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nes que se tomaron, no siempre acertadas, en los períodos en que parecía que le limitaban, le segregaban, le confinaban, le humilla– ban. Para dar gusto a dos señores que pedían fuese el P. Pío a dar la primera comunión a sus hijos, el P. Gerardo de Deliceto, superior interino del convento, pidió al P. Pío que él decidiese. Este respondió inmediatamente: No, padre. Es usted el superior. Lo que usted quiera. Era una humildad que le llevaba fácilmente a ponerse de rodillas y en actitud de pedir perdón por haber sostenido -por ejemplo- una opinión suya contraria a la de los otros, con algún acaloramiento. Al P. Juan de Baggio, que después de una viva discusión, dijo al P. Pío que le había faltado, el P. Pío preguntó: ¿ Yo? ¿Cómo? ¿Cuándo? Dímelo, que estoy dispuesto a ponerme de rodillas y pedirte perdón... No tenía intención de molestar a nadie. Dime, ¿te he ofendido? Dímelo, si no esta noche ya no puedo dormir. · Y se puso de rodillas. Al P. Alberto de San Giovanni Rotondo, una tarde de abril de 1952, con un gesto desacostumbrado rehusó que le besase la mano. Inmediatamente después el P. Pío se acercó a él y le abra– zó: -¿Te he molestado? No tenía intención de hacerlo. No lo hacía por ti. Perdóname. Y le quiso besar la mano. También delante del P. Agustín se puso de rodillas, sollozan– do que le perdonara, por haberle llamado "viejo". Cuando hablaba y cuando escribía, con mucha frecuencia hablaba de la humildad y la recomendaba, considerándola como la espina dorsal de toda la vida espiritual. Descubrió el camino para alcanzar esta virtud en febrero de 1954, respondiendo a unas religiosas americanas a la pregunta de cómo ser humildes: Mire– mos primero hacia arriba y luego a nosotros mismos. La infinita distancia que media entre el azul del cielo y el abismo, produce humildad. Era la traducción de la oración de San Francisco: "Dios mío, ¿quién sois Vos y quién soy yo?" El 5 de octubre de 1925, el P. Pío se acostó en la cama de operaciones, en una habitación del convento, para sufrir una operación de hernia en la ingle, operación que iba a realizar el doctor Festa. El padre no quiso cloroformo, por temor a que aprovechasen ese tiempo para verle las llagas. Sin anestesia so- 334

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