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están basados en la naturaleza de las co– sas y del hombre, naturaleza que no cambia». 22 Otra de las características del método tomista, que el Dr. Rivera ha tomado como modelo, es el orden, que propor– ciona a toda la síntesis filosófica una gran claridad. Como ha indicado el profesor García López: «La personalidad científi– ca de Santo Tomás destaca por el maravi– lloso orden que campea en todas sus pro– ducciones y en el conjunto de ellas [... ] este aspecto del orden es primordial en el sistema de Santo Tomás». 23 También podría resaltarse de la meto– dología propia del aquinate otra impor– tante cualidad, lo que Rivera de Ventosa denomina «ejemplo de información am– plia y crítica». En muchos textos de San– to Tomás se advierte que su afán por en– contrar la verdad, ya sea total o parcial, y sin ningún tipo de prejuicio ni acepción de personas, le lleva a procurarse la ma– yor y más información, antes de resolver cualquier cuestión. Explícitamente de– clara: «El oír es necesario para la sabidu– ría, como se dice en Eclo. 6, 33: "si quie– res oír serás sabio"; y también es necesa– rio al sabio, según Prov. 1, 3: "el sabio oyente se hará más sabio". De modo pa– recido es necesario a cada uno, porque nadie se basta para excogitar todas las cosas que pertenecen a la sabiduría, y por esto ninguno es tan sabio que no sea instruido por otro; porque, si oye cosas buenas, es ayudado recibiendo, si oye cosas malas, es ayudado conociendo co– sas mejores». 24 Su «sentido crítico», en palabras de Rivera de Ventosa, lo fundamentaba en la justicia, ya que exige se examine todo antes de fallar un litigio. De manera que: «Así como en los juicios nadie puede juzgar sin oír las razones de ambas par– tes, así también quien debe oír filosofía está en mejores condiciones para juzgar si oye todas las razones de los que dudan contrariamente». 25 Siempre, no obstan– te, como ha hecho, desde su primera lec– ción oral y su primer trabajo de investi– gación, nuestro ilustre profesor de Sala– manca, siguiendo esta máxima: «En la aceptación o rechazo de opiniones, el hombre no se debe guiar por el amor o el odio a quien las introduce, sino por la certeza de la verdad». 26 Ejemplarismo tomista En la faceta doctrinal, Enrique Rivera de Ventosa adeuda a la filosofía de Santo Tomás lo que metafóricamente podría llamarse «clima mental», como ha con– fesado varias veces empleando esta ex– presión. Un elemento integrante del mis– mo es la doctrina ejemplarista. ANÁLISIS E INVESTIGACIÓN El ejemplarismo del P. Rivera de Ventosa tiene su origen indudablemente en su formación en la escuela buenaven– turiana y escotista, a la que siempre ha sido fiel la rama franciscana de los capu– chinos. En todo el pensamiento del filó– sofo capuchino se advierte su inspira– ción en el Doctor Sutil y sobre todo en el Doctor Seráfico, que tan perfectamente expresó los ideales de San Agustín. Pre– cisamente por ello ha comprendido pro– fundamente y se ha beneficiado de la metafísica de Santo Tomás, que es tam– bién ejemplarista, porque la filosofía platónica, asumida por San Agustín, se halla también en lo nuclear de su síntesis teológica-filosófica. En la metafísica agustiniana se en– cuentran muchos elementos platónicos, pero no la tesis central de la existencia de un mundo inteligible subsistente en sí y por sí mismo, y del cual el mundo sen– sible es un reflejo. Tampoco se asume su transformación por Plotino en un mundo de ideas existentes en una mente emana– da del primer principio, y que actuaría como una realidad mediadora en la nece– saria emanación del mundo material. Las dos versiones destruyen las nociones cristianas de Dios y de creación, porque su integración en el pensamiento cristia– no llevarían a concebir la acción creado– ra de Dios como regulada por un modelo distinto de Él, al que, por tanto, estaría supeditado. San Agustín califica a tal hipótesis de blasfema. Sin embargo, no removió to– talmente esta doctrina. La corrigió colo– cando las ideas eternas, que así pudo conservar, en la mente divina, y de este modo continuaron siendo el ejemplar de las perfecciones de las cosas, que son, por tanto, sus pálidos reflejos. La no ad– misión de estos modelos implicaría la irracionalidad de la creación. «¿Quién osará decir que Dios creó ciegamente to– das las cosas? -escribe San Agustín-. Luego cada cosa fue creada por su pro– pia razón de ser. ¿Y dónde debemos co– locar estas razones de las cosas si no en el entendimiento creador? Pues Él no miraba ningún modelo exterior a sí para fabricar Él cuanto fabricaba [... ] y si en el Creador todo es eterno e inmutable, se deduce que estas razones causales que Platón llamó "ideas" son verdaderas y eternas». 27 Santo Tomás también afirma la exis– tencia de las ideas platónicas, pero igual que San Agustín las coloca existentes en la mente divina, porque «como el mundo no es producto del acaso, sino fabricado por Dios, que obra por el entendimiento es necesario que en el entendimiento di– vino exista la forma a cuya semejanza fue hecho el mundo, y esto es lo que en– tendemos por idea». 28 Esta admisión de ANÁLISIS TEMÁTICO 122/123 ANTHROPOS/99

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