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17 "LA MISA HA TERMINADO" . Arrastrándose a duras penas Incluso después de la visita apostólica llevada a cabo en 1960 por Mons. Carlos Maccari, el P. Pío continuó cumpliendo su misión, fiel a su misa y a su confesonario. Desde que comenzó el concilio Vaticano II, sobre todo desde octubre de 1962, por la carretera que lleva al convento del P. Pío, subieron muchos obispos y cardenales (José Slipyi, Antonio Bac– ci, Santiago Lercaro, Santiago Luis Capello), sobre todo extran– jeros. Aprovechando cualquier pausa en los trabajos del Concilio, subían a ver a aquel fraile de las llagas. Se veía que el padre iba perdiendo día a día su vigor, agotado en lo físico, extenuado por los sufrimientos morales, sobre todo por la reciente visita apostólica. Era manifiesto que se venía aba– JO. El 20 de diciembre de 1962, por su falta de vista, obtuvo la conmuta del oficio divino por los quince misterios del rosario. No se le vio más distribuir la comunión a los fieles. El papa Pablo VI quiso que al confesor del Gargano se le garantizase la plena libertad y tranquilidad en el trabajo, reco– mendando a los superiores que se comportasen con él como si no estuviese sujeto al voto de obediencia. El P. Pío continuó, como siempre, por las especiales facultades obtenidas de la Santa Sede, administrando los bienes y estando al frente de las personas y de las cosas de la Casa Alivio, enviando al Papa una relación anual. Ya desde el 28 de octubre de 1961 la Santa Sede había establecido jurídicamente la Casa Alivio entre las obras de religión, dejando como legítimo dueño al P. Pío, dispensándole por ello del voto 359

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