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ANÁLISIS E INVESTIGACIÓN las ideas no la considera antitética con el aristotelismo. Llega a decir que si el Es– tagirita no las acepta es porque: «Dios no conoce las cosas por ideas existentes fue– ra de Él, y este es el motivo por que Aris– tóteles combate la teoría de las ideas de Platón, el cual admitió las ideas subsis– tentes por sí y no en un entendimiento». 29 Sostiene además que estas ideas divi– nas son la misma esencia de Dios en cuanto conocida por Él mismo, argu– mentando: «Dios por su esencia es se– mejanza de todas las cosas, y, por tanto, la idea en Dios no es más que la esencia divina». 30 Por consiguiente, las ideas di– vinas son la misma esencia de Dios en cuanto está en su mente y es conocida como participable de muchas maneras distintas en las criaturas. Con esta preci– sión quedó matizado el ejemplarismo agustiniano. Con este ejemplarismo tomista puede resolverse el problema, no planteado por San Agustín, de la compatibilidad de las ideas divinas con la simplicidad de Dios. Santo Tomás pudo hacerlo al asumir la tesis aristotélica de que Dios es intelec– ción de la intelección, que le permitió dar el siguiente argumento: «Dios cono– ce su esencia con absoluta perfección y, por tanto, la conoce de cuantos modos es cognoscible. Pero la esencia divina se puede conocer no sólo en sí misma, sino también en cuanto participable por las criaturas según los diversos grados de semejanza con ella, ya que cada criatura tiene su propia naturaleza específica en cuanto de algún modo participa de seme– janza con la esencia divina. Por consi– guiente, Dios, en cuanto conoce su esen– cia como imitable en determinado grado por una criatura, la conoce como razón o idea propia de aquella criatura». 31 Puede parecer sorprendente, pero Santo Tomás admite la existencia de las ideas platónicas, fundamentándolas en la doctrina de Aristóteles sobre Dios como intelección de la intelección subsistente. Ideas que son eternas porque lo es Dios mismo, de manera que «si ningún enten– dimiento eterno existiese no habría nin– guna verdad eterna». 32 Contingentismo En su estudio «Hacia una interpretación de las grandes síntesis doctrinales del pensamiento cristiano», Rivera de Ven– tosa muestra cómo, con la metafísica to– mista: «el necesitarismo cósmico, alma del sistema aristotélico, se esfuma para dar paso al contingentismo de la causali– dad eficiente divina, quien hace obrar de la nada al "ens secundum totum ens"». 33 Esta visión metafísica, que Rivera denomina «contingentismo cristiano» 100/ANTHROPOS 122/123 ANÁLISIS TEMÁTICO -cuya raíz, como muy bien ha adverti– do, es la doctrina del «esse» y de su par– ticipación por el ente, descubiertas por Santo Tomás, que prueban la composi– ción y distinción real de esencia y ser en todo ente creado--, es también parte de otro constitutivo del «clima» en que se ha movido su pensamiento. En él siem– pre se ha sostenido que la necesidad de la idea, aunque rija el orden esencial de los entes, no pone nada, en ningún senti– do, con respecto al ser de estos entes. Según Santo Tomás, la ciencia en cuanto ciencia no es eficiente. Ni siquiera la ciencia infinita de Dios, en cuanto tal, explica la creación. La potencia creadora de Dios no es posible atribuirla a su sola inteligencia, a sus ideas, porque: «La ciencia en cuanto ciencia no dice razón de causa activa, como tampoco la forma en cuanto es forma». 34 La ejemplaridad de la ciencia divina es creadora únicamente en cuanto tiene uni– da a sí la voluntad de Dios, que es la que da razón de la libertad del acto creador. Sin embargo, como advierte Canals, no es suficiente completar el «intelectualis– mo» con el «voluntarismo» para la ex– plicación de la creación. Es necesario re– currir también al mismo Ser de Dios. El «Ipsum Esse Subsistens» en cuanto es Acto puro y, por tanto, Perfección siem– pre perfectiva o, en lenguaje neoplatóni– co, Bien infinito y, por ello, difusivo de sí, es lo que justifica directamente la do– nación de ser, o «regalo» como dice Ri– vera, en que consiste la causalidad crea– dora. Como muestra Canals: «Ninguna voluntad impulsa una comunicación de ser en el ente, sino desde el ser ente. Sólo la infinita actualidad del ser divino fun– damenta el que podamos pensar la cau– salidad creadora como ejercida según el pensamiento expresado y la voluntad do– nante de ser». 3 S- Lo eidético no es nunca efectivo, ni siquiera las ideas divinas, sino el ser, «lo más perfecto de todo». 36 Naturalismo y sobrenaturalismo Otro elemento esencial del «clima» que supo ver Rivera en el sistema tomista es el principio directivo del mismo de que: «la gracia no anula la naturaleza, sino que la perfecciona». 37 De esta capital se derivan otros dos también nucleares. El primero, que: «la gracia presupone la na– turaleza, al modo como una perfección presupone lo que es perfectible». 38 El don de la gracia no sólo no destruye la naturaleza humana, con todas sus per– fecciones propias, sino que las exige previamente como sujeto al que comple– mentar. El segundo, que a su vez se deri– va del anterior, es la afirmación siguien– te: la gracia restaura a la naturaleza hu- mana en su misma línea. La gracia no es únicamente necesaria para que la natura– leza quede elevada al orden sobrenatu– ral, sino también para la obtención de la total perfección en cuanto tal. Además, el profesor Rivera ha repara– do que de estos principios fundamenta– les, que son la base de lo que califica un «sano y equilibrado naturalismo», 39 se sigue este principio jurídico: «el derecho divino, que procede de la gracia, no abroga el derecho humano, que procede de la razón natural». 40 Desde el mismo, ha indicado en sus últimos trabajos, Francisco de Vitoria elaboró su impor– tantísima obra jurídica. Sapientia cordis En definitiva, Rivera de Ventosa ha comprendido y ha asumido el sentido de la doctrina filosófica del Doctor Angéli– co, que Juan XXIII expresó con la fór– mula «sapientia cordis». Comentando estas palabras, Jaime Bofill, con quien se inició la Escuela Tomista de Barcelona, consolidada por Canals, explicaba que en el sistema tomista: «la verdad es dada al hombre, no sólo como visión, sino también como confidencia; no sólo como certidumbre, sino también como dulzura; no sólo como representación objetiva, sino como spirans amorem. Todo ello viene sugerido por la expre– sión: sapientia cordis». 41 Podría decirse, por ello, con palabras de Bofill, que la obra de Enrique Rivera de Ventosa, al igual que la de Santo To– más: «No puede desvincularse de la vida interior de la que brota y a cuya nutrición y robustecimiento está ordenada, después de haber conquistado para ella un hori– zonte de necesidad y de universalidad». 42 No es extraño, por tanto, que en impor– tante estudio, «De Kant a Santo Tomás», imprescindible para conocer su interpre– tación de la metafísica tomista, después de estudiar las doctrinas metafísicas de Santo Tomás, Suárez, Leibniz, Kant y Heidegger, declare Rivera, refiriéndose a la primera: «queremos ahora partir para tomar conciencia de la rica fecundidad de esta doctrina, capaz de aclarar los graves problemas de nuestra hora, puestos al descubierto por el nihilismo hacia el que camina nuestra civilización. El pensa– miento del Aquinate halló la fundamenta– ción eterna de la metafísica. Es a esta me– tafísica a la que hay que volver». 43 NOTAS l. Alain Guy, Historia de la filosofía española, Barcelona, Anthropos, 1985, p. 391. 2. Santo Tomás, Summa Contra Gentiles, I, c. l. 3. Ídem,SummaTheologiae,I, q.93 ,a. l , inc.

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