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"Nuestro pueblo, que hemos de llevar tan dentro del alma, recibirá del cielo las más escogidas bendiciones". Así escribirá en una carta al profesor Grazia Pannullo. La razón de un amor tan profundo nos la aclarará el mismo P. Pío en 1952-1953 cuando dirá a la sobrina Pía Pennelli, alu– diendo a las viejas casas de Vico Storto y la Campa Romana: - Vete a Pietrelcina y ponlo todo en orden, porque allí estuvo Jesús y todo sucedió allí. Con razón a Pietrelcina se la llamó "bienaventurada", "ciudad santa". Por sus casas medievales, por haber visto el nacimiento de un hombre y por haber sido escenario de las cosas misteriosas de sus primeros treinta años de vida. Pietrelcina recuerda a Asís. La Asís del sur de Italia. Aterriza en Foggia El P. Pío sale de Pietrelcina hacia Foggia la madrugada del jueves, 17 de febrero de 1916, convencido de que se trataba de un simple viaje de ida y vuelta, dispuesto a realizar una obra de misericordia: asistir a la enferma Rafaelina en Via Manzoni. A la par que el P. Agustín, se alegró de ello el P. Benito el cual, desde tiempo atrás, sentía la corazonada de que el P. Pío "vivo o muer– to" debía volver al convento. La providencia de Dios se sirvió de la astucia de los hombres. El 17 de marzo el P. Pío informaba desde Foggia al P. Agus– tín: "Hace días que Rafaelina se encuentra en la cruz del amado. Sufre con invencible resignación. Me destroza verla en ese estado. Acaso deberá permitirle que cante el Nunc dimittis. Me siento débil y deberé ceder". Ocho días después, el 25 de marzo, notifi– caba al mismo padre la muerte de Rafaelina, con un velado ribete de envidia: "Rafaelina... ha celebrado las bodas con el divino esposo. Se durmió en el Señor con una sonrisa de desprecio a este mundo. Dichosa ella... Tengo envidia de su suerte y plegue a Dios, por intercesión de esta alma elegida, darme a mí también el descanso de los justos. Estoy cansado... de la vida. Aborrezco este mundo". El P. Pío, que había bajado a Foggia por motivos de caridad, 71