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cado. En una audiencia de julio de 1960 al sacerdote Miguel de Ruberto, que le había indicado que venía de la provincia de Foggia, el papa Juan evocó la figura del P. Pío: "Vosotros tenéis al gran P. Pío". Al arzobispo Andrés Cesarano el papa Roncalli le había dicho en momentos de tristeza: "Dile también al P. Pío que siga rezando". Pablo VI, felizmente reinante desde 1963, había expresado el juicio que le merecía el P. Pío, ya cuando era arzobispo de Milán: en la carta al P. Pío en el cincuenta aniversario de su sacerdocio. Y había expuesto su valoración de las misas del P. Pío: "Una misa del P. Pío vale lo que una misión". Al enterarse de su muerte, Pablo VI , en un telegrama, al mismo tiempo que consuela a los capuchinos, a la Casa Alivio y a San Giovanni Rotondo por tan dolorosa pérdida, "eleva ora– ciones para que el Señor conceda a su fiel siervo eterna corona de justicia". Un mes después de la muerte, el 21 de octubre de 1968, recordó la figura del P. Pío a los capuchinos reunidos en capítulo general especial. Mostró cómo el rigor de la Regla franciscana, norma de los capuchinos, ha encontrado siempre el favor de la Iglesia y de los buenos fieles que idealizaron su figura, "como aquélla que quiere reflejar con perfil franciscano la figura moral y profética de Jesús"; de aquí - -concluye el Papa- el estupor del mundo que llega a ser fascinante. "Lo prueba la devoción que ha rodeado al P. Pío, desaparecido en estos días de la escena del mundo". El 20 de febrero de 1971, en una audiencia al P. General y a su definitorio, Pablo VI animaba a los capuchinos a ejercer el apostolado entre los trabajadores; éstos al principio acaso no les acepten, pero luego podría renovarse "el milagro acaecido con el P. Pío. Mirad qué fama ha alcanzado. Qué clientela de todo el mundo ha reunido en torno a él. ¿Y por qué? ¿Acaso porque era un filósofo, o un sabio, o porque disponía de medios? Porque decía la misa con humildad, porque confesaba de la mañana a la noche, y estaba -resulta hasta difícil decirlo-- sellado con las llagas de Nuestro Señor". 379
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