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los otros frailes, sin nada de particular". Pero el que estaba más cerca de la verdad fue posiblemente aquel médico que en 1911 le dijo con franqueza: "No sé qué hacer contigo". Un capuchino describe a fray Pío tal como era en noviembre de 1908: "de un color rosado que no permitía sospechar la enfer– medad .que le aquejaba". Años más tarde comentará el mismo P. Pío: ~ El mal principal de mi enfermedad era ¿ste, que en la apa– riencia no daba señales de estar enfermo, por lo que muchos podían dudar de que yo realmente sufriese. Sobre todo los superiores pensaban que con una temporadita de permanencia en el pueblo :recobraría la salud. En contra de todas las previsiones, la permanencia en Pietrelcina -salvo algu– na breve interrupción- se alargó durante casi siete años: de mediados de mayo de 1908 al 17 de febrero de 1916. El motivo aparente de semejante demora en el pueblo natal era el estado habitual de una enfermedad, un hecho patológico evidente, cuyas causas desafían a los diagnósticos y cuya evolu– ción es una incógnita para todos, médicos y superiores, directores espirituales y el mismo enfermo. Había motivo para que hubiera aquella enfermedad. Pero cuál h·aya sido en realidad ese motivo, nadie lo ha sabido jamás. Fue siempre un secreto, cuya revelación ni siquiera se la manifestó el P. Pío a su director espiritual, el P. Agustín. - Padre, no puedo decir la razón por la que el Señor me quiso en Pietrelcina. Faltaría a la caridad. Empecinarse en la investigación de ese porqué, guardado se– cretamente por el P. Pío es cosa que no entra en ninguna cabeza. "La enfermedad era misteriosa, como era misteriosa la perma– nencia en Pietrelcina". Acerca de su delicado estado de salud, con los síntomas más desconcertantes, el P. Pío escribía al P. Benito desde Pietrelcina el 26 de mayo de 191 O: "Desconozco la causa de esto y en silencio adoro y beso la mano de aquel que me golpea". Hablará de "tempestades que el Altísimo manda desde arriba", de "una espe– cial permisión de Dios", declarando que por lo mismo están de Tás los médicos, es "como ... tirar a un pozo las medicinas", "un sueño, una palabra carente de sentido" la idea de sanar por mu– ~hos medios y remedios humanos que se empleen "hasta que el Sleñor no intervenga directamente". En marzo de 1916 definirá su 49

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