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ANÁLISIS E INVESTIGACIÓN AUTOPERCEPCIÓN INTELECTUAL pientia christiana», pedagogía excelsa para iluminar y conducir al pueblo fiel. También con esta ocasión vino a ple– na luz mi convencimiento de que este sentido sapiencial y pedagógico agusti– niano hay que extenderlo a toda la gran patrística cristiana. En uno de mis estu– dios que publiqué en dicho año, «El pen– sador cristiano de hoy ante San Agustín» (San Agustín, meditación de un centena– rio, ed. J. Oroz, Salamanca, 1987), escri– bí: «El historiador de las ideas puede sentenciar que los 400 volúmenes de la colección patrística Migne pudieran re– sumirse en la palabra que venimos co– mentando y a la que ahora tan sólo hay que añadir un adjetivo. Tendríamos así esta fórmula: paideia christiana». En verdad, todos los Santos Padres, al mo– ver su pluma o discursear en sus homi– lías, no tenían otro intento que enseñar a su pueblo a ser cristiano. En primer tér– mino, San Agustín, y observando el con– traste con esta actitud patrística, añadía: «Esta paideia cristiana, aunque sólo sea por la mole de sus escritos, la arrumba, sin mal intento, Tomás de Aquino, al de– clarar éste que la sacra doctrina -lo que hoy llamamos teología- es antes especulativa que práctica» (p. 134). Es cierto que San Buenaventura, amigo de Santo Tomás aunque consciente de sus mutuas divergencias, mantuvo firme el sentido primariamente práctico de la teo– logía que no es tanto ciencia especulati– va cuanto sapiencia vital. Abordé fron– talmente el tema en mi estudio: «Dios como "vivencia" y como "concepto" en M. de Unamuno (pronunciado en Socie– dad Española de Filosofía, Madrid, 17- 4-1986, y publicado en Naturaleza y Gracia, 23 [1986] 227-282). En él inten– té hacer ver que M. de Unamuno vitalizó en demasía el pensamiento hasta llegar a volatilizar el concepto. Pero esta falta de equilibrio pone más de relieve la necesi– dad de que lo teórico se ponga al servicio de la praxis. Este fue el programa de San Buenaventura que detenidamente quise hacer ver en mi estudio. Para esta menta– lidad parece haber llegado su hora. El Vaticano II cita en nota a este doctor me– dieval como modelo de una profundiza– ción vital de la doctrina cristiana. Lo mismo ha intentado el docto teólo– go Olegario González de Cardedal en Misterio trinitario y existencia auténti– ca. Estudio histórico teológico en torno a San Buenaventura (Madrid, 1966). Pude constatar que este estudio se estaba elaborando antes del Vaticano 11, en 1961, pues durante mi estancia en Mu– nich en dicho año mantuve coloquios con el estudioso teólogo en el Grah– manninstitut de la Universidad de Mu– nich. El profesor Dr. M. Schmaus, direc– tor y maestro -de Olegario González, em- pujaba por esta dirección hacia un pen– samiento cristiano sapiencial y pedagó– gico. A lo dicho sobre la tensión entre filo– sofía y sabiduría puedo añadir que M. de Unamuno vivió de un modo crispado esta tensión, más punzante aún al vincu– lar la filosofía con el saber meramente científico. En un estudio traducido al ita– liano por Renato Passeri para Incontri Culturali (Roma, 1 [1968] 319-330), al que titulé: «Cultura e coesistenza ne! pensiero spagnolo contemporaneo», puse de relieve aquel pasaje de Unamu– no en su obra, Del sentimiento trágico..., donde contrapone, en las principales len– guas modernas, ciencia a sabiduría: «science-sagesse; Wissenschaft-Weis– heit; knowledge-wisdom». Con estas pa– labras denuncia el espíritu que se llama sabio en el mundo intelectual de hoy, pero que ignora la verdadera sabiduría. Con tanto contraste percibe esta tensión Unamuno que no duda en sostener que hoy el «sabio» es quien menos entiende de «sabiduría». Es este aserto un terri– ble mazazo a esa presuntuosa ciencia que con K. Popper se atreve a profeti– zar que la moral del siglo XXI la dictami– nará sólo ella. Si ahora se recuerda que según los mejores pensadores la moral es la parte más excelsa de toda sabiduría, se comprende en su justo sentido el reto de Unamuno: «Que inventen ellos». Él mis– mo lo comenta con estas frases agudas: «Expresión paradójica a la que no renun– cio... Ellos, a la ciencia de que nos apro– vecharemos, nosotros, a lo nuestro» (II, Madrid, Aguilar, p. 981). Eso nuestro que debemos llevar a Europa, des-almada en su saber científico, es la excelsa y abnega– da moral del quijotismo. En mi libro Unamuno y Dios (En- Enrique Rivera de Ventosa con sus padres cuentro, Madrid, 1985) dediqué a este tema el capítulo final: «España y Europa cuestionadas por M. de Unamuno». Lo más substancioso de este capítulo es el apartado en que se comenta el lema del filósofo italiano M.F. Sciacca: «Il Cava– lliere vivo di questa Europa morente». (Con ocasión de su muerte presenté una semblanza de este gran hispanista en Cuadernos Salmantinos de Filosofía, 2 [1975] 411-425.) Hiela a Europa su cien– cia, pero M. de Unamuno quiere que sur– ja de nuevo el quijotismo para reagrupar a los hombres del ideal eterno frente al positivismo a ras de tierra en que se vive hoy. El mismo gran hispanista italiano dio nombre a esta reagrupación: «.Asso– ciazione Don Quijote de la Mancha per la salvezza del!' Europa». Apena que tenga que ser un pensador de la hermana Italia quien sienta con tanta hondura esta filosofía de la historia de España, muy poco aceptada aquí por los unos y por los otros; tanto por la banda derecha como por la izquierda. Pero es hora de tomar conciencia de ello. Nunca mejor coyun– tura que el centenario de 1992 que nos recuerda el máximo quijotismo del pue– blo hispano, cuya grandeza no puede quedar menguada por sus mismos fallos. En verdad hay que reconocer, al mirar atrás, que se ha dado un gran salto desde las sabidurías antiguas hasta la sabiduría humanísima de Don Quijote. Que este salto tan atrevido haga ver a todos que el saber científico es muy tardío y, lo que es peor, muy unilateral y deficiente. Esto sea dicho pese a su tiesa convicción de juzgarse saber por el saber. Más radical y revolucionario fue «mi hacer la verdad» en el tercer momento. Y debo confesar que un filosófo tan de– claradamente laico como M. Heidegger me ha incitado a reflexionar con mayor 122/123 ANTHROPOS/19

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