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las obras de caridad, en la devotísima celebración de la santa misa, que era la expresión inefable de su vida interior, el sello luminoso de sus virtudes y casi la prueba sensible de su santidad". "Salí edificado de la sincera piedad, del recogimiento profun– do, de la devoción íntima con que celebraba, sin gestos ni postu– ras ajenos al ritual" (José Battaglia, obispo de Faenza). "El P. Pío, al que conocí personalmente, fue realmente un hombre de Dios, que realizó su cristianismo en una total adhesión al mensaje evangélico. Poseyó humildad profunda, obediencia integral, caridad ardiente. Fue dócil en soportar las contrarieda– des, aceptó el sufrimiento con alegría. Pasó sus días en oración y escuchando los problemas y las penas de miles de personas que acudían a él dé todas las partes del mundo. Tuvo para todos palabras de aliento y de esperanza. Vivió la pobreza según el espíritu franciscano. Fomentó una devoción filial a la Virgen. Predicó un amor sin límites a la Iglesia y al Papa. Sintió predilec– ción por los humildes, los desgraciados, los enfermos, los que sufren, los alejados. No se rehusó a nadie" (Rafael Pallecchia, obispo de Castellammare de Stabia). "Tuve siempre la impresión de encontrarme en presencia de un alma profunda y sencilla, íntimamente cerca de las turbas que constantemente le rodeaban, pero siempre alejada de las pequeñas miserias que acompañan inevitablemente a una actuación tan vasta y compleja como la que se llevó a cabo en torno a su persona... Su figura se ha impuesto a la atención del mundo como una de aquellas señales vivas, a través de las cuales el Señor comunica a los hombres el atractivo de su presencia en medio de nosotros" (Mario de Santis, obispo titular de Heraclea). "Un ministro de Dios, totalmente entregado a la dirección espiritual de los fieles y tan íntimamente unido a Cristo Crucifi– cado, que hizo de la santa misa el quicio de su vida, hasta el punto de que decir P. Pío es decir confesonario y misa" (Aldo Forzzoni, obispo de Apuania). . Las expresiones se multiplican hasta el infinito. "Saqué la impresión de que era un hombre de Dios" (Carlos Minchiatti, obispo de Aquino). "Un testimonio de devoción, de humildad, de inmolación, de paciencia" (Francisco M. Valdés Subercaseaux, obispo de Osorno, en Chile). "Me pareció verdaderamente un hombre de Dios, dotado de carismas propios de una vida de santidad heroica... Sacerdote que vivió y conoció personalmente 385

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