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Cincuenta años llagado Llegó, por fin, el 20 de septiembre de 1968. Era una fecha relevante; el quincuagésimo aniversario de la estigmatización del P. Pío. Era un viernes. No hubo ninguna solemnidad externa. Sus hijos espirituales se apiñaron en torno a él, desde todas las partes del mundo. Cubrieron de rosas el altar mayor y el c::-ucifijo del coro de la antigua iglesia. Asistieron a la misa que celebró, como siempre, a las cinco de la mañana. Muy de tarde manifestaron su afecto con una fila de antorchas que llegaba desde la plaza hasta la ventana de la celda en que reposaba el enfermo. El día siguiente, 21 de septiembre, el padre estaba tan acabado y deshecho por el asma que no pudo decir misa. Comulgó. En la celda, asistido por sus hermanos de hábito, por el doctor José Sala y por otros médicos, iba repitiendo: -Se acabó, se acabó... Por la tarde, bastante repuesto, desde la tribuna asistió a la función vespertina, bendiciendo a la inmensa muchetlumbre de hijos espirituales que, la víspera, habían conmemondo el cin– cuenta aniversario de las llagas con un Congreso intenacional de los 740 Grupos de Oración. Todo San Giovanni Rotondo ardía en fiestas aquel domingo, 22 de septiembre de 1968, con los hoteles a tope. La iglesia estaba adornada. En la plaza se había levantado un palco para los ora– dores y para el Viacrucis meditado. La Casa Alivio hacía ondear sus banderas. Una altísima cruz de madera dominaba la plaza de Santa María de las Gracias. La víspera, y para animar al padre a tomar parte en los feste– jos, el superior le había profetizado que se encontraca bien, por la alegría de ver a tantos de sus hijos. El padre apenas tuvo fuerzas para responder: -Nada de festejos. Yo deéería huir y desaparecer por la confusión que siento. En aquel 22 de septiembre el P. Pío quería decir misa, como de costumbre, a las cinco de la mañana, su misa leída. Amable– mente presionado por el superior, aceptó celebrar la misa solem– ne, con canto, a las cinco, para los Grupos de oración reunidos en congreso. Asistido por los padres Honorato y Valentín de San Giovanni Rotondo, el padre, más agotado que nunca, se dirigió al altar para celebrar la misa, su última misa. La mu1titud -una 364
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