BCCCAP00000000000000000000448

cia. Entre los pequeños centros que la pudieron acoger, se encon– tró San Giovanni Rotondo, por una concesión excepcional. Es como si la Madre hubiera querido visitar a aquel hijo predilecto, al que los largos viajes resultaban imposibles. Cuando la Virgen llegó a pisar tierra italiana, el padre padecía una pleu– ritis, que le duró mucho tiempo y que le impidió decir misa desde el 5 de mayo. La llegada de la imagen a San Giovanni Rotondo tuvo lugar en la tarde del 5 de agosto. Aquel hecho tan esperado tuvo como preparación una novena, que bien podemos decir que la predicó el P. Pío desde su cama de enfermo, en la celda número l. Ya desde el 31 de mayo el padre pronunciaba a través del micrófono un pensamiento espiritual, el cual, por medio de altavoces, era escuchado por los fieles reunidos en la iglesia. La tarde del 27 de julio, el P. Pío anunció el comienzo de la novena "por la visita que nos hace nuestra Madre del cielo", y exhortó a que se preparasen con una renovación cristiana. Todas las tardes habló de la alegría, de la dicha, de la "gracia tan espe– cial" de esa visita, y del compromiso para que tuviera una digna acogida, sobre todo mediante la práctica de algunas virtudes. La tarde del 4 de agosto anunció que faltaban pocas horas para que llegase nuestra Madre, y que no debía encontrarnos con las ma– nos vacías. La tarde del 5 de agosto anunció emocionado: "Den– tro de pocos minutos tendremos en casa a nuestra Madre... En– sanchemos nuestros corazones". Finalmente, la tarde del 6 de agosto, exhortó al agradecimiento, pidió un "entusiasmo durade– ro, como lo es la mirada de nuestra Madre sobre nosotros". Durante la mañana del 6 de agosto el padre pudo subir hasta la iglesia. Se detuvo varias veces -sentándose por encontrarse agotado- ante la imagen de la Virgen, a la que ofreció el rosario, el que le había regalado el Grupo de oración de San Casiano Val de Pesa. La imagen fue bajada delante de él y la pudo besar. Fue un gesto lleno de cariño. Entre las dos y las tres de la tarde del 6 de agosto, desde la terraza de la Casa Alivio, se elevó el helicóptero, que llevó la imagen a Sicilia. Después de dar tres vueltas sobre la muchedum– bre que llenaba la plaza de la iglesia, el helicóptero se alejó. El P. Pío, desde una ventana del coro, siguió el vuelo del helicópte– ro, con lágrimas en los ojos. El P. Pío, con su confianza de siempre, se volvió hacia la Virgen en vuelo con este lamento: 347

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz