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ANÁLISIS E INVESTIGACIÓN ANÁLIS IS TEMÁTICO 116/ANTHROPOS 122/123 El profesor E. Rivera de Ventosa, treinta años de docencia en la Universidad Pontificia Juan Luis Acebal Luján Las breves páginas que siguen quieren describir, en líneas generales, la actividad académica del profesor Rivera de Ventosa en la Universidad Pontificia de Salamanca, y especialmente los rasgos más destaca– dos de su personalidad y actitud docentes, tal como han quedado en la memoria colec– tiva de sus numerosas alumnos. Cuando se quiere ponderar la entrega constante y prolongada de una persona a una profesión o actividad, se suele decir que le ha dedicado su vida, que le ha consagrado su existencia. Pero la dedi– cación a una tarea con intensidad y asi– duidad empleando para ello toda una vida, pero una vida corta; y cabe también realizar el mismo quehacer durante una vida cargada de años y de largas horas de trabajo. Decir que Enrique Rivera de Ventosa ha dedicado su vida a la Filosofía, dista mucho de ser una hipérbole, pues desde hace más de medio siglo su horizonte personal y profesional, dentro de la di– mensión humana de su vocación, no ha sido otro que el estudio -desde que ini– ció la especialidad en la Universidad Gregoriana de Roma en 1937- y la en– señanza de la Filosofía -primero dentro de su Orden y luego en la Universidad Pontificia de Salamanca hasta su jubila– ción en 1987-. Pero su consagración a la Filosofía no se terminó con la jubilación forzosa -por motivos de edad, que no de salud y clarividencia- de su Cátedra en la Universidad Pontificia de Salamanca, pues en estos años ha seguido pensando y publicando con el mismo vigor y ri– gor de siempre, pero con esa sabiduría, maestra de la madurez tanto o más si cabe que de la juventud, que dan la lar– ga vida de estudio y reflexión. Del hábito de pensar con sentido críti– co del profesor Rivera de Ventosa podría aportar diversos testimonios personales, pues en bastantes ocasiones he podido escuchar sus acertadas y sugerentes va– loraciones del pensamiento de algunos de los filósofos más significativos, así como sus lúcidas reinterpretaciones de hechos e ideas fundamentales en la his– toria de la filosofía, de la cultura y de la humanidad. Tengo no obstante una prueba docu– mental de esa afición a pensar, tan pro– pia del verdadero filósofo. Cuando en 1985 publicó su obra Unamuno y Dios, tuvo la delicadeza de obsequiarme un ejemplar dedicado. Como a la sazón era yo rector de la Universidad, la dedica– toria mencionaba mi nombre y el ofi– cio, y concluía con estas palabras de su puño y letra: «en agradecimiento a las facilidades que la Universidad me ha dado para pensar estas páginas». Si confesaba haber tenido facilidades para pensar y publicar cuando las tareas do– centes y la atención a los alumnos ab– sorbían gran parte de su tiempo, no cabe duda, y así nos consta personal– mente, de que seguirá reflexionando con más serenidad y facilidad que nun– ca, y que estará escribiendo y publican– do buena parte de lo que, por falta de tiempo, tantas veces quedó en puro pro– pósito o proyecto. La presencia del profesor Rivera en la Universidad Pontificia no se com– prende sin tener presente la actividad docente que desempeñó previamente y durante un decenio. Durante dos lustros - de 1943 a 1952- enseñó diversos tratados de Filosofía en el Seminario de Estudios de su provincia, y de manera especial comenzó a enseñar Historia de la Filosofía, disciplina a la que se dedi– caría plenamente en el futuro , y de la que llegaría a ser Catedrático en la Fa– cultad de Filosofía de la Universidad Pontificia Salmantina. Esa formación y esa experiencia do– cente, y, de manera especial, su decidida afición por la Filosofía de la Historia, fueron las que le abrieron de par en par las puertas de la Universidad Salmantina a partir de 1952. En ese año comenzó a dictar cursillos de Filosofía de la Histo– ria, actividad en la que perseveró durante más de diez años, hasta que, sin duda como reconocimiento a lo acertado de su labor, la Universidad, en 1963, lo incor– poró a su Claustro de manera estable como Profesor de Filosofía de la His– toria. El cultivo de la Filosofía de la Histo– ria ha sido una constante en la vida uni– versitaria de Rivera de Ventosa, sobre todo hasta 1966, fecha en la que, al quedar vacante, ganó la Cátedra de Historia de la Filosofía Antigua y Me– dieval -cátedra que ha desempeñado hasta su jubilación-, pero incluso des– pués ha vuelto repetidas veces sobre su vieja afición. Además de la Filosofía de la Historia y la Historia de la Filosofía Antigua y Medieval, durante varios años, desde

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