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EDITORIAL La profetisa María lo elevó a cenit de plenitud cuando su palabra al mensaje del cielo fue en verdad una respuesta. Respuesta tan efi– caz que a ella siguió el hecho central de la historia: [...] y el Verbo se hizo carne. Palabra que transustancia la Historia y abre el camino de la esperanza definitiva. Un porvenir tránsito, anunciación y Eucaristía, plenitud de los tiempos ... , donde toda libertad as ienta su proyecto. Vida y pensamiento entrañablemente vi– venciados, Gracia y Presencia que vibra en una comunión fu– siva y religante que nos abre el destino más allá de la tempo– ralidad y de la historia. E. Rivera, un pensador cristiano que hoy puede contemplar su siembra colmada en plenitud de fru– tos, porvenir de nueva siembra y cosecha, toda una vida que investiga su figura y destinación... Y deja inmensas huellas, vestigios e imágenes de una senda que conduce indefecti– blemente a la morada secreta... , donde todo Bien habita. María de Nazaretde Murillo 16/ANTHROPOS 122/123 Finalizamos con estas bellas palabras de la conclusión de su obra Presupuestos filosóficos de la teología de la historia que dice: «Desde mi modesta condición de filósofo he inten– tado poner una piedra en esta Nueva Ciudad de Dios del si– glo XX. La bóveda majestuosa debe ponerla una iluminada teología de la historia». Y nos dice R. Dieste «Alas se nos dan con la palabra». Y a quien tiene ansia de fijarla y esquemati– zarla, se le seca el jugo y el espíritu, pero siempre hay que re– clamar la vitalidad para ella, de la fe y de la caridad. Palabra viva, abierta en los profetas y poetas, inspiración divina que recrea la memoria de una tradición, de una senda que encamina hacia una aurora indefectible. Pero hay también otro momento , y éste sí eterno y que no se repi– te aun cuando se repita , en que el amor estalla de evidencia crea– dora, en que la Caridad estalla de Fe Esperanzada, en que no pue– de más , Señor, con tanta Intriga, en que todas las campanas cla– man , en que la gran Iglesia de palomas silvestres grita, grita, grita en el corazón, y fantasea de nuevo , y ve la luz de la palabra here– dada, ¡heredada sin testamento! , sin antiguo ni nuevo testamento, ve la libre fidelidad nativa y se sorprende de lo sucedido, de lo que sucede. ¡Ve el suceso, la Iglesia sucesiva! Y apenas puede gritar ¡credo! de espanto al contemplar con evidencia lo que está suce– diendo, lo que se está agrupando , lo inescrutable que se trama , el recelo que se organiza, la bendición que se estipula, las camisas de fuerza, cada vez más sutiles con que va a ser aprisionada otra vez la fe, la fe de cada día, la revelación cotidiana, las trampas de hu– mildad obligatoria con que va a ser de nuevo intrigada la humildad, la libre humildad, que es como decir gracias a la luz que nos orien– ta. Oigo decir: cierra los ojos, hijo mío , que yo te llevaré de la mano. iDios mío, auxíliame, dame fortaleza , acude , acude , no me dejes cerrar los ojos , oriéntame antes de que me tomen de la mano los que no tienen confianza en el sol que nos alumbra, ni fe en la re– velación cotidiana, los que temen por el grupo y aplazan siempre, siempre, siempre , siempre, siempre, siempre, siempre -¡ya está visto, siempre!- la mañanita clara, claramente imperiosa, de lapa– loma silvestre, de nuestro espíritu enamorado del Santo Espíritu! [R . Dieste, La Isla. Tablas de un naufragio.] Palabras que arrebatan la vida y la empujan hacia lo alto. Amor que estalla en evidencia creadora, Caridad que fulge en Fe esperanzada, mañana que crea «Nuestro espíritu enamorado del Santo Espíritu». Encuentro y diálogo, amor y trascenden– cia, persona y tránsito en una otredad siempre amanecida. En el hondón de una razón discursiv a habita siempre una razón poética. Sólo en las entrañas palpita la vida. Ése es el lugar de su revelación, su centro, el interior de un bosque secreto don– de en el silencio se escucha la última palabra. No en vano dice García Bacca «todo pensamiento es necesariamente metafó– rico». Desde una profunda memoria de la historia, el horror se transfigura en esperanza, la muerte en vida, la nada en afir– mación de la forma y la figura, la experiencia en sabiduría, el caminar en amor y encuentro que culmina en una resurrección eucarística. Una comunión del espíritu en que la vida se afirma indefectiblemente. He aquí el sentido de la obra y el quehacer intelectual de E. Rivera. Todo es Gracia y Libertad.

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