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YPedro: -Señor, yo nada puedo hacer. Y tú tampoco puedes hacer nada. El Señor: :_¿ Yo tampoco? Esta sí que es buena. -Sí, ni tú mismo. Es que tu Madre tiene otra lláve. Y es Ella la que los mete dentro. Otra salida del P. Pío nos deja entrever la idea que tenía de la bondad de la Virgen. Algunos comentaban un hecho del día: un hurto de cosas preciosas a una imagen de la Virgen. El padre expuso su parecer con toda sencillez: -¿Qué queréis que os diga? Aquel pobre muchacho quizá tenía hambre y habrá ido a la Virgen para decirle: "¿Para qué quieres tú ese oro?" Y la Virgen se lo dio. Todo ese amor a la Virgen explica las expresiones marianas del P. Pío. Las tiene a montones. Hablando de la Virgen, o rezando el Angelus, o leyendo en la iglesia la "Visita a María Santísima': raramente lograba contener la emoción. Se conmovió cuando Benjamín Gigli, en el huerto del convento, cantó el Ave María de Gounod. Una tarde, bajo la ventana de su celda, oyó cantar a unos peregrinos un cantar a la Virgen, con el estribillo: "Eres bella corno el sol, blanca corno la luna". Y comentó: -Si fuese así, renunciaría al paraíso-. El P. Eusebio de Castelpetroso, que le preguntó qué cosa había más hermosa que el sol y la luna, le contestó en dialecto: -Oh, adi– vínalo. Por la noche no se acostaba nunca si antes no rezaban él y los presentes el Ave María. En las pruebas de la vida, y en sus últimos tiempos, en la cama, tenía siempre en los labios estas palabras: "Virgen mía, Madre mía, ayúdame". Se le transfiguraba el rostro cuando se detenía a rezar delante de alguna imagen de la Virgen. Parecía el fraile del rosario. Siempre lo llevaba colgando de la mano o del brazo, corno si fuese un brazalete. Tenía otro rosario a la cabecera, en la mesita de noche. Al rosario le llamaba "su arma". Una noche, ya acostado, al no encontrar su rosario, llamó al P. Honorato de San Giovanni Rotondo: -Muchacho, búsca– me el arma, dame el arma. El rosario era su oración preferida. Lo rezaba varias veces al día, decena tras decena. En una nota sobre sus devociones diarias, dejó escrito: "Cada día no menos de cinco rosarios completos". Devoraba rosarios sin cansarse, porque era la forma de oración 351

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