiano . Lo expuse ya en mi comunicación a la IV Semana Española de Filosofía, en abril de 1961. «Junto a esta imagen, silente y quieta, hice cinco cursos de Humanidades, bulliciosos y felices, 1923-1928» 122/123 ANTH ROPOS/25

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