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que siguen hacen presumir que el beso se dio. "Bien... qué dulzura en estas llagas... Sangran, pero esta sangre es dulce, dulce... Jesús, dulzura". El P. Pío secreto, el fraile que vive en Venafro vejado por el diablo, está todo él aquí: sobre el pecho traspasado de Jesús, que enseña a sangrar para salvar. De nuevo en Pietrelcina 7 de diciembre de 1911. Acompañado por el P. Agustín, el fraile de los ataques diabólicos y de los éxtasis vuelve a Venafro a los aires de Pietrelcina para poder seguir viviendo. El día si– guiente, fiesta de la Inmaculada, celebra la misa cantada "como si no hubiese estado enfermo". Con fecha del 21 de marzo de 1912 recibe de la Congregación de religiosos facultad para poder decir a diario misa votiva de la Virgen o de difuntos, así como también de poder conmutar el rezo del oficio divino por los quince misterios del rosario. Tan débil tenía la vista. Pasan los años, y la salud no mejora. Los superiores están dispuestos a terminar con aquella permanencia en Pietrelcina. El general de la Orden, P. Pacífico de Seggiano, informa al entonces provincial, P. Benito, de su decisión de pedir para el P. Pío el Breve de secularización. La noticia causa pavor al mis– terioso enfermo, que se lamenta con San Francisco en una visión: "Padre mío, ahora me arrojas de tu Orden. Por caridad, primero la muerte". Una vez más se salva el P. Pío. La Congregación de Religio– sos, con rescripto del 25 de febrero de 1915, le permite ad tempus seguir fuera del convento por motivos de salud, siendo éste el único medio que ofrece alguna esperanza de sanar, con Ia cláusula de que debe llevar el hábito capuchino. Sufriendo por aquella forzosa ausencia del convento -fuente también de disgusto para los superiores, por malentendidos y resentimientos-, torturado por la noche oscura del espíritu y 63

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