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Gracias. No solamente por motivos sentimentales (era la iglesia de su estigmatización y de su actividad sacerdotal), sino también porque le atraían "iglesias y casas pobres", a las que aludía San Francisco en su Testamento. El tema de la pobreza era uno de los que recordaba a sus hijos espirituales. En una carta sin fecha, dirigida a María Pyle, aquel amante de la pobreza se expresó así: "Recuerda que la prodiga– lidad no es menos culpable que la avaricia. Piensa, hija mía, cuánta responsabilidad vamos acumulando delante de Dios con el derroche de los bienes de fortuna. El rico no lo es para mí, sino que es el administrador de la Providencia en favor de los pobres". Del P. Pío como hombre y franciscano -criatura de este mundo, con su carga temperamental y espiritual, con su timbre humano y místico- nos dejó una síntesis uno de sus superiores generales, el P. Donato de Welle, en 1970. De los diversos con– tactos personales con el P. Pío en San Giovanni Rotando -en los años 1938-1946- quedó "profundamente impresionado" por estos hechos: "Su serenidad siempre y en todas partes. Su humil– dad: no hablaba nunca de sí mismo. El perdón: jamás una palabra dura contra los que tanto le ofendieron. Recogimiento espiritual; pero, durante los recreos, alegría y espontaneidad, aunque sin una palabra chabacana o inconveniente. Un delicado afecto a sus superiores y una total obediencia a las autoridades eclesiásticas o religiosas. Piedad sana, modesta, sin énfasis". Es el retrato de un auténtico franciscano. 12 337

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