BCCCAP00000000000000000000451

ANÁLISIS E INVESTIGACIÓN AUTOPERCEPCIÓN INTELECTUAL Justino proclamaba que la semilla del Logos se hallaba plantada en toda alma que aspira a la verdad. Es sabido que el mundo laico de hoy no hace camino por esta senda de luz. Pero más que el hoy del momento, debe interesarnos la histo– ria milenaria de la humanidad. Y esta sí que ha hecho largo camino por el sende– ro luminoso que alumbra el Logos. San Justino veía andar por él a la mejor sabi– duría griega. Y cuantos tenemos alta idea de la Providencia de Dios, pensa– mos que esta Providencia ha hecho lucir su Verbo Eterno en esas literaturas sa– pienciales que tan venerandas nos siguen siendo por ser la respuesta a ese maestro interior que es, perenne maestro de la humanidad. Hasta el refranero popular ha llegado este magisterio. Y ha quedado dulcemente reflejado en la palabra ilu– minada de la anciana madre, la cual, des– de su sillón de impotencia, departe las últimas y más clarividentes enseñanzas de su vida. Igualmente Santo Tomás enseña, en su estilo límpido y preciso, esta misma doctrina. Lo hace en su tratado De ma– gistro, quaestiones de veritate, XI, al preguntarse de quién podemos aprender. Apena que este tratadito no haya sido co– mentado y hecho vital en nuestros días. Merece mayor estima. Por lo que toca a nuestro tema, nos limitamos a resumir la doctrina del doctor. Ante todo recoge– mos una definición de ciencia que vale por un libro: «descriptio rerum in anima». Parece esta definición calcada en la fenomenología actual con su feliz retorno a las cosas. Pues bien; para que las cosas reales vengan a describirse en nuestra alma, puede ayudar el maestro exterior, dice el doctor de Aquino, pero sólo a la luz de los primeros principios que la mente se ha formulado a sí misma en virtud de la luz de la inteligencia. Como esta luz de la inteligencia viene a ser una cierta semejanza de la Verdad In– creada, síguese esta conclusión que, por su importancia, citamos tal como la es– cribió el mismo Santo Tomás: «Solus Deus est qui interius et principaliter do– cet» (Quaest., XI, a. le). Este transparente texto tomasiano nos introduce hasta el último hontanar del conocer y, por consiguiente, del lenguaje. Con él en la mano ya pode– mos responder con actitud aquiescente a M. Heidegger, quien nos pide vigi– lancia ante el paso del ser. También se nos hace sumamente claro por qué esa sabiduría de lo alto ha quedado embal– sada en los libros sapienciales, en los múltiples refraneros de los pueblos y que tiene su casero remanso en esos consejos maternos , que son ·1uz dara para los momentos oscuros de la vida. Últimamente, ante el alza de la lin- güística de hoy, he tomado conciencia de que este conocer y el lenguaje que de él se deriva se hallan a años luz del lengua– je estructural de F. de Saussure o del es– pecular y naturalista de L. Wittgenstein, etc. Hoy la ciencia del lenguaje va, en gran parte al menos , por el camino de la ciencia positiva. Pero las verdades, que han guiado a la humanidad durante mile– nios y serán en su futuro estrellas que la orienten, no sufren el control de la cien– cia positiva por ser perenne reflejo de la Luz Eterna. Sobre este contraste, impre– sionante y aleccionador, expondré mi perspectiva en el próximo y último apar– tado de la primera idea clave de mi vida mental. Quedan expuestos tres de los cuatro momentos por los que ha pasado mi mente al ir haciendo su verdad. En el cuarto y último momento me he hecho cuestión de cómo se llega respectiva- Vista de Toledo, El Greco mente al conocimiento sapiencial y al fi– losófico-científico. Como es sabido, a esta cuestión se le han dado muchas y contrarias respuestas. Teniéndolas pre– sentes, voy a exponer con precisión y diafanidad la mía. Tal vez no tenga más mérito que la de ser muy meditada. Un hecho muy conocido en la cultu– ra española nos introduce en la entraña de esta cuestión. Aludimos a la diversa interpretación de que ha sido objeto el gran pintor al que llamamos El Greco. G. Marañón, Elogio y nostalgia de To– ledo (Madrid, Espasa Calpe, 1951, pp. 117 ss.) aborda frontalmente la diversa actitud de los doctos y el pueblo ante las obras pictóricas del mismo. Con un acotamiento al P. Sigüenza pone en máximo relieve esta discrepancia entre doctos y pueblo: «De un Domenico Gre– co, que ahora vive y hace cosas excelen– tes en Toledo, quedó aquí [en-El Esco– rial] un cuadro de San Mauricio y sus soldados... No le contentó a su Majestad; y no es mucho porque este pintor con– tenta a pocos [doctos] ... Lo hecho con afeite y apariencia puede engañar al sen– tido ignorante y con ello se contenta a los poco considerados e ignorantes». Un hiriente contraste brinda aquí el P. Sigüenza entre los pocos que son doctos y los muchos que son poco con– siderados e ignorantes. Traducido al lenguaje de hoy: entre intelectuales y pueblo. Lo más chocante en el desarro– llo de este hecho histórico es que la his– toria del arte ha dado la razón a los poco considerados e ignorantes que eran mu– chos, frente a los pocos que, como doc– tos , sabían mucho. Con su autoridad de crítico de arte, J. Camón Aznar, Joyas de la Pintura Religiosa. La Virgen (Bar– celona, 1929, n. 38) constata también este hecho histórico: «Parece natural que su pintura, dados sus altos valores espirituales, fuera gustada singularmen- te por los selectos de su época. Sin em– bargo, no fue así. Fue el pueblo... que no sabía nada de humanidades y sí mucho de amor divino, el que más lo compren– dió y para el que trabajó el Greco». Difícilmente podría ponerse en mayor relieve ese tenso contraste que el pensa– miento moderno ha establecido entre la intuición y el concepto. Perspicazmente lo expresó H. Bergson en esta línea: «11 faut qu'elle (la métaphysique) transcen– de les concepts pour arriver a l 'intui– tion» (lntroduction a la métaphysique. Oeuvres Compl. , París, 1965, p. 1.401). Pues bien, H. Bergson, al multiplicar en esta obra suya los ejemplos literarios para hacer sensible el procedimiento in– tuitivo frente al meramente racional o conceptivo, pudo haber citado con ma– yor motivo la discrepante interpretación de las pinturas del Greco, dada por el ra– zonar de, los doctos. -y por,.el .i~tuir del pueblo. Bergson contrasta, en verdad, la intuición y el concepto en sujetos par- 122/123 ANTHROPOS/21

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz