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oh Dios mío. Tú me ocultaste aquí a las miradas de todos". Fray Pío, novicio en Morcone, vive escondido en Dios, es– condido "a la vista de los demás". Comprende que Di<fs le va modelando día a día. Le prepara para una misión. Es una confe– sión que ilumina toda la vida del martirizado fray Pío: "Desde entonces habías encomendado una misión grandísima a tu hijo. Misión que sólo tú y yo conocemos". Convencido muy pronto por esa "misión grandísima", fray Pío termina el año de noviciado con la emisión de los votos temporales durante tres años. Era el 22 de enero de 1904, un viernes. La noche anterior la había pasado sin dormir y en continua meditación. A la ceremonia de la profesión asisten, llegados de Pietrelcina muy temprano, su madre, su hermano Miguel, el tío Angel Antonio. A las once cuarenta y cinco fray Pío, en las manos del P. Francisco María de San Elías en Pianisi, se consa– gra a Dios, prometiendo vivir en obediencia, pobreza y castidad. La señora Pepa, toda emocionada, abraza al consagrado al Señor: -Hijo mío, ahora sí que eres hijo de San Francisco. Que él te bendiga. Fray Pío parte del noviciado el 25 de enero de 1904 con una decisión que sentirá toda su vida y que descubrirá en la ya citada carta de noviembre de 1922: que Jesús "me conceda la gracia de no ser un hijo indigno de San Francisco. Que pueda servir de ejemplo a mis hermanos, de modo que no disminuya el fervor y se incremente siempre en mí, hasta llegar a ser un perfecto capu– chino". La decisión está en aquel de ser. Comienza los estudios eclesiásticos Al clérigo pietrelcinés le faltan seis años de estudio antes de poder ordenarse sacerdote. Los llevó a cabo, no obstante su salud delicada, pasando por cinco conventos. Para completar el cuarto y quinto año de bachillerato y para aprender la retórica, estudia en el seminario menor de San Elías 42

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