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permiso para ofrecerse víctima, le escribía: "Extiende tú también los brazos sobre la cruz tuya y, al ofrecer al Padre el sacrificio de ti mismo en unión al dulcísimo Salvador, sufre, gime y ruega por los malvados del mundo y por los miserables de la otra vida". Ser víctima por la Iglesia militante y la purgante: he aquí el secreto de la enfermedad misteriosa, de las luchas con el maligno y de cuanto se abatirá en adelante sobre el cuerpo y el alma del P. Pío hasta su muerte. La humanidad - esta eterna menesterosa de perdón, esta gran necesitada de místicos- encontró su víctima a comienzos del siglo XX . Esa víctima recorre su viacrucis como aquel Cristo que el Bautista anunció al mundo como el cordero · de Dios que quita los pecados. Sacerdote "desbordante de alegría" De todo este trabajo y de este paraíso interior - que hací~, sufrir, amar y gozar a aquel capuchino enfermizo- nadie e~ Pietrelcina tenía noticia a no ser Tore, el arcipreste. Fue durante los primeros meses de la permanencia de fray Pío en Pietrelcina cuando el arcipreste don Pannullo estuvo a su lado para prepa•, rarle a recibir las órdenes del diaconado y presbiterado. Por: entonces fray Pío terminaba el tercer año de teología. : El domingo, 18 de julio de 1909, se encuentra en Morcone j; con el fin de recibir el diaconado, en la iglesia de los capuchinos, de manos de Mons. Benito María de la Camera, obispo de Ter· mópolis. . · Mientras tanto -en Pietrelcina- recibe algunas lecciones d~¡ teología moral de don José Orlando, que es también su confesor· y lecciones de dogma y de liturgia, del arcipreste. ·· Ya en enero de 191 O fray Pío temía que iba a morir. Pedía por carta al P. Benito, superior provincial, le obtuviese la dispensad~: edad para poder recibir la ordenación sacerdotal, la cual, según las normas vigentes en aquel tiempo, no se podía recibir hasta; cumplidos los veinticuatro años. Repetía que, una vez sacerdote,· moriría "contentísimo", porque era éste el único deseo que que 7, daba en este mundo. Finalmente el procurador general de los capuchinos, el P. Ve- 55
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