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posible, derramando copiosas lágrimas". "Su meditación era siem– pre de los dolores del Crucificado. Durante la meditación en el coro lloraba copiosamente, hasta el punto de dejar una mancha en el pavimento de madera". Para evitar las alusiones un poco burlonas de sus compañeros, fray Pío extendía delante de él, en el suelo, un paño, con lo que sus lágrimas caían sobre él y no dejaban huella en el pavimento. Durante el noviciado, lo mismo que había ocurrido en su pueblo natal, le gustaba rezar durante mucho tiempo. Para ello "con frecuencia pedía permiso para no asistir a los recreos, al paseo o a la cena para quedarse en el coro o en la celda". Como resumen del buen concepto que tenían de él varios de sus compañeros religiosos, vamos a transcribir lo que dijo su maestro de novicios: "Fue siempre un novicio ejemplar, puntual en la observancia y exacto en todo, hasta el punto de no dar el más insignificante motivo para ser reprendido, a diferencia de los demás". La modesta alimentación, los pies descalzos, la cama dura, el horario, el silencio, los maitines a media noche, el tenor de vida del noviciado de aquellos tiempos, las disciplinas comunitarias - añádase a todo esto las penitencias voluntarias- afectaron el ya depauperado organismo del novicio de Pietrelcina. En una visita a Morcone, el tío Horario, que había vuelto de las Améri– cas, quedó impresionado al ver a Francisco flaco y pálido, hasta el punto que casi no le conocía. Tal era el empeño que ponía fray Pío en servir al Señor y en prepararse a su "grandísima misión". Con esto no queremos decir que todo le resultase fácil. La visión, en vísperas de hacerse novicio, le había persuadido de que no iba a un lecho de rosas, sino a una batalla. El maligno, que ya había dirigido hacia él sus golpes -aunque sin acertarle- no dormía. Es reveladora de las luchas interiores de estos años de la adolescencia, antes del noviciado y durante el mismo, una carta que el P. Pío escribirá, en noviembre de 1922, al profesor Nina Campanile. En ella constata: El Amante divino "desde mi naci– miento me ha dado muestras de una predilección especialísima: me ha demostrado que El no sólo sería mi Salvador... sino el amigo atento, sincero y fiel: el amigo cordial, el amor infinito ... Todo mi tesoro". Cerca de El está Francisco Forgione, con un corazón lleno de · 40
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