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puedo volver a vivir dentro del claustro sin concurrir directamente a un verdadero y claro suicidio ... Y aunque siento apremio por salir pronto de este destierro, jamás consentiré en hacerlo ni un segundo antes de que Dios lo disponga, y muchos menos salir con un pecado y un remordimiento en la conciencia. Pidamos fervorosamente al Señor que cambie mi situación... Termino, porque me siento morir". A pesar de esta nítida exposición de la situación, volvía a insistir el P. Agustín, refutando la afirmación de la vuelta-suici– dio , reclamando obediencia "en todo y por todo", "obedecer in– cluso con sacrificio", para acabar con las indecisiones. Su director espiritual más claro no le podía hablar. Esta carta, clara y tajante, suscitó en el P. Pío "admiración" y "amargura", hasta el punto de llorar "mucho". Aunque aceptaba esta prueba de Dios, no pudo reprimir un desahogo: "También el pobre Job, por permi– sión divina, recibió amarguras en vez de consuelo de sus amigos... Sólo· Dios sabe lo que pasa por mí". El P. Agustín no se ablandó, volvió a la carga con carta del 29 de enero de 1916, "con franqueza y sinceridad" repitiendo una vez más que "la obediencia debe prevalecer sobre todas las razo– nes del mundo". Recuerda que "la autoridad ha hablado clara– mente" acerca de su vuelta al convento y que él mismo "de pala– bra y por escrito" había dicho que esperaba "el momento de volver". El P. Agustín abre fuego con preguntas apremiantes: "¿Por qué ahora tantos temores, distingos y razones en contra- rio? .. . Tú una vez dices que quieres, otra dices casi que no quie- res... ¿Depende de Jesús directamente?... ¿Depende del enemi- go?... ¿Depende de la disposición de tu espíritu?" Repitió lo dicho en otras ocasiones: "Estoy convencido de que está de por medio la gloria de Dios y la salvación de muchas almas". Ante los vaivenes del fraile enfermo de volver o no volver al convento, queda uno un tanto desconcertado, sobre todo si se lee la correspondencia epistolar de este período, que se agudiza desde los primeros días de 1916. De todos modos, antes de sacar una impresión negativa, con– viene tener presente que un verdadero mandato de ingresar de nuevo en el convento no se lo habían impuesto nunca los superio– res, los cuales más bien, sobre todo en los primeros tiempos, favorecían la vuelta de fray Pío a Pietrelcina, con la esperanza de verlo mejorar. Si se lo hubiesen ordenado, el fraile pietrelcinés 66

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