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en el costado, en los pies y en las manos, no había ni heridas ni cicatrices". El doctor Sala, médico que atendía al P. Pío, atestigua: "Al– gunos meses antes de la muerte, los pies se volvieron secos y no se palpaban ya los relieves susodichos, evidentes hasta entonces. Las manos mantuvieron esos relieves característicos hasta la vís– pera de la muerte, cuando, con la acentuación de la palidez de la piel, se notó una disminución de las formaciones de la costra y la desaparición de las llagas en el dorso de las manos. Durante su brevísima agonía, la cara palmar izquierda presentaba todavía un relieve costroso (recogido después de su muerte). Diez minutos después de la muerte, las manos, el tórax y los pies del P.· Pío... lo mismo que el resto del cuerpo, no mostraban señales de heridas, ni había cicatrices en las manos ni en los pies, ni en el dorso ni en las palmas, ni en la planta del pie, ni en el costado, donde, mientras vivía, había tenido llagas bien delimita– das y visibles. La piel, en los puntos referidos, era igual a la del resto del cuerpo, mórbida, elástica, móvil... Las palmas y el dorso de las manos, el dorso y las plantas de los pies y el hemitórax izquierdo tenían piel normal, íntegra, de un colorido igual al resto del cuerpo". El profesor Sala declara el hecho "fuera de toda tipología de comportamiento clínico y de carácter extra natural". En los primeros meses de 1968 el P. Pío tenía todavía las llagas. El P. Alejo, una mañana de febrero de 1968, mientras le asistía, víctima de uno de sus habituales mareos, vio las manos sin guantes, manchadas de sangre. "Las llagas, en el centro de la parte superior de las manos, tenían aproximadamente la profundidad de un centímetro, mien– tras las partes interiores estaban cubiertas de una larga y espesa costra. En las llagas pude observar sangre semicoagulada, que con sumo cuidado y delicadeza le quité. No quise quitarle toda la sangre coagulada en las llagas, porque noté que cualquier movi– miento le causaba espasmo y dolor". Una documentación filmada, realizada el 22 de septiembre de 1968 por el profesor Francisco Lotti, médico quirúrgico, jefe de pediatría de la Casa Alivio, captó la última misa celebrada por el . P. Pío. Al operador le quedaban muy visibles el dorso de la mano derecha y la palma de la izquierda, por encontrarse a poca distancia. En la película en color se notó "la total desaparición de 13 369
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