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154/ANTHROPOS 122/123 TORÉS, Alberto La entrega de los vientos Humanes/Madrid, Juan Pastor ed./ Devenir, 1991, 59 pp., Serie Poesía, 40 Un nuevo libro de poemas ha sido publi– cado en una colección que, con lentitud, va adquiriendo un considerable prestigio en el mundo literario español; es el se– gundo libro de Alberto Torés (París, 1959), titulado La entrega de los vientos (Madrid, Devenir, 1991), y está precedi– do en la colección -según el orden de publicación- por obras de Jaime Siles, Jesús Hilario Tundidor, Fanny Rubio, José Gaitán y Aurora de Albornoz, entre otros. Esta novedad poética de A.Torés pertenece a una proyectada trilogía, pero representa -por sí misma- una rica aportación lírica, muestra de la fecundi– dad literaria que en estos tiempos se da en Andalucía. Con anterioridad, Alberto Torés ya ha– bía publicado algunos de sus poemas en revistas, como Canente. Revista Lite– raria, y editó su primer corpus de poesía con el título de La ventana de Lázaro (Málaga, Canente, 1988); además, en su afán por dar a conocer sus creaciones poé– ticas, publicó, de forma anticipada, algu– nos poemas del que sería su segundo libro en el volumen colectivo Canente. Prime– ra Muestra de Poesía (Málaga, Canente, 1989). Su dedicación al campo de la crea– ción poética no ha limitado su labor inves– tigadora sobre la obra de varios poetas del Siglo de Oro español, de la llamada Gene– ración del 27 y de la poesía contemporá– nea. También ha traducido, de forma oca– sional, obras de autores franceses. Todo ello ha proporcionado a Alberto Torés el rico bagaje literario que posee, y lo de– muestra al vertirlo en su propio quehacer poético, como queda atestiguado en sus dos poemarios publicados. El título de su último libro publicado (La entrega de los vientos), la cita de Homero en la última parte, y los títulos de dos poemas («El rastro de Ulises» y el que coincide con el del libro) proporcio– nan el tema subyacente y constante: la referencia al episodio mitológico en el que Ulises llega a la isla de Eolia, en la que el Señor de los Vientos, Eolo, «lo re– cibe cordialmente y lo retiene un mes a su lado»; cuando Ulises parte, Eolo le hace entrega de un odre de piel que con– tiene todos los vientos excepto el que le será favorable para lograr su regreso a Ítaca. De forma significativa, el libro de A. Torés va precedido de una cita de Fer– nando Pessoa que resta el valor positivo de la alusión mitológica: «Todo se me evapora. Mi vida entera, mis recuerdos, mi imaginación y lo que contiene, mi personalidad, todo se me evapora». La experiencia vivida en la que ha sido sujeto el autor de La entrega de los vientos le hace meditar sobre la caduci– dad de una alegría y felicidad permanen– te y sobre la presencia oculta de la triste– za, del -tan barroco-- «des-engaño». El poemario de A. Torés consta de una composición «introductoria» y de cuatro partes con sus respectivos títulos «Tiem– po de charol», «Juego de caricias», «Monólogos de ciudad», «El regreso» y citas representativas (de Verlaine, Éluard, Camus y Homero), con un total de quince poemas más uno que cierra el libro. En sus composiciones el poeta mezcla la medida de los versos, y la lon– gitud de los propios poemas, como ocu– rría en su primer libro; y en la mayoría de las creaciones poéticas se evidencia una estructura in crescendo que culmina en los últimos versos: son características comunes a los dos poemarios que refle– jan una coherencia formal. En el último libro alterna el ritmo entrecortado, rápi– do y ágil de los encabalgamientos con la medida «prosística» del verso, e innova la disposición tipográfica de dos poemas («Isla de Juno» y «Amanecer de Santia– go») en los que el autor combina dos me– didas distintas de verso en una misma composición. La temática de La entrega de los vien– tos se centra, precisamente, en las conse– cuencias derivadas de esta «entrega» amoroso-amistosa (como hiciera Eolo a Ulises): Boca con boca el beso a dentelladas las manos que se entrecruzanferoces, el rumor de las olas que retorna [p. 28]. para [ ... ] luego creer en la condena de ser-al menos de haber sido por un instante-, el derroche de todo un plural, del recuerdo indisoluble del pasado [p. 31] De la experiencia extracta el poeta un valor, un sentir delicado y sutil, que queda reflejado en la meditación que re– corre todo el poemario. Ante una reali– dad no querida -ni asumida por el he– cho irreparable- el poeta sólo puede re– flexionar sobre un presente desolado o recordar un pasado pleno: «La edad que desaparece, / sublimes monotonías en las que el silencio /busca su lugar» (p. 54). El tiempo preside esta escisión entre el «ayer» y el «hoy», y abarca -por exten– sión- los dos mundos, el mundo en el que está el poeta y el «otro», el aquí y el «más allá», la vida y la muerte. La percep– ción del «Tiempo» confunde al poeta en la fluidez de su pensamientos: «es hablar de la edad sin tiempo» (p. 31 ); «¿Acaso SELECCIÓN Y RESEÑA somos tiempo irreal?» (p. 29); «¡Pero no hay lugar para el tiempo!» (p. 27). Pero cuando el poeta piensa en el pa– sado, la memoria y el recuerdo acuden a su mente: [ ... ] van marchandofugitivas las memorias, las páginas propicias enumeran sus misterios para que siempre recuerdes al azar viejas deudas[p.38]. Y el recuerdo, como la sangre que dormita, escapa de la luz, ahoga su orgullo, porque frente al horizonte ningún camino le promete [p. 39]. Aunque el recuerdo no supone, para el poeta, ninguna perspectiva abierta a la serenidad, ni la posibilidad de «revivir» unos momentos felices del pasado que, a su vez, podían proporcionar una grata vi– vencia transitoria, aunque falsa: «y de– jaba caer / lánguidamente su memoria» (p. 29) cuando «la memoria entonces an– hela a su contrario» (p. 47). El sentimiento de insatisfacción pro– porcionado por la memoria y el recuerdo - tan alejado de la tradición garcilasista, por no ser pleno-- hacen que el poeta deje de mirar al pasado para observar el presente en el que reina el vacío: El vacío contiene polvorientos episodios de cuando en la distancia queda sin nexo, [ ... ] El vacío se abre junto a la tristeza de haber sido, donde recuerdo razones inciertas para arrullarme frente al olvido, [ ... ] Pues el vacío se configura como un continente para emprender la partida [p. 51]. «Y el abrazo abandona / la partida, lla– ma al regreso» (p. 31) y la vuelta al re– cuerdo, a un recuerdo que renace frente a la presencia latente del olvido: «el lúgu– bre reclamo del olvido había llegado / [...] / ¡Nadie podrá ignorarte!» (pp. 49- 50). El poeta, en esta única posibilidad por recuperar la imagen querida, recurre a mencionar partes de ese cuerpo amado (brazos, labios, piernas, frente, senos, ojos, uñas) y acciones recíprocas (abra– zar, hablar, besar) con el fin de retener fragmentos de una experiencia amorosa, de una plenitud sentimental. Cuando «El pensamiento ha tomado alas» (p. 37) al poeta sólo le resta un último recurso: «Y aclamar un segundo de eternidad» (p. 37). Como Eolo a Ulises, así el poeta hace «entrega de los vientos» a este ser que– rido y ausente: «al azar, los vientos fa– voritos de sus deseos» (p. 54); y Alber– to Torés ha hecho extensiva esta «entre– ga de los vientos» al lector. Como el

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