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Un signo de los tiempos El pueblo creyente está convencido de que Dios, en todas las épocas, mediante los signos de los tiempos, señala los remedios según las necesidades. Si cada época tiene sus males, que la ator– mentan, tiene también los santos que la salvan. En la época de las herejías tuvo a los Padres de la Iglesia. La crisis del siglo XIII vio a San Francisco de Asís. El difícil Renacimiento fue socorrido por apologistas y santos fundadores. El siglo del jansenismo es– cuchó el mensaje del Corazón de Jesús a Santa Margarita María de Alacoque. El positivista siglo XIX tuvo a Lourdes. El mundo de la Primera Guerra Mundial recibió las apariciones de Fátima. Nuestros días, días de revoluciones, de contestaciones, de sacudi– das a la tradición, vieron levantarse, sobre el monte Gargano, durante medio siglo, a un hombre obediente a Dios y a su Iglesia. En 1887, exactamente el año en que Francisco Crispí ordena– ba la retirada del crucifijo de las escuelas, nacía Francisco For– gione, que reproduciría en su propio cuerpo la imagen viva del Crucificado. Apareció en la segunda mitad del siglo XIX, cuando en Italia la masonería se había desencadenado contra Cristo y contra la Iglesia. En ese siglo, en Italia, brillaban virtudes y obras de cari– dad de santos tales como José Cottolengo y Juan Bosco, Vicente Pallotti y José Cafasso, Domingo Savio y Leonardo Murialdo, Francisco de Camporroso y Gabriel de la Dolorosa, Gemma Galgani y Elena Guerra, Luis Guanella y Miguel Rúa, Bartolo Longo y Ludovico de Casoria. Dios "en nuestro tiempo ha mandado al P. Pío . Le ha plas– mado para nosotros, para el mundo de hoy, que durante cincuen– ta años se ha visto sacudido por su voz silenciosa, pero impresio– nante, por su testimonio, que resuena irresistible en todos los pueblos del mundo, y que ahora, después de su muerte, se hace más profunda y dilatada en las almas". El P. Pío es un religioso humilde y escondido, que Dios ha ofrecido al mundo para indicar a las almas llamadas a la perfec– ción el camino todavía posible para la realización de su ideal, a pesar de tener que vivir en un mundo orgulloso de su ciencia y de sus progresos. El P. Pío es un sacerdote, imagen en lo exterior y en lo 391
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