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ANÁLISIS E INVESTIGACIÓN trales la investigación, el estudio, la en– señanza y la divulgación de la filosofía excogitada en cualquiera de las lenguas o territorios hispánicos, hemos de decir que el profesor Enrique Rivera se ha preocupado de dicha filosofía, y debe ser considerado sin duda alguna como un hispanista filósofo. Más aún, se ha dicho con razón que «no son los menos impor– tantes entre sus escritos los que derivan de esa preocupación». 1 Ahora bien, hay que decir a continuación que caben múl– tiples formas de cultivar dicho campo de trabajo. Por ejemplo, cabe hacerlo con más o menos intensidad y constancia, con estas o aquellas características inten– cionales y metodológicas, de una mane– ra subsidiaria o principal en el conjunto de la propia obra, etc. Según esto, ¿cuál es la forma peculiar del hispanismo filo– sófico del Prof. Rivera? Es lo que vamos a ver a continuación, señalando con la mayor brevedad posible algunas de las notas más generales que, en mi opinión, distinguen su quehacer intelectual en este aspecto. a) El Prof. Rivera no ha abordado co– múnmente per se et directe la cuestión de la filosofía española o hispánica to– mada en su conjunto; es decir, no la ha asumido por lo general como una totali– dad relativa de sentido epistemológico e historiográfico que habría que justificar en el orden de las ciencias histórico-filo– sóficas; o como un objeto de estudio ín– tegro en sí mismo considerado, diferen– ciado y autónomo; o como un problema histórico formaliter tale. Por otra parte, dejando de lado discusiones bizantinas en torno a la existencia o no de nuestra filosofía (que tanto ha contribuido a re– t:rasar el contacto real con ella, desvian– do la atención hacia problemas tangentes o colaterales) y preocupado más bien por un racimo de grandes cuestiones - Dios, la Historia, la Cultura, la Filosofía, el Bien, el Amor, el Diálogo...-, se ha acercado a ella (como a otras tradiciones filosóficas , por lo demás) como a un de– pósito doctrinal del que podía extraer enseñanzas y argumentos para la cons– trucción de su propio discurso , eminen– temente teórico y especulativo. Esto quiere decir: 1. Que Enrique Rivera ha tejido lo principal de su obra en perma– nente y vivo contacto con nuestro patri– monio filosófico, sobre todo - como decimos- a partir de la década de los sesenta; y 2. Que a pesar de sus nota– bles estudios historiográficos en el campo de la filosofía española o hispá– nica, en los que aborda con propósito expreso épocas y autores, puede afir– marse que a dichos estudios ha sido atraído no tanto por la índole de su de– venir histórico o por cuestiones pura– mente formales (una ciencia que habría 122/ANTHROPOS 122/123 ANÁLISIS TEMÁTICO que justificar y estructurar en primera instancia), cuanto por los contenidos se– lectivos que en dicho devenir le era da– ble explorar en provecho de su particular pensamiento; por tanto, bastantes aspec– tos de nuestra historia filosófica los ha dado a conocer de forma indirecta, im– bricados en la trama de su proyecto espe– culativo: la elaboración de un pensa– miento cristiano a la altura de nuestro tiempo. b) De lo dicho anteriormente se deri– va otra serie de notas relativas a la ocu– pación del Prof. Rivera con la filosofía española: l. Los bloques temáticos más frecuentes han sido, a mi juicio, los re– lacionados con la Filosofía de la reli– gión, la Filosofía jurídica, moral y polí– tica y la Filosofía de la historia y de la cultura. Junto a éstos, aunque a mayor distancia, podemos distinguir otros como la Filosofía del lenguaje, la His– toria del pensamiento eclesiástico, la presencia del franciscanismo y la obra literaria o mística como fuente y expre– sión singulares del pensamiento filosó– fico español. 2. Los autores que más han atraído su atención han sido Una– muno, Ortega y Zubiri, tres clásicos del siglo XX. A mayor distancia, pero con fuerza, Vives, Victoria, Fray Juan de los Ángeles y Menéndez Pelayo. Se ha ocu– pado también por separado de Séneca, Alonso de Castro, Las Casas, Fray Luis de León, Santa Teresa, Suárez, Queve– do, Balmes, Donoso Cortés, Castelar, Amor Ruibal, Muñoz Alonso, López de Munain y Tierno Galván. Pero estos no son los únicos nombres. A través de los géneros supuestamente modestos de la recensión y la crónica de congresos (muy abundantes en su bibliografía) el Prof. Rivera ha analizado con mayor o menor extensión diversos aspectos del pensamiento, entre otros, de Zaragüeta, Ramírez, Palacios, Camón, Aranguren, Marías, González Álvarez, Rubert Can– dau, Cruz Hernández, Canals, Rábade, A. Roldán, Todolí, Alcorta, Muñoz Del– gado, París, Bueno, C. Valverde, R. Fló– rez, García López, Valls Plana, López Quintás, López Calera, Morón Arroyo, Abellán, Segura, Muñiz, J. Cruz, C. Fló– rez, Pérez de Laborda, C. Díaz, Pintor– Ramos, Savater, Barrientos... Si a esto se añade que hay en sus escritos nume– rosas referencias textuales y analíticas de filósofos españoles de todas las épo– cas (Llull, S. Juan de la Cruz, Z. Gonzá– lez, Ramón y Cajal, F. de los Ríos , Asín Palacios, Maeztu, Besteiro, Morente, D'Ors, A. Castro, Xirau, García Bacca, Capánaga, Carreras Artau, Oromí, Laín, Fraile, Frutos, Ceñal, Truyol Sena, Mi– llán Puelles, E. Díaz...), podemos con– cluir que el contacto de E. Rivera con el pensamiento español ha sido generoso por lo que respecta a la extensión y comprensión de su arco histórico. 3. To– cante a las épocas, está claro que se ha ocupado sobre todo de la moderna (Re– nacimiento, Barroco, Ilustración) y con– temporánea, habiendo dedicado una monografía importante al siglo XVII, elaborada expresamente para ser inclui– da en la nueva edición refundida del cé– lebre manual de Ueberweg, que se viene publicando en Alemania desde 1972. La monografía del Prof. Rivera, todavía inédita y ceñida principalmente al estu– dio de la filosofía teórica, completa y es– tructura en este punto con mejor criterio el plan que propuso en su día el benemé– rito Bonilla San Martín. c) Respecto del método y talante con que el Prof. Rivera se ha acercado al pensamiento español, cabe destacar tam– bién algunas notas: l. Dicho acerca– miento lo ha hecho desde la categoría del «diálogo», que hay que entender en su caso, según se ha dicho con razón, «no como expediente literario sino como principio metodológico» (CSF, XIV 1984, 6). Quiere decirse con ello que no estamos ante un rasgo débil, como al– guien pudiera pensar. La presencia de una línea clara de pensamiento sostenida por una inmensa cultura y, sobre todo, la crítica directa y contundente que ejerce sin desánimo contra tirios y troyanos, di– rigida a veces a los de la propia casa, ad– vierten que su «diálogo» tiene otros apo– yos que no son precisamente la debilidad o sosa ingenuidad. Su principio metodo– lógico se asienta en la rectitud de inten– ción, norma silenciada por su carácter no científico en los novísimos tratados de preceptiva historiográfica y sin embargo base no sólo de un diálogo auténtico sino también del mismo espíritu libre y críti– co. Hasta su compromiso cristiano le ha llevado a practicar el encuentro como método de trabajo, según deseaba la iglesia de la postguerra por boca de sus fuentes más autorizadas. La importan– cia que este programa metodológico ha tenido en él como persona y como his– panista filósofo está fuera de duda: por una parte ha tenido el coraje de introdu– cirse continuamente en foros intelec– tuales duros, abriendo en ellos sin com– plejos una especie de «quinta colum– na» de su razón de ser y de pensar; por otra, ha acogido con lealtad figuras fi– losóficas españolas «condenadas» o sospechosas de heterodoxia, alejándo– se en este punto de ciertos ambientes eclesiásticos, tan afines por muchos conceptos a su proyecto vital. 2. Ha puesto un énfasis especial en la aplica– ción del método comparativo , estu– diando generalmente a los pensadores españoles no de forma aislada sino re– lacionados con doctrinas o autores de
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