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168/ANTHROPOS 122/123 en que predominaba el realismo social: en la actualidad se la considera pertene– ciente a la más alta expresión de la poe– sía gallega. Su producción en prosa comienza en 1936 con la aparición del libro El mundo y otras vísperas a la que siguieron, La his– toria del Caballero Rafael (1939), San Gonzalo (1945) que narra la historia de un monje-obispo de Mondoñedo que de– rrotó a los normandos rezando ave marías y otras que fueron recogidas en el libro Flores del año y pico de Ave (1968), El caballero de la muerte y el diablo (1956). También pertenecen a la literatura caste– llana Las mocedades de Ulises (1960) que supone un canto a la juventud y a la vida juvenil; El hombre que se parecía a Oreste (1969) y que fue premio Nadal en 1968, que trata el mito de Oreste con hu– morística humanidad; Viajes y fugas de Fanto Fantini della Gherardesca (1973), en la que relata la vida de un supuesto ca– pitán del siglo XV italiano; y el Año del cometa (1974), que supone una relativa novedad frente a sus otras narraciones al presentar como una invención lo que na– rra y no trata de concederle estatuto de ve– rosimilitud. (Merece reseñarse que fue Cataluña quien lanzó a Cunqueiro en el ámbito de habla hispana.) En 1955 editó en gallego Merlín e outras historias, en donde retoma la temática bretona (tan cara a la tradición de la literatura gallega) aunque galleguizada; Felipe de Amancia (narrador testigo y a veces protagonista) narra melancólicamente desde la vejez los años que pasó al lado del mago don Merlín, habitante de las tierras luguesas de Miranda; la novela es un conjunto de historias fabuladas donde el hermoso mago se relaciona con personajes tales como el rey Artur, doña Ginebra, en una atmósfera de magia y ensueño. Luego vi– nieron Las crónicas de Sochantre (1956), que relata los aconteceres de Charles Anne Guenolé, Sochantre de Pontivy que recorre el país bretón en una carroza de aparecidos. Le sigue Se o vello Sinbad volvese as illas (1961), Sinbad, de vida intensa, vivía retirado en Bolanda, como Scherezade, para mantenerse vivo apela a los sueños y trata de convencer a los de– más de la veracidad de éstos; cuando em– pieza a no creer en sus propias historias sucumbe al cuestionarse a sí mismo y al ser vencido por la brutal realidad; novela no exenta de un cierto lirismo y sensuali– dad donde la fantasía campea por sus fue– ros. Además de los mencionados libros de invención publicó unos libros en los que cuenta sus experiencias por tierras galle– gas como Escala de Menciñeiros (1960) en los que muestra un profundo conoci– miento de sus paisanos campesinos, de sus costumbres y supersticiones al descri– bir la función de los curanderos en Gali- COMUNICACIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL cia: Xente de aquí e acolá (1971) y O ou– trosfeirantes (1979) incide en los mismos temas de la Galicia rural. En Tesauros no– vos e vellos (1964) habla de los tesoros que según la tradición folklórica gallega se hallan ocultos en el subsuelo de Galicia y elabora una teoría mágica de la palabra como creadora de realidades. El escritor mindoniense también es– cribió teatro, entre cuyas obras merecen reseñarse O incerto señor don Hamlet (1958) basándose en las crónicas de Snurri Sturloson, que Cunqueiro consi– deraba un gran creador como Shakes– peare; el usurpador, el verdadero padre de Hamlet que tiene una muerte trágica; En la note vai como un río (1960), co– media poética con un fondo de guerra medieval, doña Inés busca su amor ideal, en el músico, en el capitán, en Mendiño, es una enamorada del amor y la obra ter– mina con un toque simbolista. En teatro de Cunqueiro la palabra poética adquiere una grandeza trágica. Cunqueiro, un auténtico sibarita, tam– bién fue un teórico culinario; escribió li– bros como La cocina cristiana en Occi– dente (1969), A cocina galega (1973) y Teatro venatorio y coquinario (1958) en colaboración con su amigo José M. Cas– troviejo y autor de numerosos catálogos turísticos sobre las ciudades y tierras ga– llegas. Aungue fue un buen escritor en caste– llano, Alvaro Cunqueiro se daba cuenta que cuando escribía en gallego estaba imbuido de la responsabilidad de estar creando de su pueblo y acaso por ello (aunque en su obra no se pueda leer una historia de la Galicia de su tiempo) sus logros son más genuinos y personales. Galicia era su reino, la tierra en donde su ser se enraizaba y la lengua gallega su expresión más acendrada. En el décimo aniversario de su muer– te, los hijos de su tierra le rinden home– naje a este epicúreo melancólico que fue Cunqueiro. Maximino Cacheiro Pensamiento utópico (principio esperanza) En los últimos años se ha repetido con cierta frecuencia que la utopía ha muer– to. Creo que esta aseveración se refiere más bien a que el individuo y la sociedad contemporánea en general parecen haber agotado sus recursos de imágenes y se encuentran un tanto desprotegidos ante la incapacidad de recurrir al pasado en bus– ca de soluciones para el futuro. Lo que a menudo se olvida es que el pasado suele ser válido como lección pero no como in– vención. La humanidad y el mundo de hoy necesitan una gran capacidad de in– vención. En momentos complejos, como los que estamos viviendo ahora, la imagi– nación --como decía Einstein- es más importante que el conocimiento. La reali– dad presente nos muestra cada día la ca– ducidad de las visiones del pasado. Los acontecimientos recientes de la Europa Oriental son un ejemplo extraordinario de todo esto. El desmoronamiento del co– munismo como utopía externa no signifi– ca la adhesión al capitalismo rampante, sino a la libertad que permita substituir utopías colectivas por opciones y aspira– ciones personales, por utopías individua– les, fraguadas en cada uno, transmisibles. [...] estamos en el inicio de una nueva era que precisamente por su complejidad exige más que nunca, no del control sino de la responsabilidad del individuo, de su irrestricta libertad de concepción, de su potencial creador, que múltiples enfo– ques antropológicos han subestimado y escindido en gradientes psicosomáticos. La utopía necesaria de hoy y del mañana es ajena a la rigidez de las construccio– nes del pasado, y no está ya centrada en la dialéctica reglamentada de un filósofo o en la certidumbre de un tecnócrata. La utopía o las utopías necesarias hoy van a tener que estar enraizadas en la versatili– dad y variedad de nuestro mundo, en el movimiento y cambio que caracterizan a la sociedad: en la inestabilidad inherente al libre albedrío, que hace que las con– vicciones se rehagan cada día, que da a las creencias el temple de fraguarse una y otra vez en el filo de las luces y las sombras, en el espíritu del hombre «en la comisa», en feliz expresión de Rof Car– ballo. [...] La utopía necesaria hoy es esa posibi– lidad y potencialidad de todo ser humano de trascender el momento, mejorar su circunstancia e incidir en su entorno de forma activa y constructiva. La utopía necesaria hoy está al alcance de todos y es el imperativo que poseemos todos los habitantes del planeta, en especial los que hemos tenido el privilegio de nacer y cre– cer en contextos más favorables. Es la obligación, yo diría, que tenemos de pre– meditar la acción con dinamismo, supe– rando y rompiendo las barreras de lo es– tablecido con el ímpetu de mejorar nues– tra condición de vida día a día, y de hacer posible que otros puedan llegar a mejorar la suya. [...] Formar para transformar. La educa– ción ha sido siempre la base de transfor– mación en todas las concepciones utópi– cas del pasado, y no puede dejar de serlo hoy en la configuración de la utopía ne– cesaria. Lo que no podemos pretender es que el acercamiento metodológico a la formación del ser humano actual sea el mismo que en el pasado. La educación

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