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4. Ídem, Summa Contra Gentiles, op. cit., IV, c. 55. 5. Ídem, In doudecim libros Metaphysicorum expositio, Proem. 6. Ídem, Summa Theologiae, op. cit., I, q. 2, a. 1, ob. 3. 7. J. Balmes, El Criterio, en Obras completas (ed. de I. Casanovas), vol. XV, Barcelona, Balmes, 1925-1927, p. 67. 8. Benedicto XIV, Const. So/licita et provida, n. 24 (citado por S. Ramírez, Introducción a Tomás de Aquino, Madrid, BAC, 1975, p. 106). 9. Cf. Aristóteles, Retórica, II, 4, 1.380 b 35. 10. Santo Tomás, Summa Theologiae, op. cit., II-II,q.11 5,a. l,inc. 11. Ibíd. 12. Ibíd., II-II, q. 116. 13. Ibíd., II-II, q. 116, a. 2, in c. 14. Cayetano, Commentaria in Summan Theo– logicam Divi Thomae, en S. Thomae Aquinatis, Doctoris Angelici, Opera omnia iussu impensaque Leonis XIII, P.M. edita, Roma, 1882-1906, X, In II– II, q. 116, a. 2, in c. 15. A. Royo Marín, Teología moral. Moral fundamental y especial, Madrid, BAC, 1957, p. 718. 16. Cf. Santo Tomás, Summa Theologiae, op. cit., II-II, q. 115, a. 1, ad. l. 17. Véase E. Rivera de Ventosa, «Tres estilos de hacer Filosofía y Teología», Collectanea Fran– ciscana (Roma), 60, 1-2 (1990), 69-85. 18. Santo Tomás, Summa Theologiae, op. cit., I, q. 85, a. 4, in c. 19. Ibíd.,!,q.11,a. l,ad.2. VéaseF.CanalsVi– dal, «La actitud filosófica de Santo Tomás como orientación para un búsqueda de síntesis en el pensamiento contemporáneo», Cristiandad (Bar– celona), 586-587 (1980), 26-35. 20. Ídem, In libros de cae/o et mundo expositio, !, 22. 21. Ibíd., !, 107, 2. 22. C. Vansteenkiste, «El método de Santo Tomás», en VV. AA., Las razones del tomismo, Pamplona, Eunsa, 1980, pp. 91-115, p. 115 nota 65. 23. J. García López, Tomás de Aquino, maestro del orden, Madrid, Cincel, 1985, p. 27. 24. Santo Tomás, In Psalmos Davidis lectura, Ps. 43, n. l. 25. Ídem, In duodecim libros Metaphysicorum expositio, op. cit., III, lec. 1, n. 342. 26. Ibíd., XII, lec. 9, n. 2.566. 27. San Agustín, De diversis quaestionibus LXXXIII, q. 46. 28. Santo Tomás, Summa Theologiae, op. cit., I, q. 15, a. 1, in c. 29. Ibíd., I, q. 15, a. 1, ad. l. 30. Ibíd., !, q. 15, a. 1, ad. 3. 31. Ibíd., I, q. 15, a. 2, in c. 32. Ibíd.,I,q. 16,a. 7,inc. 33. E. Rivera de Ventosa, «Hacia una interpretación de las grandes síntesis doctrinales del pensamiento cristiano», Salmanticensis (Salaman– ca), XVIII (1971), 313-349, 320. 34. Santo Tomás, Quaestiones Disputatae. De Veritate, q. II, a. 4. 35. F. Canals Vida!, Sobre la esencia del conocimiento, Barcelona, PPU, 1987, p. 570. 36. Santo Tomás, Summa Theologiae, op. cit., I, q. 3, a. 4. Véase ídem, Quaestiones Disputatae. De Potentia, q. 7, a. 2, ob. et ad. 9. 37. lbíd., I. q. q, a. 8, ad. 2. 38. Ibíd., !, q. 2, a. 2, ad. l. 39. Cf. E. Rivera de Ventosa, «El agustinismo político a la luz del concepto de naturaleza en Suárez», Cuadernos Salmantinos de Filosofía (Salamanca), VII (1980), 107-119, 110. 40. Santo Tomás, Summa Theologiae, op. cit., II-II, q. 10, a. 10, in c. 41. J. Bofill, «Sapientia Cordis», Cristiandad (Barcelona), 416 (1965), 204. 42. Ibíd. Cf. F. Canals Vida!, Sobre la esencia del conocimiento, op. cit., pp. 678-699. 43. E. Rivera de Ventosa, «De Kant a Santo Tomás», op. cit., p. 600. ANÁLISIS E INVESTIGACIÓN ANÁLISIS TEMÁTICO La Compañía de Jesús en la vida intelectual del profesor Enrique Rivera de Ventosa Luis Martínez Gómez, S.I. Comenzaré diciendo que acepto con gusto y gratitud la invitación a colaborar en este número. Mis encuentros de amis– tad e intercambio intelectual con el pro– fesor E. Rivera de Ventosa se remontan a los años sesenta cuando coincidíamos en las reuniones de la Sociedad Española de Filosofía (S.E.F.) en Madrid, y culmi– naron cuando tuve el honor de compartir con la suya mi actividad de profesor de filosofía en la Universidad Pontificia de Salamanca de 1970 a 1982. Entre esas fechas y hasta el presente han menudea– do nuestros encuentros, en los que he percibido y apreciado siempre las rele– vantes dotes del profesor E. Rivera de Ventosa como vocación y entrega cons– tante al quehacer filosófico-intelectual. Me es grato rememorar aquí algunas de sus relaciones académico-intelectuales con la Compañía de Jesús, relaciones que fueron, no sólo múltiples, sino, en alguna medida, decisivas para configu– rar su pensamiento y su obra intelectual. l. Período de formación Lo primero será referirme a los cuatro años de estudios (1939-1943) en la Uni– versidad Gregoriana de Roma dirigida por los Padres Jesuitas. En noviembre de 1939 el entonces es– tudiante capuchino E. Rivera de Ventosa fue destinado por sus superiores a com– pletar su formación filosófica en Roma en dicha Universidad. Ya de dos meses Europa se hallaba en guerra, lo que sig– nificó, por lo pronto, arrostrar las varias peripecias de un viaje desde España, pa- . sando por Marsella, al alcance de los proyectiles nazis, y a través de las vi– driosas formalidades de la frontera fran– co-italiana. En Roma se aloja en el Cole– gio Internacional que allí tenía levantado su Orden para sus jóvenes estudiantes. Una panorama de veras ecumenista; un centenar de compañeros de todas las razas y lenguas, italianos, suizos, ale– manes, holandeses, irlandeses, belgas, yugoslavos, rusos, brasileños, asiáti– cos, americanos. Buen crisol de univer– salismo para un cristiano y para un 122/123 ANTHROPOS/101

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