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y absoluto reposo. Pero todo fue en vano... Viendo los superiores de la Orden que en Montefusco no notaba ninguna mejoría, sino que iba cada vez peor, le mandaron con su familia, esperando que los aires del país y los cuidados de la madre le devolverían la salud". A mediados de mayo de 1909, fray Pío volvió a Pietrelcina, acompañado por el P. Agustín, porque "los médicos decían que necesitaba respirar los aires del pueblo natal". Ya otras veces, durante un tiempo breve, había ido a reponerse a su pueblo. Pero ni siquiera ahora iba de modo definitivo. Apenas le veían recupe– rado, le llamaban de nuevo al convento. Fray Pío volvía, pero al poco tiempo otra vez se ponía malo y otra vez lo mandaban con la familia "donde parecía encontrarse un poco mejor". Fray Pío, hasta 1916, viajará de Pietrelcina a diversos con– ventos: Jesualdo, Morcone, Venafro, Campobasso, junto al san– tuario de la Virgen del Monte. La señora Pepa confió a su hijo a los cuidados del médico Andrés Cardone, el cual, nacido en 1876, se había doctorado en medicina en 1902. Había ya asistido a fray Pío al terminar éste el noviciado, llevado también por su madre. "Le habían encontrado -declarará más tarde el doctor Cardone, que desmiente los diag– nósticos de los médicos citados-, una tuberculosis pulmonar y le habían pronosticado muy pocos meses de vida. Pero nada más verlo, inmediatamente fui de parecer contrario, y no sin razón. Cierto que era frágil, con una depauperación invencible, debida a los ayunos, a las vigilias, a las prácticas ascéticas y de penitencia. Lo que tenía era una bronquitis, contraída en el campo, en aquel tugurio de la Campa Romana donde se retiraba a rezar. Pero éste es otro asunto, que no tiene nada que ver con la tuberculosis. Y esto es tan cierto que después de la inyección de tuberculina las reacciones eran siempre negativas y para curarle eran suficientes las acostumbradas pociones y los viejos remedios caseros". Ade– más el doctor Cardone logró que le visitase en Nápoles el célebre clínico Castellino, el cual también descartó "la naturaleza tuber– culosa del mal". En definitiva, ¿qué enfermedad era aquélla? El médico Cardone, que le atendió durante tres primaveras, observa: "Venía depauperado, le curaba; al recobrar la salud, volvía al convento". El médico añade también sus impresiones en aquellas visitas: "Me pareció una persona normal, como todos 48
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