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plica que la afabilidad o amabilidad, como toda virtud, tiene dos vicios opues– tos. Uno por exceso: la adulación. Vicio que consiste en procurar agradar al otro, igual que la virtud, «pero con ello se bus– ca algún beneficio». Sin embargo, a ve– ces, aún sin buscar ventajas propias, pue– de darse un exceso, en el sentido de des– orden, si no se tiene en cuenta la siguiente puntualización: «no debe temerse en caso necesario desagradar por conseguir un nuevo bien o por evitar un mal». 11 El otro vicio de la afabilidad o agrada– bilidad lo es por defecto. Santo Tomás le denomina litigio porque lleva a la dispu– ta o al denominado «espíritu de contra– dicción».12 Muestra su actitud benigna al advertir que: «por su mayor oposición a la virtud contraria [...] el litigioso, cuya intención principal es contristar, peca más gravemente contra ella [la virtud de la afabilidad] que el adulador, que se ex– cede en agradabilidad». 13 Por ello Caye– tano, al comentar este pasaje de la Sum– ma Theologiae, aconsejaba que: «Por ser más opuesto a la afabilidad el litigio que la adulación, es preferible que quien pre– tenda llegar al medio de la virtud procure desviarse más hacia la adulación que ha– cia el litigio; en otros términos, se es– fuerce en excederse complaciendo que contristando». 14 Otro comentador, ya de nuestra época, glosando esta cuestión ha apuntado que según Santo Tomás: «El hombre afable es sencillo, complaciente, conversa de buen grado con todos, alaba sin adulación las buenas cualidades ajenas, conserva siempre una dulce sonrisa en sus labios. Tiene particular cuidado en no lastimar a nadie, procede en todo con sumo tacto y delicadeza [... ] Su bondad le hace gene– roso, magnánimo, desinteresado. Es pro– fundamente compasivo[...] Jamás habla bruscamente, su tono no es imperioso; su palabra no hiere, su respuesta nunca mor– tifica aunque contradiga nuestros gustos. Jamás la sonrisa burlona aparece dibuja– da en sus labios. Disimula con exquisita caridad nuestros olvidos, descortesías o impertinencias. No se cansa de hacer el bien, no escatima su tiempo cuando se trata de ponerlo al servicio del prójimo. Es profundamente agradecido...». 15 To– dos estos actos, y otros análogos, fruto de la afabilidad, tan característicos del pro– fesor Rivera de Ventosa, suponen, igual que ella misma, la bondad de corazón, y, en definitiva, la práctica de la virtud fun– damental de la humildad. 16 El método de investigación Podrían también señalarse otras actitu– des y otros puntos doctrinales básicos que nuestro ilustre pensador debe al 98/ANTHROPOS 122/123 ANÁLISIS E INVESTIGACIÓN ANÁLISIS TEMÁTICO Doctor Angélico, y que ha reconocido en varias sesiones públicas de estudio, como son, por ejemplo: su concepción de la «Apologética fundada en la ver– dad», su «ponderación de la docencia» y su «plan de vida». Pero, de una manera genérica, le ha seguido en segundo lu– gar, en su metodología. Una de las facetas principales del mé– todo de investigación de Santo Tomás es la búsqueda de la unidad de los conoci– mientos humanos en el orden de la meta– física o sabiduría suprema. 17 El intento de lograr la unidad del saber, la síntesis armónica de todos los conocimientos, que es lo que debe proporcionar esencial y específicamente la metafísica, se funda en la naturaleza del pensamiento porque: «el entendimiento puede entender mu– chas cosas por modo de algo uno, pero no la multitud por modo de multitud». 18 Para Santo Tomás, sin el conocimien– to de algún tipo de unidad no sería posi– ble el de ninguna multiplicidad, porque «la misma multitud no estaría compren– dida en el ente (objeto formal del enten– dimiento), si de algún modo no estuvie– se comprendida bajo lo uno». 19 De ma– nera que, si no se conociese la unidad específica, sería incognoscible la multi– plicidad numérica; y sin el conocimien– to de la unidad genérica no podría cono– cerse la multitud específica; y lo mismo puede decirse de las cosas que son múl– tiples en sus procesos, pero unas en su principio. El método de Santo Tomás es, por consiguiente, respetuoso con la plurali– dad, y a la vez intenta, en una síntesis ar– mónica o visión global de la realidad, dar razón de ella. Esta unidad equilibra– da, e integradora de todos los entes, res– ponde a la necesidad de búsqueda de la misma por parte del pensamiento y, por tanto, en último término, a su referencia a la verdad. Por esta referencia del hom– bre pudo escribir que: «El estudio de la Filosofía no es para saber qué hayan pensado los hombres, sino para saber cuál es la realidad de las cosas». 20 Texto muy pensado y citado por el profesor Ri– vera de Ventosa. Por el mismo motivo, en el mismo lu– gar, añade, más adelante, Santo Tomás que: «No pertenece a la perfección de mi entendimiento lo que tú quieras o lo que tú entiendas, sino sólo la verdad que está en la realidad». 21 Como ha indicado Vansteenkiste, por estas características: «Todo el método tomista, considerado tanto bajo el aspec– to objetivo como subjetivo, explica cómo es posible, para cualquier proble– ma humano, incluso situado en el marco de unas circunstancias históricas extra– ñas a la época de Santo Tomás, recurrir a sus intuiciones o a sus principios, porque

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