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ANÁLISIS E INVESTIGACIÓN ANÁLISIS TEMÁTICO 104/ANTHROPOS 122/123 des neuzeitlichen Denkens. En ellos hay mención cumplida de varios auto– res jesuitas. En el capítulo II, § 6: Der Anselmismus und die Ontotheologie, aparecen Martín de Esparaza, S.J. (t 1670) y Antonio Pérez, S.J. (t 1649), defensores del argumento ontológico (anselmiano); lo fundan en la posibili– dad. El ser perfectísimo, afirma el se– gundo, no puede ser un mero producto del entendimiento; ni puro concepto ni quimera, sino una real posibilidad que excluye toda imperfección, aun «la más grande, la de poder no-ser» (den grossten , namlich, die Moglichkeit nicht zu sein). Justamente la vía por la que andará Leibniz. En el mismo capí– tulo, § 10. Der philosophische Beitrag der Jesuiten, se enumeran unos diez nombres notables, Rodrigo de Arriaga (t 1667), Diego Ruiz de Montoya (t 1632), Gabriel de Henao (t 1704), etc., de los cuales unos siguen en sus Cursus a Feo. Suárez, verdadero líder de la escuela jesuítica, aunque nunca im– puesto como doctor de la Orden, otros van por caminos más independientes. En general, nota el autor refundidor de estas secciones, los autores jesuitas se caracte– rizaron por un cierto antropocentrismo frente al más acusado teocentrismo de sus rivales de escuela los dominicos. El caso más notable lo representa Sebastián Izquierdo, S.J. (t 1681), mencionado y ampliamente expuesto en el capítulo III, El influjo del pensamiento moderno, § 12, Erste Kontakte des spanischen Den– kens mit der Moderne . En su Pharus Scientiarum introduce un verdadero nuevo método de corte matemático, ló– gico y combinatorio, emulando o si– guiendo a R. Lull, y anticipando a Leib– niz, en el que pudo influir a través del je– suita alemán Atanasio Kircher (t 1680). De pasada E. Rivera de Ventosa se reco– noce especialmente deudor del malogra– do profesor Ramón Ceñal, S.J. (t 1977), en sus múltiples publicaciones y en los ricos fondos póstumos sobre estas sec– ciones de filosofía española. 4. Los jesuitas en otros escritos de E. Rivera de Ventosa Últimamente, en los años 88 y 89 E. Ri– vera se ha ocupado de los jesuitas, apli– cando su despierto sentido histórico al hecho de la expulsión, «extrañamiento», de los territorios españoles (España e Hispanoamérica) por Carlos III (1767) y subsiguiente extinción por el Breve Do– minus ac Redemptor de Clemente XIV (1773). Dos artículos de revista: «Los je– suitas "expulsos" por Carlos III dentro del desarrollo del pensamiento español» en Actas del V Seminario de Historia de la Filosofía Española, Salamanca, 1988, y «Raíces de la independencia de los pueblos hispanoamericanos», Razón y Fe, mayo de 1989. Una misma temática de fondo implicada en los dos en tomo a un episodio complejo y crítico del perío– do de la Ilustración. En el primer artículo aborda el autor las causas motivantes de aquella «enemiga» europea contra la Compañía de Jesús, en doble frente, mo– ral doctrinal y político. En moral el «pro– babilismo», que muchos tradujeron por «laxismo» corruptor (ataques del janse– nismo, Pascal, Las Provinciales), y al lado de ello las ideas y las prácticas avanzadas en la estrategia misional, los ritos chinos y malabares, mirados como idolatrías por los adversarios de los je– suitas, y como meras ceremonias «civi– les» por éstos; métodos inéditos de adap– tación misionera, hoy diríamos «aggior– namento» o «inculturación» (casos de Nobile y Ricci). En lo político, el tradi– cional «populismo» jesuítico, desde Suárez y Belarmino; el pueblo como pri– mero y principal sujeto del poder, hasta sus límites, el tiranicidio, «horribles doc– trinas» para los absolutismos imperan– tes. Agravado este cercén de poder abso– luto de los monarcas al tiempo de las «regalías», campo de conflicto en el «despotismo ilustrado»; los jesuitas, con su indiscutible peso político y social, por instinto del lado del Papa. Sólo el tiempo ha venido a dar la razón a los jesuitas, asevera E. Rivera de Ventosa, quien ade– lanta que también a éstos les faltó a ve– ces tacto y modestia en la defensa de sus ideas y de su acción (cierta autosuficien– cia en la !mago primi saeculi, 1640, por ejemplo). A continuación del hecho tra– za E. Rivera de una positiva semblanza de jesuitas que, en el destierro italiano, laboraron ejemplarmente en defensa de la ciencia y la literatura patrias, J. An– drés, L. Hervás y Panduro, A. Eiximeno y P. Montegón. En el segundo artículo se analiza, como una de las más importantes «raí– ces» (se señalan cinco) de la indepen– dencia americana, la expulsión de los je– suitas, el desmantelamiento y vacío de sus obras, no colmado a pesar de los es– fuerzos del mismo Carlos 111. Como voz de alarma y crítica de la misma «coloni– zación» en su conjunto, dentro de la se– rena actitud de los más, se aduce la Car– ta del joven criollo (19 años al tiempo de la expulsión) Juan Pablo Viscardo, que se mueve en la línea de Las Casas. 5. Contactos personales y domésticos Al lado de estas relaciones culturales y literario-filosóficas hemos de poner los intercambios personales que durante

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