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Al P. Carmelo de Sessano, que le demostraba aprecio, el P. Pío le interrumpió: Hijo mío, ten en cuenta que soy el mayor pecador del mundo. En el sexagésimo aniversario de su toma de hábito, mientras algunos le estaban felicitando, el padre rompió a llorar inconso– lable. Ocultando su rostro entre las manos, replicó: Sesenta años de vida indigna. Para convencernos de que se tenía por malo, nos basta la lectura de estas líneas escritas al P. Basilio el 3 de diciembre de 1918: "Quieres probar mi paciencia, porque piensas que tengo mucha. Pero te equivocas. Malo y siempre malo". Y el 14 de enero de 1919: "Espero que el buen Dios me escuche, más por tu confianza que por mis flacas oraciones. Soy malo y siempre malo". Yde nuevo el P. Basilio el 8 de enero de 1919, se confesaba hombre de vida empecatada: "Creo que mi vida pasada y presente no es digna de la mirada de Dios. Oh, qué pesado me resulta esto, y tanto más cuanto que no encuentro en mí fuerzas para ser mejor". Era una humildad que le llevaba a trabajar oculto en el con– fesonario, excepto el tiempo en que decía la misa. Vivía conven- . cido de la investidura sacrifica! en el ministerio secreto de las confesiones. Los aplausos y aclamaciones de las gentes intensifi– caban en él la necesidad de humillarse, de esconderse, de desapa– recer. El 14 de mayo de 1954 le fue presentado un joven como curado milagrosamente por él. El padre comentó: No sabéis lo que decú. Que Dios os perdone. · , A los que se mostraban agradecidos por gracias recibidas, les contestaba: Todo viene de Dios. No me lo agradezcáis a mí. Yo nada tengo que ver con ello. Dad gracias a la Virgen. Era una humildad que tenía miedo a los dones de Dios. Aquel hombre privilegiado llegó a suplicar que pasase de él la confusión por aquellas señales exteriores. A sus llagas las denominó "un don terrible". Se le oyó decir: Tengo que responder ante el Señor de este don terrible. De sus fenómenos místicos habló solamente por obediencia a sus directores espirituales y con doloroso embarazo. Llegó a im– ponerse una cierta brusquedad, estudiada y adoptada adrede, con el fin de alejar de sí cualquier tentación de orgullo. Era una humildad que le llevaba a obedecer en todo a los superiores, hasta en las situaciones más difíciles, en las precaucio- 333
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