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Comunicación científica y cultural Álvaro Cunqueiro: un epicúreo melancólico El Dia das Letras Galegas se celebra este año en honor de Álvaro Cunqueiro. Fue instituido por la Real Academia Ga– lega para conmemorar el primer centena– rio de la publicación de Cantares galle– gos de Rosalía de Castro, que se conside– ra como la iniciación del rexurdimiento de l,a literatura y la cultura gallega. Alvaro Cunqueiro Mora nació en Mondoñedo en 1911, sede episcopal, ciudad donde fue ajusticiado el Mariscal Pardo de Cela por haberse resistido a la política de los Reyes Católicos y en donde residió Fray Antonio de Guevara, el médico poeta en gallego Leiras Pul– peiro y los poetas Noriega Varela, Aqui– lino Alvariño, Crecente Vega y Xosé M. Castro. Cuando nació Álvaro Cunqueiro, Mondoñedo era el centro de una vida ru– ral, de gentes de oficio y rodeada por montañas. En sus obras de creación Cunqueiro idealizaba a su ciudad (de la que llegó a ser cronista oficial) como una ciudad tan íntima como universal, más silenciosa que Verana; ciudad renom– brada por sus obispos y por famoso ca– ballar de San Lucas. Desde su primera infancia, su madre, doña Pepita, le contaba historias, le reci– taba romances y le cantaba, lo que esti– mulaba su dotada imaginación de niño. Su padre, el boticario don Joaquín, lo lle– va de caza, lo que junto con las estancias en las aldeas de sus abuelos, le familiari– za con la naturaleza y el hablar de los campesinos gallegos. Recordando estas andanzas ya de adulto, Álvaro decía que soñaba que conocía la lengua de las tru– chas, el deslizarse sinuoso de las angui– las y a veces que era un río por cuya boca salía el canto mismo que hacen las cas– cadas, tal como lo hacen algunos de sus personajes en cuentos y novelas, tan pró– ximos en su discurrir a lo que Lévi– Strauss nos cuenta del pensamiento sal– vaje. El tener que estudiar el bachillerato le obliga a trasladarse a Lugo (capital de provincia). Álvaro decía ya en su madu– rez que en los pasillos del instituto de Lugo se encontró con el mapa de don Domingo Fontán que supuso para él el gran encuentro con el país gallego. Lee en la biblioteca de Lugo y tiene acceso a la de los hermanos Calderón Correa, y lee los libros de una manera especial, por ejemplo, Berceo (que le encantaba) era para él un autor de libros de aventuras. En esta ciudad conoce a Luis Pimentel y al novelista Anxel Fole, que más tarde vuelve a encontrar en Santiago; a través de ellos le llegan las primeras lecturas de Rafael Alberti y García Lorca. Se matricula en la Facultad de Filoso– fía y Letras de Santiago en el curso 27- 28, en cuyas aulas no obtiene más que fracasos (paradójicamente esta universi– dad lo nombró Doctor Honoris Causa). Considera que su verdadera universidad son los libros que le prestan los amigos, principalmente García-Sabell y las char– las en el Café español. En aquel entonces le embelesaban Rilke, Paul Éluard, Bre– ton y sentía una especial predilección por la vida y obra de Max Jacob. Forma– ba parte de su grupo de jóvenes inquietos que luego serían famosos en su profe– sión: García-Sabell (médico ensayista), Maside (escultor), Seoane (pintor), Mar– tínez Barbeito (escritor)... Y su entraña– ble Francisco Femández del Riego (es– critor). Se sentía partícipe de una genera– ción galleguista y apoya el advenimiento del Estatuto de Autonomía con entusias– mo. Los comienzos de la Guerra Civil le cogen en Ortigueira y se convierte de re– pente en falangista y comienza lo que se denomina la «era azul de Álvaro Cun– queiro» y reniega de sus escritos en ga– llego. Empieza su carrera periodística, primero como colaborador del diario vi– gués El pueblo gallego, y posteriormen– te en el ABC (del que fue subdirector), La Noche, y el Faro de Vigo del que fue director durante muchos años. En 1947 (por motivos que no son ideológicos) cae en desgracia del Régimen. Se retira a su Mondoñedo, donde vive precaria– mente. Reanuda la amistad con los galle– guistas y su casi paisano, Femández del Riego, le anima a escribir en gallego. Aficionado desde muy joven a la lec– tura (¡con cuánta fruición leyó La isla del Tesoro!) las novelas del oeste le en– cantaban. En su temprana adolescencia escribió una novela de «indios» en la que los navajos (sus preferidos) den-otaban a los blancos y como tenían que hablar una lengua distinta, los navajos, nobles guerreros, hablaban en gallego y los blancos en castellano. Ya en Santiago la revista galleguistaNos, que había nacido en Ourense en 1920 (que significó mu– cho para Cunqueiro de la que era asiduo lector) y cuando se había producido una renovación de sus redactores; publicó un poema titulado Fiestra y luego vinieron O mundo e outras vísperas y una traduc– ción y notas de la primera elegía de Hol– derlin. Los poemas de García Lorca en 122/123 ANTHROPOS/167 gallego le causaron sumo agrado por su dulce delicadeza. Su primer poemario en gallego Mar ao norde (1932) es un ho– menaje al malogrado poeta gallego van– guardista Manoel Antonio, el autor de Catro a Catro, que también tiene como tema central el mar, un mar abstracto, in– ~óvil, cubista; en este primer libro de Alvaro Cunqueiro se puede rastrear las huellas de Alberti; el yo lírico del poeta casi desaparece hecho añicos por asocia– ciones de imágenes insólitas; siente el blanco y el negro (como dice su mejor estudioso Méndez Ferrín) como una pugna dolorosa y punzante (congoxas de craro-escuro / con afán de cristalidade). De 1933 datan dos poemarios que consa– graron definitivamente a Cunqueiro. El primero, Cantiga Nova que se chama ri– veira, que en un momento inicial la críti– ca calificó apresuradamente de neotro– vadoresca a la totalidad del libro, pero en el que se atisba un cierto neopopularis– mo procedente de Gil Vicente, García Lorca, y Rafael Alberti, sin por ello ne– gar la influencia de los autores trovado– rescos gallegos del siglo XIII (Peromeo– go, Martín Códax, Anes Solaz...) y ráfa– gas de surrealismo, y el segundo en Poemas do si e do non el surrealismo se acentúa, la imagen se hace más abstracta y hermética, con la casi elisión de los verbos y en donde se asoma una volun– tad de destruir el signo lingüístico. De– jando de lado su producción lírica en castellano salvo excepciones de escaso valor, en 1950 sacó a la luz Dona do car– po delgado en cuyos poemas la vena me– lancólica y pesimista se acrecienta y co– necta con el signo existencialista de la época; vuelven a estar presentes Manoel Antonio (al que rinde homenaje), los tro– badores gallegos y Frarn;:ois Villon, que para Cunqueiro tan bien sabía combinar la nostalgia y la canción en el famoso tó– pico Carpe diem, al que nuestro autor añade un cierto humor galaico; poemas, pues, delicados, y nostálgicos con algu– na nota de desesperación. El poeta y amigo de Álvaro Cunqueiro recoge una serie de poemas que van de 1950 a 1980 (actualmente se hizo una reedición am– pliada) en un libro que tituló Herba de aquí e da acolá (1950) dividido en dos apartados As historias e vellas sombras e novos cantos; en estos poemas Cunquei– ro n'1s proporciona un auténtico ejercicio de virtuosa intertextualidad, reinterpre– tando algunas de sus lecturas favoritas como La divina comedia, la lírica galle– go-portuguesa, la mitología clásica, las leyendas nórdicas, etc. La melancolía, sin atisbos de rencor, asoma por doquier «como una sombra que asombra» («a mitade de sen enterrar / pra que a outra metade se decate»). La poesía de Cun– queiro estuvo infravalorada en la época

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