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interior, de Cristo crucificado, al que Dios ha colocado a la vista de todos para llamar la atención del mundo sobre la exacta iden– tidad y actividad del sacerdote. Fue, en verdad, un signo de los tiempos este fraile crucificado del Gargano. En una época caracterizada por el materialismo y por la proclamación de la "muerte de Dios", hizo sentir la presen– cia y la exigencia del espíritu, imponiéndose como "testimonio viviente de lo sobrenatural". A un mundo que ya no sabe encon– trar la alegría de la oración, Dios le ha dado una seña. orante: el fraile del Gargano, organizador de los Grupos de oración. Al mundo progresista, que se ríe de las prácticas de devoción, ha mostrado a un hombre con una piedad que pudiéra□os llamar "casera", que desgrana las cuentas del rosario, que practica el viacrucis, que se arrodilla delante de un altar, que se detiene ante una imagen sagrada. A la humanidad de hoy, insegura o claramente negadora de la existencia del diablo, le ha dado en el P. Pío una pru:!ba aterra– dora de su existencia y de su acción. Irmmpió contra é!, intentan– do destruirlo, no sólo con sugestiones, dudas, tentaciones, sino también provocándole con maledicencia, calumnias, persecucio– nes. A hombres que ya no saben mirar a la Iglesia como a la mano de Cristo-Maestro, que quiere guiar hacia la verdad, la Providencia ha mostrado en el P. Pío al hombre humilde, que mira a la Iglesia y la ama como a madre, hasta en los períodos más borrascosos de su vida, hasta cuando le restringe el poder sacerdotal, superando mezquinos pareceres de hombres, de mé– todos, de provisiones, de estructuras. A un mundo autosuficiente por sus seguridades, le ha presen– tado a un místico que pide luz a directores espirituales y a supe– riores , a los que obedece generosamente, por reconocer en sí mismo los límites, la mediocridad, la inseguridad. A una época lanzada al dinamismo, al apostolado con todos los medios, al activismo exagerado que, por ser epidérmico, re– sulta estéril, el P. Pío ha vuelto a proponer la elec-::ión de "la mejor parte", el unum necessarium: dar testimonio dei Evangelio con toda la vida. A un siglo egoísta, Dios ha entregado un corazór. sacerdotal que se abre a las almas, haciéndose su "servidor", en e: secreto del confesonario, hasta el agotamiento de sus fuerzas físicas. Un 392

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