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COMUNICACIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL ha quedado rezagada porque las sobera– nías nacionales han prevalecido sobre el acceso a las soberanías personales; por– que, hasta ahora, la estabilidad y la segu– ridad han sido el condicionamiento cul– tural y la inestabilidad se ha concebido como algo negativo que debe superarse. El riesgo se ha confundido con la impru– dencia y los hábitos y tradiciones se han defendido como senderos indiscutibles. La acción implica la aceptación del ries– go de equivocarse. [.. .] La utopía es, pues, una dimensión radi– cal de la vida. No hay historia sin utopía. Es más: no hay biografía sin utopía, por– que es una gran distinción antropológica. Sólo la mente humana es capaz de ir, ili– mitadamente, más allá de su circunscrito espacio biológico. «Podemos dominar nuestro futuro beneficiándonos de la li– bertad inherente a los cambios y transfor– maciones que tienen lugar en la naturale– za y la sociedad», ha escrito Ervin Laszlo. En mi introducción a su libro Evolución, me expresé en términos que pueden ser la conclusión de estas digresiones: «Frente a lo que es, considerado en términos estáti– cos e inamovibles, se acentúa la impor- tancia de lo que se está siendo en cada momento, de lo que se será ulteriormente, tanto material como socioculturalmente. Sólo investido de convicciones de supera– ción, de disconformidad frente a los lími– tes estrechos, puede el hombre cumplir su mayor compromiso: configurar el devenir en la justicia y libertad. Esta es la gran ta– rea de la comunidad intelectual: la de ofrecer perspectivas de evolución creado– ra en lugar de facilitar el camino a intere– ses económicos insaciables o a medios de intimidación intolerables... La responsa– bilidad es personal y el enfoque de la evo– lución creativa devuelve a cada mujer y a cada hombre el protagonismo que su in– mersión en la colectividad le ha sustraído. El hombre no es espectador sino actor de tales acontecimientos y de su propio de– venir. El destino no es una fatalidad. Al menos, puede no serlo. Y esto constituye nuestra gran esperanza y nuestra gran tur– bación». [De «La utopía necesaria», de Federi– co Mayor Zaragoza, en Heterodoxia. Trimestral de Pensamiento Crítico y Ex– travagante, n.º 12, octubre-noviembre– diciembre, 1990.] LA ACTIVIDAD DE CENTROS E INSTITUCIONES La ciencia a nuestro alcance Las Bases de Datos del CSIC ponen a disposición de la Comunidad Científica los resultados de la investigación publi– cada en revistas españolas. Durante siglos los libros cumplieron la función de difundir las investigacio– nes, descubrimientos y avances científi– cos que se iban produciendo en un mun– do en el que saber leer y escribir era ya un lujo al alcance sólo de unos pocos. En 1660 se edita en Francia la primera revista científica: Le lournal des Sa– vants, pronto ve la luz en Inglaterra Phi– losophical Transactions, extendiéndose poco a poco este tipo de publicaciones que ya a finales del siglo XVIII alcanzan el centenar. El siglo XX va a consagrar la publica– ción periódica como instrumento privi– legiado para la transmisión del conoci– miento científico, ya que es también en este siglo en el que se produce un mayor crecimiento de la investigación científi– ca. Por poner un ejemplo, el número de científicos en los Estados Unidos, que era a principios de siglo 100.000, alcan– za en 1960 la cifra de un millón. Este crecimiento de la actividad cien– tífica va exigiendo instrumentos mucho más ágiles para la difusión de los traba– jos que realizan los investigadores, ya que es importante que el conjunto de la comunidad científica conozca las activi– dades que en cada área del conocimiento se van desarrollando adaptándose mejor las revistas a estas necesidades. El crecimiento del número de revistas (actualmente se publican cerca de 200.000 títulos en el mundo) que por una parte permite la difusión de las experien– cias y conocimientos acumulados, des– borda, por otra, la capacidad de los cientí– ficos para acceder a ellos, incluso aunque se dediquen a esta tarea con preferencia sobre cualquier otra. Esta es la razón por la que comienza a plantearse la necesi– dad de resolver los problemas derivados de la denominada «explosión de la infor– mación», investigándose nuevas fórmu– las para que el conocimiento científico se encuentre disponible, utilizable y ac– cesible para la comunidad científica en particular y para las naciones y los pue– blos en general. En este contexto surge la actividad científico-informativa, que tiene por ob– jeto reunir, procesar mediante el análisis y la síntesis, almacenar, recuperar y di– fundir la información. La aparición de los ordenadores sirvió como apoyo im– portante al desarrollo de esta actividad, ya que posibilitaban el almacenamiento de grandes cantidades de información que podía recuperarse fácil y rápidamente. La industria de la información se con– figura en nuestros días como sector eco– nómico de gran importancia, mientras que las tecnologías avanzan cada vez más en el sentido de acercar la informa– ción a los usuarios. El Consejo Superior de Investigacio- 122/123 ANTHROPOS/1 69 nes (CSIC), consciente de la importancia de la información dentro del ciclo de la actividad científica y siguiendo las di– rectrices de la UNESCO, difundidas por el Programa General de Información, decide en la década de los setenta, reco– pilar la producción científica publicada en revistas españolas especializadas en todas las áreas del conocimiento, para facilitar su posterior difusión pública por medio de Repertorios Bibliográficos y Bases de Datos, complementando la labor de almacenamiento y difusión de otras instituciones españolas. Los Institutos de Información y Docu– mentación del CSIC: ICYT (Instituto de Información y Documentación en Cien– cia y Tecnología), IEHDC (Instituto de Estudios Históricos y Documentales so– bre la ciencia) e ISOC (Instituto de In– formación y Documentación en Ciencias Sociales y Humanidades), han sido los encargados de llevar a cabo esta tarea, cada uno en su área de especialización temática, creándose así tres bases de da– tos que ofrecen información referencial de toda la literatura científica publicada en revistas españolas. ICYT: se inicia en 1979, cubriendo las siguientes disciplinas: Agronomía, Astronomía, Astrofísica, Ciencias de la Vida, Ciencias de la Tierra, Ciencias del Espacio, Farmacología, Física, Matemá– ticas, Química y Tecnología, con un vo– lumen de 56.473 referencias bibliográfi– cas correspondientes a 474 publicacio– nes periódicas. IME: se inicia en 1971, especializán– dose en Biomedicina, con un volumen de 128.650 referencias bibliográficas co– rrespondientes a 321 revistas médicas españolas. ISOC: se inicia en 1976, cubriendo las áreas temáticas de Economía, Sociolo– gía, Ciencias Políticas, Ciencias Jurídi– cas, Ciencias de la Educación, Psicolo– gía, Urbanismo, Bellas Artes, Ciencias Históricas, Geografía, Lingüística y Ciencia y Documentación Científica, con un volumen de 120.262 referencias bibliográficas de 1.254 títulos de re– vistas. En 1985 el CSIC pone en marcha el Programa de Informatización de Biblio– tecas, con el propósito de elaborar los Catálogos Colectivos Automatizados de Libros y Revistas de sus 87 bibliotecas. El Catálogo Colectivo de Revistas está ya completamente automatizado y puede consultarse en la base de datos CIRBIC-Revistas, que contiene 29.245 referencias de los títulos de revistas exis– tentes en los fondos de las bibliotecas del CSIC. El Catálogo Colectivo de Libros, to– davía en curso, constituye la base de da– tos CIRBIC-Libros, que incluye ya los

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