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SELECCIÓN Y RESEÑA paisajísticas, y dotado de un halo exoticis– ta que, como se ha señalado, recuerda no poco a su compatriota Conrad, y preanun– cia el sentido heroico de la etnografía su– brayado por Susan Sontag respecto de Lévi-Strauss. Pero es cie110 que la obsesi– vidad neurótica, la hipocondría y la hipe– restesia que impregnan todo el diario, así como esos intermitentes estallidos de odio contra los nativos, que tanto ha escandali– zado a los fariseos de la antropología, re– tratan un Malinowski bien distinto del maestro consumado, del guía intelectual impasible y señero que reflejan sus libros. Es esto mismo lo que constituye el principal interés de este Diario de Cam– po, considerado hoy como uno de los textos cruciales donde las aporías del conocimiento antropológico se mani– fiestan en toda su crudeza. VOVELLE, Michel La mentalidad revolucionaria Barcelona, Crítica, 1989, 314 pp. , Serie General , 201 A través del estudio de una serie de fac– tores recurrentes en el período que va de 1789 a 1799 -el miedo, la violencia, la muerte, las masas, pero también el amor y la fiesta, la religión y el heroísmo--, el profesor Michel Vovelle consigue captar la prodigiosa mutación de las mentalida– des y de la sensibilidad colectiva induci– da por la Revolución francesa, que actuó como catalizadora de un lento proceso subterráneo de transformación secular. Durante el decenio revolucionario ma– duraron y florecieron novedades que no pudieron ser anuladas ni siquiera por una dura Restauración; cambiaron las relacio– nes cotidianas entre los hombres y tomó cuerpo para siempre la idea de la partici– pación colectiva e individual en la políti– ca, en la cultura, en la educación y en la construcción de una sociedad que se qui– so entonces libre, igualitaria y fraterna. POZZI , Gabriela Discurso y lector en la novela del XIX (1834-1876) Amsterdam/Atlanta, Rodopi, 1990, 167 pp., Teoría literaria: texto y teoría, 4 Los estudios literarios se han centrado normal y principalmente en el análisis de la emisión del mensaje y en el men– saje mismo, relegando la recepción a un segundo plano o al olvido. No se puede olvidar que el destinatario constituye una parte intrínseca del proceso de co– municación y es inextricable del texto: sin su estudio cualquier análisis alcanza sólo una validez parcial. El presente estudio se centra en el lec– tor implícito de cuatro novelas del siglo XIX: El donde! de don Enrique el dolien– te (1834), de Mariano José de Larra, Vida de Pedro Saputo (1844), de Braulio Foz, Pepita Jiménez (1874), de Juan Varela y Doña Perfecta (1876), de Benito Pérez Galdós. Han sido seleccionadas con el propósito de esbozar las diferencias entre los lectores implícitos de las diferentes épocas y de los diferentes subgéneros que representan cada una de ellas. Aun– que representa sólo el principio de una historia y descripción del lector implícito en la novela del siglo XIX, sugiere cier– tas conclusiones, válidas para las novelas analizadas, y cuya vigencia para otras obras de la época será confirmada o recu– sada por análisis posteriores. BAIXAULI, Manuel El escultor Moret (1910-1985) Valencia, Ediciones Generalitat Valenciana, 234 pp. Sin duda la tarea de recuperar, a través de un estudio sólido y pormenorizado, las figuras de artistas exiliados y, en consecuencia, poco conocidos entre no– sotros, es ya de por sí un quehacer do– blemente significativo. Tal ocurre con Enrie Moret (Sueca, 1910 - La Havana, 1985), escultor que ahora, a través de la monografía realizada por Manuel Bai– xauli, nos es redescubierto con puntual pormenor, tanto por la catalogación de su obra escultórica y por su perfil bio– gráfico como por el estudio y análisis que se recoge en la publicación editada por la Generalitat Valenciana. El cuidado volumen, prologado por el profesor y crítico J.A. Blasco Carrasco– sa, en sus más de doscientas páginas y con numerosas ilustraciones, expone paralelamente la trayectoria artística de Enrie Moret y su itinerario existencial, en medio de las implicaciones históricas que le tocó vivir. Junto a su obra escultó– rica - la más representativa- se estudia también su faceta pictórica y gráfica. El autor reivindica, en profundidad, el valor de la obra moretiana, tanto la reali– zada en España como la desarrollada en Cuba, hasta su muerte, hace justamente un lustro. R.C. MONTERROSO, Augusto Viaje al centro de la fábula Barcelona, Muchnik, 1990, 167 pp. Aparece ahora en España este libro es– caso del guatemalteco Augusto Monte– rroso (nacido en 1921), editado , por vez 122/123 ANTHROPOS/159 primera, en 1981 porla Universidad Na– cional Autónoma de México. Las varias entrevistas que hacen el li– bro -nada más a propósito que la entre– vista a un autor que piensa en ésta como en «el único género literario que nuestra época ha inventado»- no son más que un hábil pretexto para viajar, con como– didad y eficacia, al centro del alma del escritor y mostrar su pensamiento e ínti– mo quehacer literario. Escritor autodidacta muy a su pesar, cauteloso -«me aterroriza la idea de que la tontería acecha siempre a cual– quier autor después de cuatro pági– nas»- y, por ende, parco, Monterroso achaca su morosidad productiva (apro– ximadamente un libro cada diez años) a su invencible pereza. Prácticamente desconocido en Espa– ña, su estilo conciso - «si se logra que no se note afectado, la concisión es algo elegante»- , sencillo - «jamás he escri– to una frase "bella", ni me propongo ha– cerlo»- y cuidado, le ha dado justa fama en Iberoamérica, singularmente en Méxi– co donde se ha editado su obra toda. Habituados a una literatura tan com– prometida de usual como la hispano– americana, Monterroso, rara avis, afir– ma que «el único compromiso del es– critor es el de no publicar cosas mal hechas». Frente a autores que hacen de su oficio una suerte de alto sacerdocio, el guatemalteco asegura sin recato que «se debe escribir por juego, por diver– sión; que el escritor debe ser siempre un aficionado». Frente a los eternos buscadores de un estilo propio, Monte– rroso aboga por la permanente «inse– guridad, la aventura, o, como quiera que se llama...». De ahí, quizá, la po– quedad de su producción (apenas siete títulos componen su obra toda) y su fresco sabor. Gustoso lector de ensayos, cuentos o biografías. que asegura preferir a las no– velas. Fervoroso admirador de Cervan– tes, Montaigne o Gracián, Monterroso, al igual que Borges, debe su notoriedad, pese a ser autor de alguna novela, a na– rraciones breves -algunas, de un máxi– mum de economía verbal, como el céle– bre cuento: «El Dinosaurio», de una sola línea-. Sorprendente fabulador en «La Oveja Negra» y «Demás Fábulas», el es– critor americano ha revivido y hallado en este viejo y noble género -el apólogo-– un modo propio e «instintivo» de expre– sión que aúna, como sucede en el resto de su obra, el más fino humor y el ahincado afán de «combatir el aburrimiento e irri– tar a los lectores, principio este último irrenunciable». José Javier Vaíllo Sánchez

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