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ANÁLISIS E INVESTIGACIÓN Enrique Rivera y la filosofía española* Antonio Heredia Soriano 1. Introducción El profesor Rivera no es en primera ins– tancia eso que suele llamarse en el mun- do académico un «especialista». Si aca– so, y en sentido lato, él oficiaría de «franciscanismo», término que denota ante todo no una especialidad, sino un peculiar y abarcador estilo de vida y pen- ,, samiento, un punto de referencia biográ– fico omnicomprensivo, no una dedica– ción intelectual, por muy profunda y puntual que ésta sea. De hecho, el Prof. Rivera ha cultivado con especial intensi– dad, entre otras materias, la Historia de la filosofía medieval, la Filosofía de la historia y la Historia del pensamiento hispánico, y lo ha hecho con maestría, poniendo a prueba un utillaje conceptual y metodológico riguroso... Además, el caudal de sus lecturas y de sus conoci– mientos en los ámbitos de que es compe– tente, se asevera inmenso. Y sin embar- go tengo para mí, espectador durante al– gunos años de su quehacer intelectual en Salamanca, que la imagen genuina del Prof. Rivera es la menos parecida a la de un especialista académico sensu stricto. Todo el mundo sabe los beneficios de toda índole que se obtienen de un espe– cialismo bien llevado, aparte de que su presencia en una sociedad altamente or– ganizada es indefectible; pero también sabe todo el mundo los tics no deseables que arrastra tal condición, los límites que implica a veces para la construcción en sí y en derredor de una vida intelectual ple– na y auténtica. Yo, por mi parte, confieso que he tenido la fortuna de encontrarme en mi camino con profesores (y uno de ellos es Emique Rivera de Ventosa) que, dominando uno o varios campos de difí– cil acceso (entre otros, por ejemplo, algu– nas zonas oscuras y poco transitadas de nuestra historia intelectual) han sido más que especialistas o meros transmiso– res de conocimientos, con ser esto mu– cho. Han sido además pensadores, sa– bios, humanistas, excitadores, «subversi– vos»... No es cierto por tanto que mi generación haya carecido de maestros, como tantas veces se ha dicho con evi– dente injusticia. A ninguna generación le * Las citas recogen solamente el título del traba– jo, el año de publicación entre paréntesis y la página o páginas. La referencia completa la hallará el lector en otro lugar de este volumen. ANÁLISIS TEMÁTICO han faltado, y la nuestra no iba a ser de peor condición por muy difíciles que fue– ran las circunstancias de su nacimiento y desarrollo. Comienzo a pensar más bien que lo verdaderamente difícil en nuestro tiempo ha sido el ser discípulos; esto es, el vivir en-raizado y en-tradición, y de ahí procede tal vez parte del desconcier– to, deterioro y atomización de la vida in– telectual hoy, de su falta de vigor y de creatividad (sobre todo en ciertas fami– lias filosóficas «modernas»)..., y hasta esa conciencia desgraciada de orfandad que en muchos se percibe, y que no es otra cosa que la experiencia de un cierto vacío de tradición, no de ésta o aquélla, sino de la tradición asumida como habi– tud. Pues sin haber experimentado la pre– sencia de un maestro y, en consecuencia, sin haberse sentido discípulo y completa– do entre ambos en libertad y con espíritu crítico el complejo ciclo del «alumbra– miento», apenas será posible construir nada en el orden del pensamiento con madurez y sentido de unidad. Todo esto viene a cuento de la forma cómo me parece que el Prof. Rivera ha hecho su bagaje intelectual y ha ejercido su función en la Universidad y en la vida; forma que sin duda ha dejado su huella en el contacto académico mantenido con la filosofía española o hispánica, y por su– puesto, en la adquisición y transmisión de sus conocimientos sobre la materia. Tén– gase en cuenta que él ha sido un hombre abierto a todas las vertientes, un oído atento a todos los ecos, una mirada sensi– ble a toda impresión de luz, por tenue que fuera y sin acepción de fuentes ... No ha vivido, pees, encerrado -a pesar de su condición eclesiástica y franciscana- en ningún círculo de hierro escolástico; y por tanto, tampoco ha vivido encerrado en la filosofía española, sino abierto a ella. Por eso no ha sido un «especialista» genuino... Cordial por naturaleza, procli– ve a la síntesis, crítico sin acritud, despe– jado siempre, poseído por eso que se ha dado en llamar «espíritu de San Francis– co», el Prof. Rivera es un ser atípico de la especie académica. Dotado de esas raras cualidades que le alejan de la notoriedad y del ejercicio del poder, de él puede de– cirse que es sólo un pensador cristiano que ha asumido, como español, a partir sobre todo de la década de los sesenta, la tarea de ,<salvar su circunstancia» pen– sando selectivamente el propio patrimo– nio cultural en el orden del pensamiento. 2. Una modalidad sui generis de hispanismo filosófico Si con el término hispanismo filosófico designamos aquella actividad intelectual que tiene por uno de sus objetivos cen- 122/123 ANTHROPOS/121
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