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Rivera fue infausta su obra filosófica por negación de la metafísica -la de Escoto, sobre todo- y por haberse anti– cipado al empirismo radical para quien toda la filosofía versa como dijera Hume sobre matters offacts y relations ofideas; para V. Muñoz es un genio que abre la fi– losofía a las mejores perspectivas de la ciencia moderna, por sus aportaciones ló– gicas y valoración de la experiencia de los hechos singulares. Una tercera discrepancia -en línea con las anteriores- consiste en que el profesor Rivera juzga los siglos XIV y XV como época de decadencia en filoso– fía, hasta llegar a formular una especie de ley histórica: siempre que la lógica ha prevalecido sobre la metafísica ha tenido lugar un profundo descenso filosófico. Esta actitud e interpretación no era com– partida por V. Muñoz. Se daba, pues, en– tre estos dos profesores de la Universi– dad Pontificia una notable discrepancia tanto en cuanto a la fundamentación como en cuanto al desarrollo histórico de la filosofía, que animaba mucho las discusiones. Otras sesiones fueron dedicadas a temas históricos. M. Cruz Hernández, quien varias veces tomó parte en las se– siones de estudio, expuso sus peculiares aportaciones a la historia de la filosofía musulmana, fijándose especialmente so– bre su influjo en la escolástica. También expuso con detenimiento la presencia de Avicena dentro de la escuela francis– cana. Estos recuerdos dan idea del clima in– telectual en que aunadamente convivían los profesores de filosofía de Salamanca allá por la década de los años sesenta. A este clima de buena comunicación y en– tendimiento colaboró siempre el profe– sor Rivera de Ventosa, participando asi– dua y fervorosamente en los coloquios filosóficos que durante los meses de in– vierno celebrábamos en Salamanca. Después de haber dedicado las pági– nas anteriores a recordar nuestra colabo– ración y comunicación en la ciudad de Salamanca de los años sesenta voy a re– ferirme ahora a la interpretación que el profesor Rivera diera de Unamuno con cuya filosofía se ocupó largamente, fruto de cuyo esfuerzo es su libro sobre Una– muno y Dios. En este libro el Prof. Rivera analiza a Unamuno desde su nítida posición de ferviente cristiano y miembro de la Or– den de San Francisco. Uno de los temas principales en el que fija la atención es en el análisis del Diario íntimo y la crisis de Unamuno de 1897, que ha sido objeto de variadas interpretaciones. El profesor Rivera ve dicha crisis desde una posi– ción teológica similar a lo que le ocurrie– ra a San Pablo en el camino de Damasco. 120/ANTHROPOS 122/123 ANÁLISIS E INVESTIGACIÓN ANÁLISIS TEMÁTICO Y por eso la pregunta fundamental para él es acerca de la respuesta de Unamuno a la «llamada» de Dios o llamada de la gracia. Desde dicha posición enjuicia las interpretaciones de Sánchez Barbudo, Zubizarreta y Ch. Moller mostrando su peculiar modo de hacer filosofía compa– rada, aspecto en el que es un gran maes– tro. Él opta por una interpretación reli– giosa de la crisis y del Diario y ve a Una– muna dentro del cristianismo, pero sin decidirse nítidamente por la fe clara y se– gura como San Pablo camino de Damas– co. Quizá el profesor Rivera piense en estas palabras de San Manuel Bueno Mártir: En invierno partía leña para los pobres. Cuando se secó aquel magnífico nogal - «un nogal matriarcal» le llamaba-, a cuya som– bra había jugado de niño y con cuyas nueces se había durante años regalado, pidió el tron– co, se lo llevó a su casa y después de labrar en él seis tablas, que guardaba al pie de su lecho, hizo del resto leña para calentar a los pobres. Cuando me entierren, que sea en una caja hecha con aquellas seis tablas que tallé del vie– jo nogal, ¡pobrecito!, a cuya sombra jugué de niño, cuando empezaba a soñar... ¡y entonces, sí que creía en la vida perdurable! Es decir, me figuro ahora que creía entonces. Para un niño creer no es más que soñar. Y para un pueblo. Esas seis tablas que tallé con mis propias ma– nos, las encontraréis al pie de mi cama. Al concluir el relato voy a permitirme dirigirle una pregunta a ese gran intér– prete de Unamuno que es el profesor Ri– vera: ¿Podríamos interpretar la crisis unamuniana de 1897 y su Diario íntimo filosóficamente como la experiencia unamuniana de la «crisis del humanis– mo» de la modernidad? Si lo hacemos así dicha crisis y el Dia– rio íntimo pierden consistencia religiosa, pero adquieren consistencia filosófica ya que entonces ocurre que Unamuno a fi– nales del siglo pasado y luego en El sen– timiento trágico de la vida está antici– pando ideas que planteará Spengler en 1916, Heidegger en 1927 y Jünger en 1932. Esas ideas que se conocen como la experiencia de la crisis del humanismo o la modernidad, que ya planteara Nietz– sche también a finales del siglo pasado y que hoy vuelven con los llamados pos– modernos. Mi relato se ha movido a través de la veredas del recuerdo ubicadas en Sala– manca y sus profesores de filosofía, con– cluyendo con una referencia a Unamu– no, el gran filósofo de Salamanca. Una cosa es cierta. El profesor Rivera y nues– tras conversaciones filosóficas a lo largo de todos esos años en el fondo han segui– do una idea que Unamuno expresa muy bien en el último capítulo de El senti– miento trágico de la vida y con la que quiero concluir este relato-homenaje al profesor Rivera desde el recuerdo de muchos años de comunicación. Cada uno de nosotros parte para pensar sa– biéndolo o no y quiéralo o no lo quiera, de lo que han pensado los demás que le precedieron y le rodean. El pensamiento es una herencia. Kant pensaba en alemán, y al alemán tradujo a Hume y Rousseau, que pensaban en inglés y francés respectivamente... Toda filosofía es, pues, en el fondo filología... La historia no es matemática ni la filosofía tampoco. El gran esfuerzo del profesor Rivera ha sido pensar la filosofía en castellano desde una posición siempre abierta y pronta a la comunicación. Estos recuer– dos no quieren ser otra cosa sino un ho– menaje.
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