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LABERINTOS espacio de más de dos leguas, le dijo fray León muy admirado: -Padre, te ruego, en nombre de Dios, que me digas en qué está la perfecta ale– gría. -Figúrate -le respondió San Francis– co- que al llegar nosotros ahora a Santa María de los Ángeles empapados de lluvia, helados de frío, cubiertos de lodo y desfa– lleciendo de hambre , llamamos a la puerta del convento y viene el portero incomodado y pregunta: «¿Quiénes sois vosotros? ». Y diciendo nosotros: «Somos dos hermanos vuestros», responde él: «No decís verdad, sois dos bribones que andáis engañando al mundo y robando las limosnas de los po– bres; marchaos de aquí» ; y no nos abre , y nos hace estar fuera a la nieve y a la lluvia, sufriendo el frío y el hambre hasta la noche. Si toda esa crueldad, injurias y repulsas las sufrimos nosotros pacientemente, sin alte– rarnos ni murmurar, pensando humilde y caritativamente que aquel portero conoce realmente nuestra indignidad y que Dios le hace hablar así contra nosotros, escribe, ¡oh hermano León!, que en esto está la per– fecta alegría. Y si perseverando nosotros en llamar sale él afuera airado y nos echa de allí con injurias y a bofetadas, como a unos bribones importunos, diciendo: «Fue– ra de aquí, ladronzuelos vilísimos: id al hos– pital, que aquí no se os dará comida ni al– bergue»; si nosotros sufrimos esto pacien– temente y con alegría y amor, escribe, ¡oh fray León!, que en esto está la perfecta ale– gría. Y si nosotros, obligados por el ham– bre, el frío y la noche, volvemos a llamar y suplicamos, por amor de Dios y con grande llanto, que nos abran y metan dentro; y él, más irritado, dice: "¡Cuidado si son impor– tunos estos bribones!; yo los trataré como merecen »; y sale afuera con un palo nudo– so, y asiéndonos por la capucha nos echa por tierra, nos revuelca entre la nieve y nos golpea con el palo; si nosotros llevamos to– das estas cosas con paciencia y alegría, pensando en las penas de Cristo bendito, las cuales nosotros debemos sufrir por su amor, escribe, ¡oh fray León!, que en todo está la perfecta alegría. Y ahora oye la conclusión, hermano León. Sobre todos los bienes, gracias y do– nes del Espíritu Santo que Cristo concede a sus amigos, está el vencerse a sí propio y sufrir voluntariamente, por amor de Cristo, penas, injurias, oprobios y molestias, ya que de todos los otros dones de Dios no po– demos gloriarnos, porque no son nuestros, sino de Dios; y por eso dice el Apóstol: «¿Qué tienes tú que no lo hayas ~ecibido de Dios? Y si lo has recibido de El, ¿por qué te glorías como si fuese tuyo?». Pero en la cruz de las tribulaciones y aflicciones po– demos gloriarnos porque es cosa nuestra, y así dice el Apóstol : «Yo no quiero gloriarme sino en la cruz de Nuestro Señor Jesucris– to». Al cual sea siempre honra y gloria por los siglos de los siglos. Amén. Lo que San Francisco le enseña a su compañero y amigo es algo muy senci– llo, pero muy difícil de verificar y hacer. No consiste la perfecta alegría en aquel conjunto de gracias que pueden reportar un buen nombre en la comunidad; tam– poco en la santidad ejemplar, en el ejer– cicio de dones carismáticos, ni en el co– nocimiento ni la penetración de los se– cretos más íntimos, ni en dominar las propiedades y virtudes de todas las co– sas, ni en el éxito y eficacia de la predi– cación del propio mensaje. La perfecta alegría consiste en soportar con pacien– cia la producción del mal sobre noso– tros, la negación de reciprocidad, de projimidad, es decir, en recibir de otro su producción de otredad, aceptándola sincera y profundamente con justicia, como propio ejercicio de su libertad. En definitiva, también somos quienes el otro hace de nosotros , su concepto y vi– vencia de alteridad. Existimos en y por su acción. Sólo él puede reconocer nues– tra necesidad y ofrecernos el don de su libertad y acogida. A cada uno de noso– tros nos es peculiar recibir sus interpre– taciones, intenciones y acciones. Pero siempre sin olvidar que el paradigma o argumento de esta aceptación personal radica en el íntimo concepto y vivencia de la otredad trascendida que habita nuestra intimidad, nuestra experiencia de projimidad. Nos hacemos cualitativa– mente personas en la respuesta libre a una acción también libre sobre nuestra realidad social e íntima; nos reconoce– mos en la imagen del otro, pero mante– niendo firme nuestra propia identidad y proyecto vital. Ser es estar en un modo de comunión con todos los otros, con la Otredad, presencia y trascendencia. De la perfecta alegría brota la paz, la bon– dad, una forma de convivencia positiva, solidaria, fraterna, un agape y referencia creadora que alienta la íntima presen– cia secreta de toda otredad. Toda pala– bra y lenguaje, toda referencia imagina– tiva y narrativa es por sí misma ambigua frente a un posible lector. Pronunciarse, personal e íntimamente, sobre la pro– ducción adversa del otro, su negación de reconocimiento y reciprocidad, muestra la altura y trascendencia ética de nuestro ser y actuar en la temporalidad convi– vencia! de la historia, una suprema for– ma de amor personal. N. º 124 Proceso de análisis e investigación Próximo número de ANTHROPOS SEPTIEMBRE 1991 WILLEM DOISE Y GABRIEL MUGNY Psicología Social Experimental. Investigaciones de la Escuela de Ginebra. Desarrollo cognitivo e influencia social de las minorías activas Suplementos n. 0 27 Antologías temáticas 128/ANTHROPOS 122/123 SEPTIEMBRE 1991 EL CONFLICTO ESTRUCTURANTE Veinte años de Psicología Social en Ginebra (1970-1990) Antología de textos básicos

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