BCCCAP00000000000000000000448

ni Rotondo: "Tuve al P. Pío como estudiante de teología en Montefusco. No se distinguía por su talento. Era corriente. Se distinguía por su conducta. Entre unos condiscípulos alegres y bulliciosos, él era tranquilo y silencioso, incluso en recreo. Siem– pre humilde, manso, obediente". Y el P. Agustín de San Marco en Lamis: "Le conocí. .. de fraile en 1907, cuando estudiaba teo– logía en Serracapriola. Era bueno, obediente, estudioso, aunque enfermucho; pero no observé en él nada extraordinario o sobrenatural". "Martirio... bastante doloroso" Conservamos del joven fray Pío una fotografía, muy utilizada en publicaciones. El rostro, que emerge del cuello del capucho, está encuadrado por su cabello negro y corto y por una barba incipiente. Los bigotes, todavía cortos, se curvan sobre el labio. Los labios, cerrados, parecen esconder cierta amargura. Los ojos muy abiertos, como clavados en un punto invisible. Es un rostro que traduce algo que pesa, que causa sufrimiento y nos deja sorprendidos ante su misterio. El drama escondido detrás de aquel rostro y que le atenazaba el alma, nos lo revela el mismo P. Pío en una carta del 17 de octubre de 1915 con unos trazos vertiginosos·, escribiendo a su director espiritual el P. Agustín. Es el martirio de los escrúpulos. "Este martirio fue bastante doloroso para la pobrecita, tanto por la intensidad como por su extensión. Si mal no recuerdo, comen– zaron a los dieciocho años y duraron hasta cumplidos los veintiu– no. Pero en los dos primeros años se hicieron casi insoportables. Cuando esta alma sufría esto, se encontraba en San Elías y luego en San Marcos y en otros lugares". Comienzo, duración e inten– sidad aparecen claramente, haciendo más valiosa aquella vida juvenil decidida a resistir. Eran los ataques del enemigo, que hacía lo posible por des– alentar a aquel que se había consagrado a Dios con absoluta generosidad. 44

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz