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la Cruz, el del Pater Noster, que fue su testamento espiritual... El mundo actual está enfermo, padece de angustia. Que el humilde capuchino de Pietrelcina haga resonar una vez más el mensaje pascual de Muerte y de Resurrección para una nueva época de la Iglesia" (Card. Ursi, arzobispo de Nápoles). "En nuestro tiempo tenemos necesidad de hombres que sepan convencer con el ejemplo de su vida y arrastrar con la fuerza de su testimonio. Pienso que el P. Pío de Pietrelcina sea uno de éstos" (Conrado Mingo, arzobispo de Monreal). "La vida religiosa brillará con nuevo resplandor en estos tiem– pos en que vivimos. Todavía son valoradas las virtudes de la humildad y de la paciencia en las tribulaciones, de la obedien– cia y de la caridad, ante el ejemplo de un religioso humilde, pa– ciente, piadoso, obediente y lleno de amor, que vivió en nuestros días" (Hugo Bressane de Araujo, arzobispo-obispo de Marilia, en Brasil). "Un sacerdote que nos enseña la misión sobrenatural del sa– cerdocio como santificador, y no esclusivamente como entregado a la promoción humana del hombre y al cambio de las estructuras sociales" (Carlos Quintero Arce, arzobispo de Hermosillo, en México). "En este tiempo de materialismo y desacralización, de activis– mo y comodidad, .. . resulta valiosa y muy eficaz la respuesta a los valores del espíritu, de la fe y del culto, y a la vida de penitencia, de oración y de contemplación" (Ildefonso María Sansierra, ar– zobispo de San Juan de Cuyo, en Argentina). "En tiempos difíciles como los nuestros, una vida de dolor, incluso físico, ofrecida a Dios, como la del P. Pío; su obediencia a la Madre Iglesia, no pueden dejar de ser un gran ejemplo, de manera especial a los sacerdotes" (Custodio Alvim, arzobispo de Louren<;:o Marques, en Mozambique). Antonio D'Erchia, obispo de Monópolis y Conversano, pone de manifiesto "el mensaje del P. Pío para una vida de fe y de oración". Santiago Bortignon, obispo de Padua, le considera "un impulso eficaz y una enérgica llamada a los sacerdotes para que se preocupen por el ministerio de la confesión". Pablo Babini, obispo de Forlí, le ve como "una admirable invitación a aceptar la voluntad de Dios y a abrazarse cada uno con su cruz". 387
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