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nito y al P. Agustín, a quienes se abría, como a guías espirituales, para recabar luz y fortaleza, imitando a Jesús en Getsemaní. En una carta al P. Benito (22 de octubre de 1918) el P. Pío, por obediencia, describe la visión de Jesús que le imprime las llagas. Después añade: "Levantaré con fuerza mi voz hasta El y no cesaré de suplicarle que, por su misericordia, retire de mí no el desgarramiento, no el dolor, porque lo veo imposible y yo siento deseos de embriagarme de dolor, sino estas señales exterio– res que me traen una confusión y una humillación indescriptible e inaguantable". Esto nos recuerda los sentimientos semejantes de Santa Catalina de Siena cuando recibió las llagas: el pavor de que se descubriesen. Pero el P. Pío expresa un sentimiento más profundo y signi– ficativo en otra carta al mismo padre (12 de enero de 1919): "Los abrazos del Amado ... no logran apagar en ella (en el alma) el agudo martirio de sentirse incapaz de llevar el peso de un amor infinito". Es el eco del silencio misterioso de Job, que siente en la callada desolación el "peso de Dios". El P. Pío repite con ingenua sensibilidad la voz de las grandes almas que vivieron en contacto con Dios. Y en esto consiste la santidad esencial. Roma, 15 de junio de 1974. Card. Pedro Parente Nota a la edición española En España -y en general en todas las naciones hispanas- la devoción ál P. Pío y sus "grupos de oración" han germinado y florecido. A la vez se ha venido echando de menos en español una biografía del P. Pío escrita con documentación, prudencia, sensatez y claridad... Esto nos ha movido a traducir y editar este libro. El 25 de mayo de 1987 Juan Pablo II, gran devoto del P. Pío, acudía a San Giovanni Rotondo para celebrar el centenario del nacimiento del "fraile italiano de las llagas", en lo que muchos han querido ver un feliz augurio. ¿Podremos ver pronto al P. Pío en la gloria de los altares? La santa Iglesia tiene la palabra y a ella nos sometemos filialmente. Centro de Propaganda -Madrid-. 7