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años de su vida no podía ya levantarse. Pero con un gesto inten– taba hacerlo, y pedía disculpa por faltarle las fuerzas. Pero les hacía una profunda inclinación de cabeza. Hasta el último cura rural era Iglesia para él, era un ministro de la Iglesia. Le besaba la mano con una actitud que revelaba su fe y su amor a la Iglesia. Por ejemplo, besó muchas veces la mano al P. Alberto de San Giovanni Rotondo, y éste se molestaba, diciéndole que no era un superior. Y el P. Pío: -Superior o no superior, dame la mano. Siempre serás un sacerdote. Obediente y defensor La actitud que domina la vida del P. Pío y expresa su autén– tico amor a la Iglesia es la de la obediencia. Obediencia filial a la Iglesia, siempre. Sin peros, sin condiciones, sin pedir explicacio– nes. Y al mismo tiempo, una obediencia activa, responsable. En las tensiones de agosto de 1923, causadas por el proyectado traslado de San Giovanni Rotondo, el padre escribió: "Yo, como hijo devoto de la santa obediencia... , obedeceré sin abrir los la– bios". Se manifestó obediente porque "su voz es para mí la de Dios, al que quiero permanecer fiel hasta la muerte; y con su ayuda, obedeceré cualquier mandato, p.or penoso que pueda re– sultar a mi miseria". Suspendido del ministerio de las confesiones -que constituía su pasión dominante- obedeció en silencio, aunque llorando, a la pesada decisión de la autoridad eclesiástica. Al P. Agustín, que le incitaba a decir una palabra, a dar una justificación que le desclavase de la cruz, aquel fraile alejado del contacto con las almas, contestó con firmeza heroica: no. Las decisiones de la autoridad -fuesen las que fuesen- no le hicieron contestatario. Le encontraron siempre "pronto a la obe– diencia, y a la obediencia silenciosa... En el P. Pío acaso no hay nada más grave que su silencio, un silencio persistente, casi testa– rudo, aunque tan humilde en su amor a la Iglesia, en su fidelidad a la Iglesia, en su plena disponibilidad". Enrique Medí resume: "Cuando la Iglesia le exigió el sacrificio de no celebrar la misa, no la celebró; cuando la exigió que se encerrase en el silencio, se 355
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