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La Primera Guerra Mundial, desencadenada en 1914, había desorganizado toda la provincia capuchina del Santo Angel, que vio a unos sesenta religiosos abandonar los conventos y empuñar las armat Ya en 1916 prestaban servicio militar 35 sacerdotes, 1O clérigos, siete hermanos y terciarios. También el P. Pío, ya cuan– do se encontraba en Pietrelcina, había sido movilizado para cum– plir con este deber cívico. El 6 de noviembre de 1915 se había presentado en el distrito militar de Beneventó. Desde entonces hasta el 15 de marzo de 1918 se sucedieron viajes y visitas médi– cas, licencias y convalecencias. De la hoja de servicios tomamos los datos y fechas más im– portantes. Francisco Forggione, clase 1887, matrícula 12094, lla– mado a filas por la movilización del 22 de mayo de 1915, llegó al distrito militar de Benevento el 6 de noviembre. Fue destinado a la 10 compañía de sanidad de Nápoles, en el hospital militar principal de la Trinidad, el 6 de diciembre. Se le concede licencia extraordinaria por convalecencia durante un año el 18 de diciem– bre. Se incorpora de nuevo el 18 de diciembre de 1916. Una segunda licencia extraordinaria de seis meses: del 30 de diciembre de 1916 al 30 de junio de 1917. Una tercera licencia por convale– cencia de cuatro meses: 5 de noviembre de 1917-5 de marzo de 1918. Después de un informe médico de bronquio-alveolar doble, se le envía al hospital militar de Nápoles, el cual definitivamente le da de alta, con la declaración de que "ha tenido buena conducta y ha servido con fidelidad y con honor". En agosto de 1917 faltó muy poco - debido a un malentendi– do- para que su nombre figurase en la lista de los desertores: llamado de nuevo a las armas el 30 de junio, el soldado Forgione no se presentó, porque, bien sea por error o por descuido postal, no le llegó la hoja militar. Durante estos años de servicio militar se hospedó, además de en Pietrelcina, en diversos conventos, hasta que quiso Dios que el 18 de marzo de 1918 se incorporase para siempre al convento de San Giovanni Rotondo. La movilización para el servicio militar dio ocasión a médicos y especialistas de constatar su - como siempre- inexplicable estado físico, agravado por las molestias de una vida de cuartel, tan distinta, desde muchos puntos de vista, de la vida conventual. El soldado Forgione notificó uno de sus muchos diagnósticos: "Todo mi cuerpo -escribe desde Nápoles el 4 de septiembre de 81
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