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Informes y biblic,grafía te1nática La filosofía en Hispanoamérica durante la época de la emancipación* 1. El tema, quaestio disputata Dos cuestiones liminares están impli– cadas en este breve epígrafe: precisar el tema de nuestro estudio y mostrar cómo este tema en la interpretación del pensamiento hispanoamericano es una quaestio disputara. La primera de estas cuestiones, que es precisar el tema, no ofrece especial difi– cultad. Exige tan sólo una toma de con– ciencia ante el inmenso campo que pro– yecta el título de nuestro estudio. Es ob– vio que este inmenso campo no puede ser objeto de una breve investigación, ya que obligaría a hacer referencia a la di– versas partes de la filosofía, vigentes du– rante la época de la independencia: lógi– ca, metafísica, filosofía natural, ética, etc. De ellas sólo podría darse en la po– nencia una apretada síntesis. Por otra parte,. esta síQtesis ya está expuesta con mayor amplitud por los historiadores del pensar hispánico: Ramón Insúa, Francis– co Larroyo, Alberto Caturelli, Ovo Holl– huber y otros. 1 Estos historiadores ex– presamente mencionados, han sido por mí leídos y han venido a ser mi punto de * Ponencia de E. Rivera en el IV Seminario de Historia de la Filosofía, publicada por la Universidad de Salamanca en 1986 en el correspondiente volu– men de Actas. 122/123 ANTHROPOS/129 DOCUMENTACIÓN CULTURAL E INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA ESPAÑA YAMÉRICA EN E. RIVERA DE VENTOSA partida para esta reflexión, que acota un campo más preciso. Este campo más preciso es el de la filosofía ético-política, presente en la vida mental de aquel período. Aun respecto de este campo de la filosofía ético-política me atengo ex– clusivamente a las ideas filosóficas que influyeron con eficacia en el desarrollo de los históricos sucesos. Mas ya este término que hemos su– brayado, eficacia, nos introduce de lle– no en la quaestio disputata. En efecto, un pensador hispano de tanto relieve como Eduardo Nicol niega que las ideas filosóficas hayan influido sensiblemen– te en los sucesos políticos de la indepen– dencia americana. Que ésta ha estado motivada casi exclusivamente por el desa– rrollo institucional de los países ameri– canos en creciente desarrollo político hacia su madurez. Según la tesis que formula E. Nicol, fue el ethos de la In– dependencia quien provocó una reac– ción contra el escolasticismo reinante y buscó otra filosofía que le fuera más adecuada a la formación de la concien– cia nacional. E. Nicol acepta el principio de Hegel: «lo que se es depende de lo que se hace». Y como entonces Hispa– noamérica iniciaba el ejercicio autóno– mo de su libertad, es entonces también cuando inicia igualmente su ser y su pensar. Resumimos la visión histórica de E. Nicol con estas sus mismas pala– bras: No hubo una ideología de la Independen– cia anterior al hecho de la misma, es decir, una doctrina que propugnase tan sólo el ideal de Independencia. La que llamamos ideolo– gía de la Independencia tuvo que producirse después del hecho consumado, y tuvo por mi- sión formar en cada pueblo simultáneamente la idea y la realidad de un carácter propio, au– tóctono y distintivo. 2 La mayor parte de los historiadores no comparte la visión histórica de E. Nicol y afirman que ideologías muy precisas e incitantes dieron fue1te impulso a los mo– vimientos independentistas. Pero acepta– da esta postura, la quaestio disputata se desplaza ahora al intento de determinar cuáles fueron las ideas ético-políticas más eficientes e incitadoras. Que sea muy cuestionable este intento basta a probarlo una carta del profesor de la Universidad Católica de Chile, Sergio Villalobos, autor de un valioso estudio sobre la época que estudiamos, al que ti– tula: Tradición y reforma en 1810. En dicha carta, pensando en este IV Semina– rio de Historia de la Filosofía Española, al que llama Congreso, escribe así a su amigo, Juan Ornar Cofré, profesor en la Universidad Austral de Chile y que in– vestiga ahora en la Universidad Pontifi– cia de Salamanca. Es probable que en el Congreso que se va a realizar choquen dos concepciones: la es– pañola, que ve el proceso de nuestra Inde– pendencia como una derivación de las tradi– ciones jurídicas y 'populistas' de España y por otra parte, la visión hispanoamericana, más liberal, que da mayor importancia al ra– cionalismo político del siglo XVIII y al des– contento acumulado durante la existencia colonial.3 Del contenido de estas líneas se dedu– ce el hecho innegable, compulsado por mí en conversaciones con profesores americanos. de que se da una tendencia que S. Villalobos llama española frente a otra que apellida hispanoamericana.

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