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ANÁLISIS E INVESTIGACIÓN ANÁLISIS TEMÁTICO fue obstaculizada «por la incomprensión de sus contrarios y por los malos méto– dos de imponerla, molestos e hirientes». Analiza las graves acusaciones de que fueron objeto: justificación del crimen político y contribución con su moral laxa (probabilismo) y continuas disensiones a la ruina espiritual del pueblo cristiano. Cree Rivera que la suspensión de la Compañía por el Papa Clemente XIV no se debió tanto a las presiones políticas cuanto a la hostilidad que mostró hacia ella la iglesia española en su conjunto. 18 Siglo XIX: Balmes, Donoso Cortés, Emi– lio Castelar y Menéndez Pelayo han sido las figuras decimonónicas de que se ha ocupado el Prof. Rivera. Del primero («mar pequeño, pero importante y su– gestivo»; «gran filósofo, aunque inma– duro») afirma que «ha tenido mala pren– sa» entre nosotros. Sin embargo, según nuestro autor, «es necesario que el pen– samiento hispano vuelva a entroncarse con el pensamiento de Balmes. Pero no tan sólo por el procedimiento simplista de las repeticiones hueras, sino con con– ciencia de que la filosofía de Balmes es un camino real hacia campos de prome– sa intelectual. De donde bien podemos repetir lo que un día se dijo en Alemania respecto de otro pensador de aquella tie– rra: retornemos a Balmes» . ¿Por qué? Porque al mismo tiempo que anticipa as– pectos de algunos movimientos intelec– tuales muy propios del siglo XX (neo– positivismo y existencialismo), no se queda atrapado ni en el convencionalis– mo ni en lo abstracto. La importancia que concede a la semántica y su sentido de lo concreto y vivencia! no le impiden el «ascenso a las esencias», y en ello consiste «el gran mensaje balmesiano a nuestra hora». 19 Sobre Donoso Cortés, por quien el Prof. Rivera sintió de joven indudable entusiasmo, hallamos un ex– tenso artículo en donde se aborda la pri– mera etapa de las dos en que suele di– vidirse su trayectoria intelectual. El cambio ideológico experimentado por Donoso alrededor de 1848 lo sintetiza Rivera en esta fórmula: «de la filosofía como saber explicativo de los problemas humanos a la teología que los ilumina desde la revelación; de la filosofía de la historia a la teología de la historia». El artículo se ocupa, como decimos, de la primera época de su vida (la «doctrina– ria»), que halla en la razón y en la inteli– gencia el gozne de la existencia humana y de la historia. Esta época, según nues– tro autor, ha atraído menos la atención de los estudiosos, a pesar de ser «la más importante para la historia de las ideas en España. Al menos, de la ideas políti– cas». La justificación de la menor aten– ción la halla el Prof. Rivera en que el «doctrinarismo», como filosofía política propugnadora de una vía media, ha su– cumbido a los ideales hegemónicos de nuestro tiempo, atacado tanto por el tra– dicionalismo absolutista como por las corrientes múltiples de la democracia li– beral y socialista. Pues bien, el Prof. Ri– vera ahonda en la etapa menos estudiada de Donoso, precisamente en aquella en que se halla plenamente comprometido con la inteligencia, guía y norte de la so– ciedad. Desde esta perspectiva trata cua– tro problemas donosianos: el principio de la soberanía, el sentido de las revolu– ciones, la interpretación de la historia y la visión crítica de la España de su tiem– po. Concluye su artículo reconociendo méritos y deficiencias: «Donoso Cortés fue, y lo es todavía, un modelo de entre– ga y compromiso al estudio de los pro– blemas de su tiempo. pero no supo bus– car los hontanares culturales que le ofre– ce abundantemente el recio pensamiento patrio». 20 Su mente era tan francesa, como español su corazón. Nota generali– zada por lo demás en nuestra historia contemporánea. He aquí la síntesis que de su estudio sobre Castelar hace nuestro autor: «Cas– telar con un ideario fundamentalmente antihegeliano se ha adentrado por el campo de la filosofía de Hegel, no ya para recoger cuatro espigas, sino muy rica y abundante mies. Esta mies conser– va a veces la pureza de su origen. Pero otras muchas es manifiestamente falsifi– cada, consciente o inconsciente, más lo segundo que lo primero, para ponerla al servicio de su ideario que mantiene constante... Castelar tiene un ideario que vive intensamente, pero sin ningún espíritu de sistema y con una sensibili– dad panteísta y totalizadora, sin llegar, con todo, el panteísmo netamente filo– sófico. Para justificar este ideario acude a cuantos pensadores le aporten argu– mentos en su defensa. Entre los princi– pales está Hegel. No es, pues, Castelar un discípulo de Hegel que acepta sus en– señanzas, las comenta y las amplía. Es un espíritu con ideario propio que se cree con derecho a buscar refuerzos para él mismo donde los encuentre. Y le pa– reció que Hegel se los brindaba muy co– piosos». Ahora bien, la madre o substra– to del ideario de Castelar es la idea de progreso, que hunde sus raíces en el sue– lo del cristianismo. Escribe a este res– pecto el Prof. Rivera: «Si la democracia es la expresión política del ideario de Castelar, hay que encuadrar a ésta dentro de un ideario fundamental más amplio que gira en torno a la idea de progreso. La idea de progreso hace que el ideario de Castelar se halle vertebrado. Ve éste a la historia humana como un conato pe– renne que tiende a realizar el progreso por los caminos de la libertad democráti– ca hasta llegar a la igualdad del derecho y a la fraternidad universal. Todo ello es para Castelar simiente cristiana que, cree, está llegando a plena granazón. Progreso, libertad, igualdad, fraterni– dad, democracia y cristianismo, son las constantes del ideario de Castelar». El influjo de Hegel no es pues, según Rive– ra, el primario y básico, aunque haya sido el más estudiado. No es Castelar un hege– liano en sentido estricto, sino un hijo de los ideales de la Revolución Francesa ( «liberté, égalité, fraternité» ), que le pa– recieron profundamente evangélicos. 21 A Menéndez Pelayo dedica nuestro autor frases como éstas: «Gran maestro del despertar cultural español», «emi– nente crítico», «autoridad reconocida en estética literaria», «benemérito maes– .tro» , «voz autorizada», «insigne polígra– fo» ... Son frases que indican profundo aprecio y sintonía espiritual. Incluso, que yo sepa, ha sido el único pensador español que ha merecido una defensa pública y explícita del Prof. Rivera. 22 Vamos a reducir nuestra presentación a los dos trabajos en que nuestro autor analiza la filosofía de la historia y las claves historiográficas e historiológicas del santanderino. Constata el Prof. Rive– ra que Menéndez Pelayo ha ido de la creación historiográfica a la interpreta– ción historiológica; esto es, que ha se– guido un itinerario que va de su inmensa producción historiográfica a la búsqueda de los entresijos de la historia. Pone de relieve la decisión con que don Marceli– no afirma el valor de los hechos: «La ciencia histórica es en grandísima parte ciencia de hechos y de observación». Pero con ellos sólo no hay ciencia histó– rica, se necesita crítica, y además narra– ción artística; y pasar de la monografía más o menos restTingida en temas, épo– cas y países (aconsejable en los princi– piantes) a la historia universal, la única y verdadera historia. Pero ni con la Histo– ria Universal -comenta E. Rivera– queda satisfecha la mente de Menéndez Pelayo; es necesario ascender a los prin– cipios últimos y más radicales que den razón del curso de la misma. La Filoso– fía de la Historia es, pues, el término na– tural de todo auténtico historiador. El propio Menéndez Pelayo, siguiendo a Hegel aunque corrigiéndolo, utiliza múltiples principios historiológicos buscando la plenitud de comprensión histórica. Entre ellos, el Prof. Rivera analiza tres que considera fundamenta– les: La justicia en la historia (inmanente o transcendente) , las leyes históricas (continuidad solidaria, evolución histó– rica, influjo de los grandes hombres) y el espíritu de los pueblos. También ana– liza el Prof. Rivera la ideología historio- 122/123 ANTHROPOS/125
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