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la problemática de esta difícil época en que vivimos" (Ramón Bogarín Argaña, obispo de San Juan Bautista, de las Misiones de Paraguay). "Saqué una impresión inmejorable por su sencillez y sobre todo por su fervoroso modo de orar ante Jesús sacramen– tado... A nosotros, los sacerdotes, nos impresiona sobre todo el celo y el espíritu de sacrificio de aquel religioso, con la entrega que demostró al ministerio del confesonario, durante tantos años, con una continuidad heroica, con una constancia en las que fácil– mente se vislumbran grandes virtudes" (Antonio José Angioni, obispo de Pavía). "Durante más de cincuenta años el P. Pío sufrió misteriosa– mente en el cuerpo y en alma, con aquel silencio y aquella acep– tación de la voluntad de Dios, que nos recuerdan la conducta de Cristo en los días de su pasión. La salvación de tantas almas y la conversión de no pocos pecadores las pagaba el P. Pío con su sufrimiento personal" (Angel Criscito, obispo de Lucera y San Severo). "Vi un hombre santo de verdad, discípulo de Cristo crucifica– do. Me pareció ser un sacerdote, oferente y víctima con Cristo, que sufrió tanto por los pecadores, entregado a la penitencia y a la oración estática. En una palabra, un hombre crucificado con Cristo" (Jorge Tomzinski, prior general de los paulinos, de Czes– tochowa, en Polonia). 2) Los mensajes "Una oportuna llamada a lo sobrenatural en un mundo cada vez más secularizado" (Card. Lercaro, ya arzobispo de Bolonia). "En una época en que tantas cosas que no son ni verdaderas ni justas se dicen de la vida religiosa, del apostolado de los reli– giosos, de la dignidad y de los deberes de los sacerdotes, la per– sona del P. Pío, religioso y sacerdote de nuestros días, con su manera de vivir y de actuar, ofrece al mundo inquieto un óptimo y deseado ejemplar de un hombre lleno de Dios en este mundo" (Card. Wyszynski, primado de Polonia, con 44 arzobispos y obis– pos). "El mensaje del P. Pío no es otro que el del Evangelio, el de 386