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INFORMES Y BIBLIOGRAFÍA TEMÁTICA 122/123 ANTHROPOS/145 En el área grancolombiana se men– cionan y comentan tres intelectuales. Uno trabajó en Colombia, los otros dos en Venezuela. El de Colombia es José Prat, muy preocupado por la unión de las naciones hispánicas. Juzgó que esta unión se iniciaba en gran estilo cuando las Cortes de Cádiz, 1812. Y que ahora en 1992 llegará a forjarse definitiva– mente la unión de las naciones hispanas, vinculadas entre sí por la lengua y unos ideales humanos que nos son comunes. Justino de Azcárate y M. García Pelayo son los dos seleccionados para mostrar la presencia del exilio en Venezuela. Ambos son muy representativos del pensar hispá– nico. El primero, ya por su raigambre fami– liar leonesa, fue el mentor de un republica– nismo de signo liberal y comprensivo. Res– pecto de Hispanoamérica ha trabajado como senador en la organización de comi– siones y patronatos a favor de un acerca– miento mutuo. El segundo es un docto ju– rista que sintió predilección por Hispano– américa, donde tuvo una labor docente universitaria, especialmente en la Central de Caracas. Ante el Quinto Centenario pide tensa interacción entre ambos mundos. La considera muy posible ymuy fecunda. Del cono sur tan sólo dos naciones se mencionan: Argentina y Chile. A Argen– tina llegaron por la forzada emigración buen número de intelectuales. Cuatro de ellos se señalan aquí. Francisco Ayala representa la sociolo– gía. En su vida mental evoluciona desde la problemática ideológico-política a la histórico-política para culminar en la so– ciocultural. Desde esta su mentalidad sociocultural ve en la lengua el agluti– nante de los inmensos países hispanos, cuya disgregación lingüística cree ya su– perada. Muy acertada es su visión del ra– cismo en Hispanoamérica. Después de distinguir entre discriminación racial y social hace esta iluminada afirmación: «El mestizaje impide que haya discrimi– nación racial, aunque subsiste la discri– minación social» (II, p. 491). L. Jiménez Asúa cultivó el derecho penal, siguiendo la teoría del profesor salmantino Dorado Montero, llamada correcionismo. Pedía esta teoría aunar la corrección y educación de los criminales con la necesaria protección de la socie– dad. En su reflexión sobre Hispanoamé– rica se declara optimista ante la futura unidad. Se atreve a afirmar que el lema de Mon~oe: «América para los america– nos», recoge la intención dominadora del País del Norte (II, p. 502). Frente a esta intención pide que se realice en lo posible el sueño unitario de Bolívar. C. Sánchez Albornoz se enfrenta con los hispanoamericanos que se declaran «pueblo joven». El gran historiador re– plica: «No sois un pueblo joven. Se ha hinchado el cauce de vuestras aguas pero es el mismo río... Viene de las sierras de España... En cuanto a pueblo histórico "mantenello y enmendallo"» (11, p. 538). El exilio en Chile se preocupó sobre– manera de crear una prensa que fuera exponente de su ideología. A este fin publicaron varios periódicos. Aunque de vida efímera, esta «prensa transterra– da» -fue el nombre que se le dio- hizo sentir que había pasado el tiempo de ha– blar de «madre patria». Que había llega– do la hora en que todas las naciones his– panas debían sentirse «hermanas» en una aventura histórica común. Una reseña monográfica comenta la obra de Leopoldo Castedo, quien en su exilio obtuvo poder ejercer el derecho de doble nacionalidad. En su pensar ameri– canista se ha adentrado por la problemáti– ca de la identidad hispanoamericana: mestizaje, religión y lengua contribuyen al acercamiento de pueblos, pero al mis– mo tiempo subrayan sus peculiares diver– sidades. Especialmente ha estudiado estas interferencias en el gran tema del arte. Ve en el área cultural, artística y literaria «un enorme campo de trabajo en materia de cooperación iberoamericana» (11, p. 611). El último apartado relata el exilio eu– ropeo. Lo encarna la figura de Salvador Madariaga. Con crítica certera y sin com– promisos ha mostrado este gran hispanis– ta las lacras de ambos mundos: el de acá y el de allá del Atlántico. Respecto de lberoamérica ha hecho ver cómo surgió el imperio hispánico y cuáles fueron los elementos mórbidos que motivaron su ruina. Su visión del futuro lo señala bien este epígrafe : «Hacia una Federación de Estados Iberoamericanos» (11, p. 662). Esperemos que este trenzado de textos y de observaciones haya creado en la mente del lector una alta estima de esta obra que con gusto hemos presentado. Reiteramos, sin embargo, nuestro deseo de que reciba el necesario complemento. Ya en la primera parte señalamos algunos silencios a los que se les debe dar voz. En esta segunda tenemos sobre todo presen– tes a los españoles misioneros, a los que se alude siempre con alta estima. Pero no se les ha hecho la justicia histórica que merecen. J.L. Abellán, muy responsable de esta obra, da pie para mi juicio. En su Historia crítica del pensamiento español pondera la aportación del Fr. Bernardino de Sahagún a la Etnología comparada, hasta podérsele juzgar uno de los creado– res de la misma. Pues bien; me atrevo a afirmar que la historia futura señalará como continuadores de la obra de Fr. Ber– nardino de Sahagún, más todavía que a A. Tovar, que pasó varios años con los in– dios aborígenes y cuya aportación a su lingüística se pondera aquí, a los españo– les misioneros -conozco algunas dece– nas que han pasado con los indios 40, 50 y hasta 60 años. J. Gaos, ante el exilio his– pano, sufrido en carne viva, comenta lo de Desde 1933 la mejor revista hispanística de Estados Unidos :J-{IS'PATIIC REUIEW Crítica, historia literaria, lingüística Director: Russell P. Sebold. Subd,rectora: Oreida Chú-Pund Redactores: Marina S. Brownlee, Peter G. Earle, Augusta E. Foley, Paul M. Lloyd, José Miguel Oviedo, José M. Regueiro. Cuatro números anuales (más de 500 páginas) Suscripciones individuales: $22,00 (dólares US) al año. Bibliotecas y otras instituciones: $32,00. Dirigirse a: Hispanic Review, 512 Williams Hall, University of Pennsylvania, Philadelphia, PA 19104-6305, U.S.A.

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